La OposiciónOposición Unificada

La Oposición Unificada y la declaración de los 13

Diego Farpón

Aunque una de nuestras fuentes indica como fecha de la declaración de los 13 julio de 1926, tomada de the Challenge of the Left Opposition (1926-1927), Broué en el partido bolchevique la fecha en el mes de junio. Así dice el historiador francés: “en el terreno político, la oposición conjunta se manifiesta oficialmente por primera vez en la sesión que el comité central celebra en junio; en esta ocasión Trotsky, en nombre de todos, lee la declaración de los 13 (…)” (el partido bolchevique, p. 318).
La llamada declaración de los 13 es el más importante de los documentos de la Oposición Unificada: aquella en la que van a combatir juntos Kámenev, Trotsky y Zinóviev. Es, sin lugar a dudas, un momento importante en el combate contra la degeneración del Estado y del partido. Como señala Broué al referirse a la Oposición Unificada, “hay que admitir que su aspecto no puede ser más imponente y que, en el pasado nunca había conseguido la oposición reunir tan gran número de prestigiosos dirigentes y de brillantes personalidades (…)” (epb, p. 307),y es que no son sólo 13 firmas: es la flor y nata de 1917, es el agrupamiento de la Oposición de 1923, de la Oposición de Leningrado, de la Oposición Obrera, del Grupo del Centralismo Democrático, del Partido Comunista Georgiano, que combate la rusificación.


A los miembros del CC y de la CCC

Declaración (1)

Los fenómenos claramente amenazantes, que se observan cada vez más en la vida del partido en los últimos tiempos, requieren una evaluación cuidadosa y concienzuda. A pesar de todos los intentos que vienen desde arriba para aislar a un determinado sector del partido de las masas de trabajadores y desviarlo del camino correcto partidario, creemos inquebrantablemente en la preservación de la unidad del partido. Por eso queremos exponer aquí con toda franqueza, nitidez e incluso agudeza nuestra visión de las principales causas de los dolorosos fenómenos que amenazan al partido, sin escatimar nada, sin encubrir ni suavizar nada.

1. La burocracia, fuente de fraccionalismo
La causa más importante de las crisis cada vez mayores en el partido es el burocratismo, que ha crecido monstruosamente en el período transcurrido desde la muerte de Lenin y sigue creciendo.
El Comité Central del partido en el poder tiene a su disposición no sólo medios ideológicos y organizativos, es decir, no sólo partidistas, sino también estatales y económicos para influir en el partido. Lenin siempre consideró el peligro de que la concentración del poder administrativo en manos del aparato del partido condujera a una presión burocrática sobre el partido. De ahí surgió la idea de Vladimir Ilich de organizar una Comisión de Control, que aunque no tuviera en sus manos el poder administrativo, tuviera todo el poder necesario para combatir el burocratismo, para defender el derecho de un miembro del partido a expresar libremente su opinión y a votar según su conciencia, sin temor a consecuencias punitivas.
“Una tarea particularmente importante de la Comisión de Control en el momento actual”, dice la resolución de la Conferencia del Partido de enero de 1924, “es combatir la distorsión burocrática en el aparato y en la práctica del partido y pedir responsabilidades a los funcionarios del partido que obstaculizan la aplicación del principio de la democracia obrera en la práctica de las organizaciones del partido (obstaculización de la libertad de expresión en las reuniones, límites no previstos por los estatutos al principio de elegibilidad desde abajo, etc.)”.
Mientras tanto, en realidad -y esto debe decirse en primer lugar- la propia Comisión Central se ha convertido en un órgano puramente administrativo, que ayuda a reprimir a los demás órganos burocráticos, realizando la parte más punitiva del trabajo, persiguiendo todo pensamiento independiente en el partido, toda voz crítica, toda preocupación expresada en voz alta por el destino del partido, todo comentario crítico sobre determinados dirigentes del partido.
“La democracia obrera dentro del partido”, dice la resolución del X Congreso, “se entiende como una forma de organización en la aplicación de la política del partido comunista que asegura que todos los miembros del partido, incluso los más atrasados, participen activamente en la vida del partido, en la discusión de todas las cuestiones que se le planteen, en la resolución de estas cuestiones, así como en la participación activa en la construcción del partido. La forma de democracia obrera excluye cualquier tipo de nombramiento como sistema y encuentra su expresión en la amplia elegibilidad de todas las instancias de abajo a arriba, en su rendición de cuentas, el control, etc.”.
Sólo un régimen de partido imbuido de estos principios puede realmente proteger al partido del fraccionalismo, que es incompatible con los intereses vitales de la dictadura del proletariado. Separar la lucha contra el fraccionalismo de la cuestión del régimen del partido es desvirtuar la esencia del asunto, alimentar las distorsiones burocráticas y, en consecuencia, el fraccionalismo.
La resolución del 5 de diciembre de 1923, adoptada por unanimidad, indica directamente que el burocratismo, al suprimir la libertad de opinión y matar la crítica, inevitablemente «empuja a los miembros conscientes del partido al camino del aislamiento y el fraccionalismo». La exactitud de esta afirmación está total y completamente confirmada por los acontecimientos recientes, especialmente el «asunto» de los camaradas Lashevich, Belenky, Chernyshev y otros. Sería de una ceguera criminal presentar este caso como el resultado de la mala voluntad de un individuo o de un grupo aislado. De hecho, tenemos aquí una consecuencia evidente e incuestionable del rumbo imperante, en el que todo debate es de arriba a abajo, y la base se limita a escuchar y piensa por sí misma sólo en casos aislados y en secreto. Quienes están insatisfechos, en desacuerdo o con dudas, tienen miedo de alzar la voz en las reuniones del partido. La masa del partido sólo escucha el discurso de los dirigentes del partido, que leen una misma hoja de apuntes. La comunicación mutua y la confianza en la dirección se debilitan. En las reuniones reina la oficiosidad y la indiferencia asociada a ella es inevitable. En el momento de la votación, a menudo queda una minoría insignificante: los participantes en las reuniones tienen prisa por marcharse, para no ser obligados a votar por decisiones dictadas de antemano. Todas las resoluciones en todas partes se adoptan por «unanimidad». Todo esto está teniendo un fuerte efecto en la vida interna de las organizaciones del partido. Los miembros del partido tienen miedo de expresar en voz alta sus pensamientos, esperanzas y reivindicaciones más preciados. Esta es la razón del «asunto» del camarada Lashevich y otros.

2. Razones del crecimiento del burocratismo
Es bastante obvio que cuanto más difícil es para la dirección llevar a cabo sus decisiones por los métodos de la democracia partidaria, menos percibe la vanguardia de la clase obrera estas políticas como propias. La divergencia entre la dirección de la política económica y los pensamientos y sentimientos de la vanguardia proletaria aumenta inevitablemente la necesidad de presión y le da a toda la política un carácter administrativo-burocrático. Cualquier otra explicación del crecimiento del burocratismo es secundaria y no cubre la esencia del problema.
El retraso de la industria con respecto al desarrollo económico del país en su conjunto significa, a pesar del crecimiento del número de trabajadores, una disminución del peso del proletariado en la sociedad. El retraso del impacto industrial en la agricultura y el rápido crecimiento de los kulaks reducen el peso social de los trabajadores agrícolas y campesinos pobres en el campo, su confianza en el Estado y en ellos mismos. Retrasar el aumento salarial con respecto al nivel de vida de los elementos no proletarios de la ciudad y la élite rural significa inevitablemente una disminución de la conciencia política y cultural del proletariado como clase dominante. De ahí, en particular, la evidente disminución de la actividad de los trabajadores y de los pobres en las elecciones a los soviets, lo que constituye una gravísima advertencia para nuestro partido.

3. Cuestiones salariales
En los últimos meses se ha estigmatizado como demagógica la idea de que debemos asegurar por todos los medios la preservación de los salarios reales en un período de dificultades económicas, y que a la primera mejora de la situación debemos comprometernos a subirlos más. Sin embargo, esta formulación de la cuestión es la más elemental y obligatoria para un Estado obrero. La masa proletaria, en su núcleo decisivo, tiene la madurez suficiente para comprender lo que es posible y lo que no lo es. Sin embargo, cuando escucha día a día que estamos creciendo económicamente, que nuestra industria se desarrolla rápidamente, que todas las afirmaciones sobre el ritmo insuficiente de desarrollo industrial son falsas, que el desarrollo del socialismo está garantizado de antemano, que cualquier crítica de nuestra dirección económica se basa en el pesimismo, la falta de confianza, etc., pero, por otro lado -se les dice que la exigencia de mantener los salarios reales con la perspectiva de aumentos sistemáticos es demagógica-, los trabajadores no pueden comprender cómo este optimismo oficial en términos de perspectivas generales está ligado con el pesimismo en términos de salarios. Dichos discursos inevitablemente parecen falsos a las masas, socavan su confianza en las fuentes oficiales y dan lugar a una muda ansiedad. De la desconfianza en las reuniones oficiales, los informes y las votaciones, los miembros del partido bastante disciplinados sienten el impulso de averiguar, fuera y al margen del aparato del partido, lo que realmente sienten las masas trabajadoras. Este es el peligro más grave. Pero es necesario atacar no los síntomas de la enfermedad, sino sus raíces, en particular, la actitud burocrática hacia las cuestiones salariales.
El rechazo en el Pleno de abril a la propuesta más legítima y necesaria para asegurar los salarios reales fue un error claro y evidente, que condujo a una reducción real de los salarios. La imposición de un impuesto agrícola sobre una parte de los salarios empeoró aún más la situación. El efecto de estos hechos en la vida y el estado de ánimo de los trabajadores se vio agravado aún más por la incorrecta implementación del «régimen económico». En sí misma, la lucha absolutamente necesaria por una gestión más correcta, más consciente, más cuidadosa de los fondos estatales, debido a una formulación fundamentalmente errónea, principalmente debido a la ausencia de una mirada obrera y campesina en este asunto, ha conducido a una presión mecánica de arriba hacia abajo y, en última instancia, a una presión sobre los trabajadores, además, sobre los estratos y grupos menos protegidos y peor pagados. Este triple error, en la línea de los salarios, el impuesto agrícola y el régimen económico, debe ser resueltamente corregido, y sin demora.
Ahora debemos comenzar los preparativos para aumentar los salarios en otoño, comenzando por las categorías más atrasadas en este ámbito. Esto es perfectamente posible dada la escala actual de nuestra economía y presupuesto, a pesar de todas las dificultades existentes y futuras. Además, es precisamente para superar las dificultades que es necesario ante todo despertar el interés activo de las masas trabajadoras en elevar la fuerza productiva de la industria estatal. Cualquier otra política supondría la mayor miopía, no sólo política sino también económica.
Por tanto, es imposible no reconocer como el mayor error la negativa del presente Pleno de julio tanto a tomar en consideración la cuestión general de las condiciones de los trabajadores, así como a dictar directrices precisas sobre la cuestión excepcionalmente importante de la construcción de viviendas obreras.

4. La cuestión de la industrialización
Este año vuelve a poner de manifiesto con toda claridad que la industria estatal va a la zaga del desarrollo económico nacional en su conjunto. La nueva cosecha de nuevo nos atrapa sin suficientes existencias de bienes industriales. Pero el avance hacia el socialismo sólo está asegurado si el ritmo de desarrollo industrial no va a la zaga del movimiento general de la economía, sino que lo conduce, acercando sistemáticamente al país al nivel técnico de los países capitalistas avanzados. Todo debe estar subordinado a esta tarea, que es igualmente vital tanto para el proletariado como para el campesinado. Sólo bajo la condición de un desarrollo industrial suficientemente potente es posible asegurar tanto un aumento de salarios para los obreros como mercancías más baratas para el campo. Sería absurdo basar en gran medida cualquier tipo de cálculo sobre las concesiones extranjeras, a las que no podemos asignar no sólo un lugar principal, sino tampoco un lugar significativo en nuestra economía, sin socavar el carácter socialista de nuestra industria. La tarea, por tanto, es lograr mediante una correcta política de impuestos, precios, crédito, etc., una distribución de las acumulaciones de la ciudad y del campo en la que la discrepancia entre la industria y la agricultura sea superada lo antes posible.
Si las capas superiores del campo pudieron conservar el grano del año pasado hasta esta primavera, restringiendo así tanto las exportaciones como las importaciones, aumentando el desempleo y elevando los precios al por menor, esto significa que la política económica y fiscal, que les dio a los kulaks la oportunidad de llevar a cabo esa línea contra los obreros y campesinos, era errónea. Una política fiscal correcta -junto con una política de precios correcta- en estas condiciones es el componente más importante de la gestión económica socialista. Varios cientos de millones de rublos acumulados y concentrados en manos de los estratos superiores del campesinado sirven para la esclavización usurera de los pobres. Los comerciantes, intermediarios y especuladores ya han acumulado muchos cientos de millones de rublos, que hace tiempo que se han convertido en miles de millones. Es necesario, a través de una presión fiscal más fuerte, para extraer una parte significativa de estos recursos para alimentar la industria, fortalecer el sistema de crédito agrícola, proporcionar a los estratos más bajos del campo apoyo en forma de maquinaria y equipo en condiciones favorables. La cuestión de la alianza es, en las condiciones actuales, ante todo, la cuestión de la industrialización.
Mientras tanto, el partido ve con alarma cómo la resolución del XIV Congreso sobre industrialización se retrasa cada vez más, del mismo modo que todas las resoluciones sobre la democracia del partido han sido reducidas a la nada. Sobre esta cuestión fundamental, de la que depende la vida y la muerte de la Revolución de Octubre, el partido no puede ni quiere vivir de esquemas burocráticos, que muchas veces no son dictados por los intereses de la causa, sino por los intereses de la lucha fraccional. El partido quiere conocer las cosas, reflexionar sobre ellas, comprobar, decidir. El régimen actual obstaculiza esto. De esta situación surge la distribución secreta de los documentos del partido, el «asunto» Lashevich y otros problemas.

5. Política en el campo
En materia de política agraria, el peligro de un giro hacia los estratos superiores rurales es cada vez más evidente. Ya se escuchan abiertamente voces influyentes a favor de poner la dirección real de las cooperativas agrícolas en manos de un campesino medio “poderoso”, que las contribuciones del kulak se mantengan en el más absoluto secreto, que a los deudores descuidados o ineficaces, es decir, a los campesinos pobres, hay que hacerles vender los aperos que más necesitan, etc., etc. La alianza con el campesino medio se está convirtiendo cada vez más en una orientación hacia el campesino medio «acomodado», que a menudo es el hermano menor del kulak.
Una de las primeras tareas del Estado socialista es sacar a los campesinos pobres de la situación de desesperanza mediante la formación de cooperativas. La insuficiencia de los recursos del propio Estado socialista hace imposible realizar cambios drásticos de forma inmediata. Pero esto no da derecho a cerrar los ojos ante el estado real de las cosas, a llenar los oídos de los campesinos pobres con sermones sobre la superación de su psicología dependiente y a favorecer, al mismo tiempo, al kulak. Este enfoque, cada vez más común en nuestro partido, amenaza con cavar un abismo entre nosotros y nuestro principal pilar en el campo, los pobres. Y sólo si el vínculo entre el proletariado y los campesinos pobres es inquebrantable, es posible que formen una alianza entre ellos debidamente organizada con los campesinos medios, es decir, una alianza en la que la dirección pertenezca a la clase obrera. Mientras tanto, el hecho es que las decisiones del pleno de octubre del año pasado sobre la organización de los pobres hasta ahora apenas han encontrado aplicación en el trabajo de nuestras organizaciones locales. El hecho es que incluso en la parte superior de la administración hay un deseo perceptible por hacer a un lado o reemplazar a la parte comunista o pobre de los cuadros de la cooperación agrícola por campesinos medios «poderosos». El hecho es que, bajo el pretexto de una alianza entre los campesinos pobres y los campesinos medios, observamos muy a menudo la subordinación política de los campesinos pobres a los campesinos medios y, a través de ellos, a los kulaks.

6. Distorsiones burocráticas del Estado obrero
El número de trabajadores en la industria estatal aún no ha alcanzado 2 millones, junto con el transporte, menos de 3 millones. Los funcionarios soviéticos, profesionales, cooperativistas y todos los demás oficinistas no son menos. Esta comparación por sí sola atestigua el colosal papel político y económico de la burocracia. Es bastante obvio que el aparato estatal, en su composición y nivel de vida, es en gran parte burgués y pequeñoburgués y se aleja del proletariado y del campesinado pobre, por un lado, hacia la intelectualidad asentada, y por el otro, hacia el arrendatario, el comerciante, el kulak, el nuevo burgués. ¡Cuántas veces Lenin nos recordó las deformaciones burocráticas del aparato estatal y la necesidad de los sindicatos para proteger a menudo a los trabajadores del Estado soviético! Pero es precisamente en este terreno donde el burócrata del partido está infectado con el autoengaño más peligroso, como se expresa claramente en el discurso del camarada Molotov en la XIV Conferencia Provincial del Partido de Moscú (Pravda, 13 de diciembre de 1925): «Nuestro Estado», dijo, «es un Estado obrero… Pero se nos ofrece una fórmula según la cual lo más correcto sería decir esto: hay que acercar aún más a la clase obrera a nuestro Estado… ¿Cómo es eso? Debemos ponernos la tarea de acercar a los trabajadores a nuestro Estado, y de qué tipo es nuestro Estado, ¿de quién es? ¿No es de los trabajadores? ¿No es el Estado del proletariado? ¿Cómo es posible acercar a los trabajadores al Estado, es decir, cómo acercar a los propios trabajadores, a la clase obrera, que está en el poder y controla el Estado?” Estas llamativas palabras niegan la tarea misma de la lucha de la vanguardia proletaria por la subordinación real, ideológica y política del aparato estatal. Qué gigantesca distancia separa esta posición del punto de vista de Lenin, quien en sus últimos artículos escribió que nuestro aparato estatal “sólo ha sido ligeramente retocado en la superficie, pero en todos los demás aspectos es la más típica reliquia de nuestro viejo aparato estatal”. Naturalmente, una lucha real, seria y no fingida contra el burocratismo ahora es percibida por otros como un obstáculo, como una disputa, como un fraccionalismo.

7. Distorsiones burocráticas del aparato del partido
En 1920, la Conferencia del Partido, bajo la dirección de Lenin, consideró necesario «señalar la inadmisibilidad del hecho de que los órganos del partido o los camaradas individualmente al movilizar a los camaradas se guiaran por consideraciones distintas de las del asunto que se tratase. Es inaceptable cualquier tipo de represión contra camaradas por ser disidentes en una u otra cuestión decidida por el partido». Toda la práctica actual contradice esta regla en todo momento. La auténtica disciplina se rompe y se reemplaza por la subordinación a personas influyentes del aparato. Los camaradas, en quienes el partido puede confiar en los días más difíciles, los cuadros, son expulsados de las filas del partido en número cada vez mayor, son trasladados, exiliados, perseguidos y reemplazados en todas partes por personas al azar, que nunca han sido puestas a prueba, pero que se distinguen por la obediencia silenciosa. Estos graves defectos burocráticos del régimen del partido son los que han convertido en acusados a los camaradas Lashevich y Belenky, a quienes el partido conoce desde hace más de dos décadas como miembros leales y disciplinados. La acusación contra ellos es, por lo tanto, una acusación contra las deformaciones burocráticas del aparato del partido.
La importancia de un aparato centralizado fuertemente unido en el partido bolchevique no necesita explicación. Sin esta columna vertebral, la revolución proletaria hubiera sido imposible. El aparato del partido está formado en su mayor parte por miembros del partido leales y desinteresados que no tienen otra motivación que la lucha por los intereses de la clase obrera. Con un régimen correcto y una adecuada distribución de fuerzas, estos mismos trabajadores habrían ayudado a llevar a cabo la democracia partidaria con éxito.

8. El burocratismo y la vida cotidiana de la militancia de base
El burocratismo golpea duramente a las masas trabajadoras en todas las esferas: partidista, económica, cotidiana y cultural.
Sin duda, la composición social del partido ha mejorado en los últimos años. Pero al mismo tiempo, ha quedado claro que el mero aumento del número de trabajadores en el partido, incluso el número que procede directamente de la base, está lejos de asegurar al partido contra los peligros burocráticos y de otro tipo. De hecho, el peso relativo del militante de base del partido bajo el régimen actual es extremadamente pequeño, a menudo prácticamente nulo.
La vida de la juventud obrera y campesina es la más gravemente afectada por el régimen burocrático. En las condiciones de la NEP, la juventud que no conoce la experiencia de la vieja lucha de clases sólo puede desarrollarse en el bolchevismo a través de un trabajo independiente de pensamiento, crítica y verificación. Vladimir Ilich advirtió más de una vez sobre la necesidad de una actitud particularmente atenta y cuidadosa al tratar los procesos ideológicos entre la juventud. Pero el burocratismo hace lo contrario: toma el desarrollo de la juventud como un tornillo de banco, empuja las dudas hacia su interior, socava la crítica y, por lo tanto, establece la incredulidad, la decadencia, por un lado, y el arribismo, por el otro. En la cúpula de la Unión de la Juventud, el burocratismo se ha desarrollado extraordinariamente en el último período, haciendo surgir muchos burócratas, de las filas de la juventud, precozmente. De ahí el creciente desplazamiento de elementos proletarios, trabajadores agrícolas y campesinos pobres de la dirección de la Unión de la Juventud por intelectuales, pequeñoburgueses, quienes se adaptan más fácilmente a las necesidades de la dirección burocrática, pero están más separados de las masas trabajadoras y campesinas bajas. Para asegurar una línea proletaria adecuada en el Komsomol, al igual que en el partido, es necesario un giro de timón hacia la democratización, es decir, hacia la creación de condiciones en las que la juventud pueda trabajar, pensar, criticar, tomar decisiones y llegar a la madurez revolucionaria, bajo la dirección del partido.
El régimen burocrático se está incrustado como el óxido en la vida de cada fábrica y taller. Si los miembros del partido se ven privados del derecho de criticar al comité de distrito, al comité provincial o al Comité Central, en la fábrica se les priva de la oportunidad de criticar a los «jefes» más cercanos. Se intimida a los miembros del partido. Un funcionario que, como persona “leal”, ha logrado asegurar el apoyo del secretario de una organización de mayor rango, se asegura así contra las críticas desde abajo y, a menudo, también contra la responsabilidad por mala gestión o por un comportamiento abiertamente autocrático.
En la economía socialista en construcción, la condición principal para el gasto económico de los fondos públicos es el control vigilante por parte de las masas, sobre todo de los obreros de las fábricas y de los talleres. Mientras no puedan hablar abiertamente contra el desorden y los abusos, denunciando a los responsables por su nombre, sin temor a ser inscritos en la oposición, en los «disidentes», en los alborotadores, a ser expulsados de la célula y hasta de la fábrica, hasta entonces la lucha por el régimen económico, o por la mayor productividad laboral, inevitablemente se desarrollará por líneas burocráticas, es decir, la mayoría de las veces atacará los intereses vitales de los trabajadores. Esto es exactamente lo que se observa ahora.
La ineficacia y la dejadez a la hora de fijar los salarios y las normas de trabajo, que golpea severamente al trabajador, es, en nueve de cada diez casos, el resultado directo de la indiferencia burocrática a los intereses más elementales de los trabajadores y de la propia producción. A esto hay que añadir también el retraso en el pago de salarios, es decir, la relegación a un segundo plano de lo que debería ser la primera preocupación.
La cuestión de los llamados excesos de los de arriba está totalmente relacionada con la represión de la crítica. Se escriben muchas circulares contra los excesos. Se hacen muchos «asuntos» contra ellos en las comisiones de control. Pero las masas desconfían de este tipo de lucha burocrática contra los excesos. Aquí, también, sólo hay una salida: las masas no deben tener miedo de decir lo que piensan.
Dónde se discuten todas estas cuestiones candentes. No en las reuniones oficiales del partido, sino al margen, entre bastidores, siempre con miedo. De estas condiciones insoportables surgió el caso del camarada Lashevich y otros. La principal conclusión de este «asunto» es que hay que cambiar las condiciones.

9. Lucha por la paz
El desarrollo del movimiento revolucionario mundial sobre la base de la solidaridad fraternal de los trabajadores es la principal garantía de la inviolabilidad de la Unión Soviética y la posibilidad para nosotros de un desarrollo socialista pacífico.
Sin embargo, sería un error desastroso despertar o mantener directa o indirectamente entre las masas de trabajadores la esperanza de que los socialdemócratas o los amsterdistas, en particular el Consejo General encabezado por Thomas y Purcell, están dispuestos o son capaces de luchar contra el imperialismo, las intervenciones militares, etc. Los conciliadores británicos, los líderes que tan vilmente traicionaron a sus propios trabajadores durante la huelga general y que ahora completan su traición en la huelga de los mineros, traicionarán al proletariado británico, y con él a la Unión Soviética y a la causa de la paz, aún más vergonzosamente en un momento de peligro militar. En la instrucción más notable de nuestra delegación en La Haya, Lenin explicó que sólo un desenmascaramiento despiadado de los oportunistas a los ojos de las masas puede impedir que la burguesía coja desprevenidos a los obreros cuando intente de nuevo provocar una guerra. «Lo más importante será refutar la opinión», escribió Lenin sobre los «pacifistas» de Amsterdam en La Haya, «de que los delegados a la Conferencia son opositores a la guerra, como si comprendieran cómo la guerra puede y debe caerles encima en el momento más inesperado, como si fueran de algún modo conscientes del método de lucha contra la guerra, como si fueran de algún modo capaces de adoptar medidas razonables y eficaces para combatir la guerra». Lenin llamó especialmente la atención del partido sobre el hecho de que en «la cuestión de la lucha contra la guerra», incluso los discursos de muchos comunistas contienen «declaraciones monstruosamente equivocadas y frívolas». “Creo”, escribió, “que estas declaraciones, especialmente si se hacen después de la guerra, deben ser sometidas a una crítica decidida y despiadada, mencionando a cada uno de esos oradores. Se puede suavizar la crítica a un orador, especialmente si las circunstancias lo exigen, pero no se debe dejar pasar por alto ningún caso, pues una actitud frívola ante esta cuestión es un mal que supera a todos los demás y ante la cual es absolutamente imposible ser indulgente”. Estas palabras de Lenin deben revivir en la conciencia de nuestro propio partido y de todo el proletariado internacional. Debe decirse públicamente que los Thomas, los MacDonald, los Purcell son tan poco capaces de prevenir un ataque imperialista como los Tseretelli los Dans y los Kerensky, que no pudieron detener la masacre imperialista.
Una poderosa condición para la defensa de la Unión Soviética y, por lo tanto, para el mantenimiento de la paz, es el vínculo inseparable entre el creciente y fortalecido Ejército Rojo y las masas trabajadoras de nuestro país y del mundo entero. Todas las medidas económicas, políticas y culturales que aumenten el papel de la clase obrera en el Estado, fortalezcan sus vínculos con los trabajadores agrícolas y los pobres y su alianza con los campesinos medios, fortalecen al Ejército Rojo, aseguran la inviolabilidad del país de los soviets y fortalecen la causa de la paz.

10. Komintern
Enderezar la línea de clase del partido significa enderezar su línea internacional. Debemos desechar todas las dudosas innovaciones teóricas que presentan las cosas como si la victoria de la construcción socialista en nuestro país no estuviera indisolublemente ligada al curso y resultado de la lucha del proletariado europeo y mundial por el poder. Estamos construyendo y seguiremos construyendo el socialismo. El proletariado europeo luchará por el poder. Los pueblos coloniales luchan por la independencia. Es un frente común. Cada destacamento en cada sección debe dar el máximo de lo que puede dar, sin esperar la iniciativa de los demás. El socialismo triunfará en nuestro país en conexión inseparable con la revolución del proletariado europeo y mundial y la lucha del Este contra el yugo imperialista.
La cuestión de la Komintern, de la orientación de su política, de su régimen interno, está, a su vez, indisolublemente ligada al régimen de nuestro partido, que ha sido y sigue siendo el partido dirigente de la Komintern. Cada cambio en nuestro partido se transmite inevitablemente a los partidos de la Internacional. Tanto más imperativo es una auténtica verificación bolchevique de nuestra línea desde el punto de vista internacional.
El XIV Congreso reconoció la necesidad de una participación más independiente de los partidos extranjeros en la labor de dirección de la Komintern. Sin embargo, esta resolución, como otras, se queda en el papel. Y no por casualidad. La resolución de las cuestiones en disputa de la Komintern por medios políticos y organizativos normales sólo es posible si hay un régimen normal en nuestro propio partido. La resolución mecánica de cuestiones controvertidas amenaza cada vez más con debilitar la cohesión interna de los partidos comunistas y sus estrechos lazos entre sí. En el campo de la Komintern, necesitamos un giro decisivo hacia los caminos que fueron trazados por Lenin y probados bajo su dirección.

11. Sobre el fraccionalismo
Durante los dos años anteriores al XIV Congreso hubo un «Septemvirato» fraccional que incluía a seis miembros del Politburó y al presidente de la Comisión Central de Control, el camarada Kúibyshev. En secreto, esta camarilla fraccional decidía todas las cuestiones que estaban en el orden del día del Politburó y del Comité Central, y resolvió de forma unilateral una serie de cuestiones que no fueron sometidas en absoluto al Politburó. Realizaba las tareas del partido de forma fraccional, y sus miembros estaban sujetos a la disciplina interna de la fracción. Junto con el camarada Kuibyshev, los mismos dirigentes de la Comisión Central de Control, como el camarada Yaroslavsky, el camarada Yanson y otros, que están librando una lucha despiadada contra las “fracciones” y los “agrupamientos”, participaron en el trabajo del «Septemvirato».
Indudablemente existe una cúpula fraccional similar después del XIV Congreso. Se están realizando reuniones secretas en Moscú, Leningrado, Jarkov y otros grandes centros, organizadas por una parte de la cúpula del aparato del partido, a pesar de que todo el aparato oficial está en sus manos. Estas reuniones secretas sobre cuestiones especiales son reuniones puramente fraccionales. En ellas se leen documentos secretos, por cuyo simple traslado se expulsa del partido a todo aquel que no pertenece a esta fracción.
La afirmación de que la «mayoría» no puede ser una fracción es obviamente absurda. La interpretación y aplicación de las decisiones del congreso debe llevarse a cabo dentro del marco de los órganos normales del partido, y no decididos de antemano por parte de la fracción gobernante a espaldas de las instituciones normales. La fracción gobernante tiene su propia minoría, lo que pone la disciplina de fracciones por encima de la disciplina de partido. El objetivo de toda esta maquinaria fraccional es impedir que el partido introduzca cambios en la composición y política del aparato del partido mediante medios normales, previstos en los estatutos. Cada día que pasa esta organización fraccional amenaza cada vez más la unidad del partido.
La profunda insatisfacción con el régimen del partido establecido tras la muerte de Lenin, incluso una mayor insatisfacción con los cambios de política, inevitablemente dan lugar a discursos de oposición y acaloradas discusiones. Mientras tanto, el grupo dirigente, en lugar de aprender de hechos cada vez más claros y enderezar la línea, exacerba sistemáticamente los errores del burocratismo.
Ya no puede haber ninguna duda de que el núcleo principal de la oposición de 1923, como lo ha revelado la evolución de la fracción ahora en el poder, advirtió correctamente sobre los peligros de un alejamiento de la línea proletaria y del crecimiento amenazante del régimen del aparato. Mientras tanto, decenas y centenares de dirigentes de la oposición de 1923, entre ellos numerosos viejos obreros bolcheviques, curtidos en la lucha, ajenos al arribismo y al servilismo, a pesar de toda la moderación y disciplina que mostraron, permanecen hasta el día de hoy excluidos del trabajo del partido.
La represión contra los cuadros principales de la organización de Leningrado después del XIV Congreso no pudieron sino despertar la mayor alarma entre la mejor capa de obreros pertenecientes a nuestro partido y que están acostumbrados a mirar a los trabajadores comunistas de Leningrado como la vanguardia proletaria más experimentada. En un momento en que la necesidad de rechazar el creciente peligro kulak era ya bastante urgente, el grupo dirigente se lanzó contra la vanguardia de los trabajadores de Leningrado, que sólo era culpable de advertir del peligro del kulak. Cientos de los mejores trabajadores fueron expulsados de Leningrado. Miles de trabajadores comunistas, que constituían el mejor activo de la organización de Leningrado, fueron excluidos de una forma u otra del trabajo del partido. La corrección política de estos trabajadores de Leningrado está ahora en general clara para todos los miembros conscientes del partido. La herida infligida a la organización de Leningrado sólo puede cicatrizar como resultado de un cambio radical en el régimen interno del partido.
Sin embargo, si las cosas continúan por el mismo camino que hasta ahora, no cabe duda de que no sólo en Moscú y Leningrado se necesitarán cada vez más presión, purgas y expulsiones, sino que otras regiones y centros proletarios, como el Donbass, Bakú y los Urales, tendrán que ser diezmados por una mayor represión.
En nada se expresa tan claramente la renuncia a Lenin como en el deseo de alejarse de la evaluación bolchevique de los peligros del curso actual del partido con la ayuda de la palabra «menchevismo». Es precisamente con este enfoque que la parte ideológica más anquilosada de los «líderes» se delata con creces. El menchevismo, confiado en la inevitabilidad de la degeneración capitalista de la Unión Soviética, basa todos sus cálculos en una ruptura entre la clase obrera y el Estado soviético, así como los socialrevolucionarios cuentan con una ruptura del campesino «fuerte»con el Estado soviético. De hecho, el menchevismo, como agencia de la burguesía, solo podía esperar salir de la insignificancia por un tiempo si la brecha entre la clase obrera y el Estado soviético comenzara a ensancharse. Para evitar esto, primero se debe ver claramente esta brecha en el momento de su aparición, y no cerrar los ojos ante ella, como hacen los burócratas que niegan la necesidad misma de trabajar en la tarea de acercar el Estado soviético a la clase obrera y las clases pobres rurales. El embellecimiento de la realidad, el optimismo burocrático sobre cuestiones económicas generales y el pesimismo sobre los salarios, la falta de voluntad para ver al kulak y, al mismo tiempo, complacer al kulak, la insuficiente atención al campesinado pobre, las tácticas de presión especialmente burdas en los centros obreros, la falta de voluntad para comprender las recientes elecciones soviéticas -todo esto significa una preparación real, y no sólo verbal, del terreno para las influencias mencheviques y socialrevolucionarias.
Es un gran autoengaño pensar que tomando mecánicamente represalias contra la llamada oposición, será posible ampliar el marco de la democracia partidaria. Basándose en toda su experiencia, el partido ya no puede creer esta leyenda adormecedora. Las técnicas de represión mecánica, los nuevos despidos, las nuevas expulsiones del partido y las nuevas tácticas de presión aplicadas al partido en su conjunto están provocando nuevas grietas y fisuras. Este sistema inevitablemente limita el liderazgo superior, reduce la autoridad de la dirección y, por lo tanto, obliga al reemplazo de la autoridad ideológica por la aplicación doble y triple de la presión. El partido debe detener a toda costa este pernicioso proceso. Lenin demostró que dirigir firmemente el partido no significa estrangularlo.

12. Por la unidad
No cabe la menor duda de que el partido es perfectamente capaz de hacer frente a todas las dificultades. Sería una locura pensar que no hay salida para el partido por el camino de la unidad. Hay una salida, y además, solo por el camino de la unidad. Para ello es necesaria una actitud bolchevique cuidadosa y honesta ante las cuestiones planteadas. Estamos en contra de la discusión «perenne», estamos en contra de la fiebre por las discusiones. Tales discusiones, impuestas al partido desde arriba, le cuestan demasiado al partido. En su mayor parte, aturden al partido, solo en una medida muy pequeña lo convence y enriquece ideológicamente.
Hacemos un llamamiento al Pleno del Comité Central con una propuesta para restaurar mediante esfuerzos conjuntos un régimen en el partido que permita resolver todas las cuestiones en disputa en plena conformidad con todas las tradiciones del partido, con los sentimientos y pensamientos de la vanguardia proletaria. La democracia partidaria sólo es posible sobre esta base. Un liderazgo colectivo sano sólo es posible sobre la base de la democracia partidaria. No hay otro camino. En la lucha y en el trabajo por este único camino correcto, nuestro apoyo incondicional está garantizado al Comité Central plena y completamente.

I Bakaev, G Pyatakov, G Lizdin, N Avdeev, M Lashevich, G Zinóviev, N Muralov, N Krúpskaya, A Peterson, L Trotsky, V Soloviev, L Kámenev, G Evdokimov.

Declaración adicional

La cuestión del llamado “asunto” del camarada Lashevich, que, según la decisión del Politburó del 24 de junio, se incluyó en el orden del día del presente Pleno, inesperadamente, en el último momento, por decisión del Presidium de la Comisión Central de Control del 20 de julio, se convirtió en el “asunto” del camarada Zinóviev. Consideramos necesario, en primer lugar, manifestar que en el proyecto de resolución del Presidium de la Comisión Central de Control no hay un solo hecho, ni un solo informe, ni una sola sospecha que no se hubiera conocido hace seis semanas, cuando el Presidium de la Comisión Central de Control emitió una decisión sobre el «asunto» del camarada Lashevich y otros. En aquel documento, el nombre del camarada Zinóviev no fue mencionado. Sin embargo, el último proyecto de resolución ya establece categóricamente que «todos los hilos» conducen al camarada Zinóviev como presidente de la Komintern, quien supuestamente usó el aparato de la Komintern con fines fraccionales. Esta cuestión, como está perfectamente claro para todos, no se decidió en el Presidium de la Comisión Central de Control, sino en el grupo fraccional cuyo jefe es el camarada Stalin. Tenemos ante nosotros una nueva etapa en la implementación de un plan largamente esbozado y llevado a cabo sistemáticamente.
Ya poco después del XIV Congreso, hubo conversaciones persistentes en círculos relativamente bien informados de cuadros del partido, cuya fuente era la Secretaría del Comité Central, sobre la necesidad de reorganizar el Politburó en el sentido de prescindir de una serie de camaradas que habían participado en la dirección bajo Lenin y sustituirlos con nuevos elementos que pudieran constituir un apoyo adecuado para el papel dirigente del camarada Stalin. Este plan contó con el apoyo del grupo estrechamente unido de los partidarios más cercanos del camarada Stalin, sin embargo, encontró resistencia de otros elementos que no pertenecían a ningún tipo de «oposición».
Esto explica la decisión del grupo dirigente de llevar a cabo el plan poco a poco, aprovechando cada etapa apropiada.
La ampliación del Politburó, con el paso simultáneo del camarada Kámenev a miembro candidato, fue el primer paso hacia la reorganización radical de la dirección del partido, que había sido planeada de antemano. El objetivo de dejar a los camaradas Zinóviev y Trotsky en el Politburó ampliado y, entre los candidatos, al camarada Kámenev, pretendía dar al partido la impresión de que se conservaba el viejo núcleo principal y así calmar cualquier sentimiento de alarma sobre la dirección central.
Sólo un mes y medio o dos meses después del congreso, junto con la continuación de la lucha contra la «nueva oposición», se abrió un nuevo capítulo en la lucha contra el camarada Trotsky simultáneamente en diferentes lugares, principalmente en Moscú y Járkov, como si fuera bajo una señal. Durante este período, los dirigentes de la organización de Moscú hablaron abiertamente en varias reuniones de que el siguiente golpe debía asestarse contra el camarada Trotsky. Algunos miembros del Politburó y de la Comisión Central de Control, que de ninguna manera pertenecían a la «oposición», expresaron su desaprobación por el comportamiento de los dirigentes de la organización de Moscú, y para nadie era un secreto que la Secretaría del Comité Central estaba tras los líderes de Moscú. Durante este período, la cuestión de la próxima expulsión del camarada Trotsky del Politburó se discutió en círculos bastante amplios del partido, no solo en Moscú, sino también en varios otros lugares.
El caso presentado contra el camarada Lashevich, en esencia, no introdujo nada nuevo en el plan principal para la reorganización de la dirección del partido, pero impulsó al grupo estalinista a realizar algunos cambios en los métodos para llevar a cabo el plan. Si hasta hace muy poco estaba previsto dar el primer golpe al camarada Trotsky, postergando la cuestión del camarada Zinóviev para la siguiente etapa, a fin de acostumbrar gradualmente al partido a la nueva dirección, situándolo ante cada nuevo cambio parcial, como ante un hecho consumado; luego el «asunto» del camarada Lashevich y Belenky y otros, debido a sus estrechos vínculos con el camarada Zinóviev, impulsó al grupo de cabeza a cambiar las líneas y dirigir el siguiente golpe al camarada Zinóviev. Que no se llegó a este cambio de planes sin titubeos y resistencias se desprende del hecho de que, como ya se ha dicho más arriba, la decisión inicial de la Comisión Central de Control sobre el «asunto» del de camarada Lashevich no planteaba en absoluto la cuestión del camarada Zinóviev, aunque todos los elementos del «asunto» enumerados en el nuevo proyecto de resolución del Presidium de la CCC estaban presentes desde el momento en que se inició el procedimiento contra el camarada Lashevich.
La propuesta presentada en el último momento -destituir al camarada Zinóviev del Politburó- fue dictada por el grupo central de Stalin como una etapa en el camino hacia la sustitución de la antigua dirección del partido leninista por una nueva dirección estalinista. El plan se sigue implementando poco a poco. El camarada Trotsky permanece en el Politburó por el momento, en primer lugar, para que el partido pueda pensar que el camarada Zinóviev realmente está siendo destituido en relación con el «asunto Lashevich», y, en segundo lugar, para no despertar una alarma excesiva en el partido, con medidas demasiado bruscas. Sin embargo, no puede haber duda de que la cuestión del camarada Trotsky, como la del camarada Kámenev, ha sido resuelta de antemano por el núcleo estalinista, en el sentido de separarlos de la dirección, y que la ejecución de esta parte del plan sigue siendo sólo una cuestión de técnica organizativa y de pretextos adecuados, reales o imaginarios.
Se trata de un cambio radical en la dirección del partido. El significado político de este cambio se aprecia plenamente en nuestra declaración principal, redactada antes de que el «asunto» del camarada Lashevich se convirtiera en el «asunto» del camarada Zinóviev. Solo queda agregar aquí que el alejamiento claramente visible de la línea leninista se habría desarrollado incomparablemente más decisivamente de manera oportunista si la reorganización de la dirección esbozada por el grupo estalinista se hubiera llevado a cabo. Junto con Lenin, que formuló con claridad y precisión su pensamiento en el documento conocido como «testamento», nosotros, sobre la base de toda la experiencia de los últimos años, estamos profundamente convencidos de que la política del camarada Stalin y su grupo amenaza al partido con una mayor fragmentación de los cuadros principales, así como con un mayor alejamiento de la línea de clase. La cuestión es sobre la dirección del partido, sobre la línea del partido, sobre el destino del partido.
Por lo anterior, rechazamos categóricamente la propuesta fraccional y profundamente dañina del Presidium de la Comisión Central de Control.

Las mismas firmas.
L. Trotsky.


(1) Traducida desde https://istmat.org/ y https://sites.google.com/site/sozialistischeklassiker2punkt0/; que la toman de RGASPI y de the Challenge of the Left Opposition (1926-1927), New York 1980, p. 74-92.