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La Conferencia de las tres Internacionales

Diego Farpón

El 2 de abril de 1922 comenzó una importante conferencia en Berlín. Hasta el día 5 estuvieron reunidos los Comités Ejecutivos de la II Internacional, la Unión de Viena y la III Internacional, así como el Partido Socialista Italiano, que no pertenecía a ninguna de las tres Internacionales.
El tercer día, y tras un retraso de casi seis horas, se volvió a reunir la Conferencia, una vez que el “grupo de los nueve” había, al fin, alcanzado una resolución conjunta, en nombre de los Ejecutivos.
Se trataba, en un momento de avance del capital, de agrupar al conjunto del proletariado mundial bajo una serie de acciones unitarias.
Este es el informe de la Conferencia, que fue publicado en el mismo 1922 por el Partido Laborista inglés. Traducido desde Memorial University of Newfoundland, pp. 5-87.


Sesión General de los Comités Ejecutivos de las tres organizaciones internacionales

Primer día

Domingo, 2 de abril de 1922, 11:45 horas, en el Reichstag, Berlín, sala 25.
Preside: Friedrich Adler (Austria).

Intervención de Friedrich Adler

Adler abrió la reunión a las 11:45 h., dijo:
Camaradas, la reunión está abierta.
Antes de comenzar la Conferencia hay que tratar uno o dos detalles técnicos. Los representantes de los tres Ejecutivos se reunieron ayer y hoy para llegar a un acuerdo al respecto. Han acordado que cada uno de los tres Ejecutivos dispondrá de diez delegados, que tendrán derecho a voto. Además, todos los miembros de los Ejecutivos serán admitidos como invitados.
Tras un debate, se ha decidido: admitir además a la prensa general en la presente sesión.
Tengo además que anunciar que se ha decidido no admitir en la Conferencia a ningún partido que no esté afiliado a una de las tres Ejecutivas, con la única excepción del Partido Italiano, por la razón práctica de que se ha sugerido por muchas partes que la Conferencia Internacional propuesta tenga lugar en Italia. El Partido Italiano tendrá entonces derecho a un representante, que participará en los debates, y a dos representantes como invitados, al igual que los demás miembros de las Ejecutivas.
También tengo que deciros que la Presidencia se ha dispuesto de modo que cada una de las tres Ejecutivas nombre a un camarada. La Segunda Internacional ha nombrado al camarada Tom Shaw; la Tercera, a la camarada Clara Zetkin, y la Unión Internacional de Trabajadores me ha nombrado a mí. Estos tres camaradas, por lo tanto, conducirán los procedimientos.
Lista de delegados
Los delegados presentes son;
Segunda Internacional:
Como delegados: Camille Huysmans, Emile Vandervelde (Bélgica); Stauning (Dinamarca); Otto Wels (Alemania); Harry Gosling, Ramsay MacDonald, Tom Shaw (Inglaterra); Tseretelli (Georgia); W N Vliegen (Holanda); Gustav Moeller (Suecia).
Como invitados; Henri de Man (Bélgica); Adolf Braun, Dr. Liitkens, Viktor Schiff (Alemania); E. Bevin, Marguerite Cox, William Gillies (Inglaterra). Unión Internacional de Trabajadores de Partidos Socialistas:
Como delegados: Arthur Crispien (Alemania); R. C. Wallhead (Inglaterra); Paul Faure, Jean Longuet (Francia); Bruno Kalnin (Letonia); Friedrich Adler, Otter Bauer (Austria); Julius Martov (Rusia); Robert Grimm (Suiza); Karl Cermak (Checoslovaquia).
Como invitados; Wilhelm Dittman (Alemania); Alexander Bracke, Compere-Morel (Francia); B. Locker, S. Kaplansky (Poale-Zion) ; R. Abromovitch, Alexander Schreider (Rusia).
Tercera Internacional:
Como delegados; Klara Zetkin (Alemania); L. O. Frossard, Rosmer (Francia); Katayama (Japón); Stojanowits (Jugo-Eslavia); Warski (Polonia); N. Bucharin, Karl Radek (Rusia); Bohumil-Smeral (Checo-Eslovaquia).
Como invitados: Bujanowicz, Vujovits (Jugo-Eslovaquia).
Por parte del Partido Socialista Italiano
Representante que puede participar en los debates: Serrati.
Como invitados: Adelchi Baratono; Domenico Fioritto.
¡Camaradas! La Conferencia que se reúne hoy es un experimento. Es un intento de llegar a un acuerdo, a un entendimiento dentro de límites muy definidos; nadie de los aquí presentes se hará ilusiones sobre la extensión de esos límites. Hemos convocado esta Conferencia con la creencia de que ha llegado el momento en que es posible hacer este experimento. Si este experimento tendrá éxito, la experiencia nos lo dirá. Pero el mero hecho de que la Conferencia se haya reunido, lo que hace poco tiempo habría parecido imposible, es ya una medida del éxito. Sólo los resultados de la Conferencia podrán demostrarlo.
Diferencias
Nosotros, los de la Unión Internacional de Partidos Socialistas, hemos emprendido este experimento sabiendo que la posición del proletariado mundial es tal que es imperativo, a pesar de todas las diferencias que puedan existir, intentar unir sus fuerzas para ciertos fines y acciones concretas. No nos hacemos ilusiones, sabemos que cada uno de los tres grupos aquí presentes entró en esta Conferencia con considerables reservas, que presentarán estas reservas, y puedo decir en mi discurso de apertura que nosotros también, que iniciamos esta Conferencia, explicaremos a través de nuestro representante, Paul Faure, en una breve declaración, nuestros puntos de vista con respecto a la Conferencia, qué dificultades vemos en el camino y qué reservas tenemos que hacer. Cada una de las tres partes expondrá su punto de vista.
Entendemos desde el principio que la unidad para una acción definida no puede obtenerse pasando por alto las diferencias que existen entre nosotros; tampoco puede nacer de una aparente armonía y unidad, sino del claro reconocimiento de las inevitables diferencias que existen entre el proletariado mundial en la actualidad. A pesar de estas diferencias, se puede intentar dirigir el camino hacia una acción común dentro de límites definidos.
Fusión no
Me gustaría dejar claro un punto, que todos los que seguimos el curso de los acontecimientos comprenderemos, y es que no forma parte de nuestra tarea actual tratar de llevar a cabo ninguna fusión de las tres organizaciones internacionales aquí representadas, ni ocuparnos en modo alguno de tales cuestiones de organización. No sabemos si eso será posible en un futuro más lejano. Todos nos damos cuenta, creo, de que las dificultades actuales del proletariado hacen imposible una organización común; pero tal vez -y éste es el objetivo de esta Conferencia- pueda llegarse a cierta acción común.
También nos damos cuenta de que las tres organizaciones que se han reunido aquí, plenamente conscientes de las dificultades, se han reunido con el propósito, no de establecer la unidad de organización, sino de considerar si es posible llegar a la acción.
Necesidad de una acción unida
Creo que todos los que estamos aquí sentimos que la acción común por parte del proletariado nunca ha sido más urgente que en este momento. Por poderosas que sean las diferencias entre nosotros, por mucho que sintamos día a día esas diferencias y nos veamos obligados día a día a oponernos a camaradas de una u otra sección, aun así sabemos que por encima de todas esas diferencias, y más fuerte que cualquier pequeña diferencia, la increíble angustia del proletariado mundial que es el resultado de la guerra mundial -las terribles condiciones de miseria causadas por la depreciación de la moneda y la necesidad económica, por una parte, y el aumento del desempleo en los lugares con una moneda alta, por otra-, esta necesidad urgente del proletariado mundial ha producido entre ellos, junto a su interés por las cuestiones teóricas, un deseo imperioso de unidad de acción en las tareas inmediatas del día a día.
Génova
Creo que puedo decir que la razón principal que nos ha reunido y ha decidido esta fecha para la Conferencia es que la Internacional del imperialismo capitalista está reuniéndose ahora en una conferencia en Génova, cuyas posibilidades vemos con gran escepticismo. Allí se intentará, por una parte, imponer nuevas y pesadas cargas al proletariado de todos los países y, por otra, amenazar con nuevos desarrollos bélicos.
En oposición a esta Conferencia de Génova y a los peligros que entraña, todos hemos dicho, y los tres Ejecutivos lo han dicho con el mismo énfasis, que hay que intentar ver si es posible establecer contra esta marea de la reacción capitalista un grupo unido de Partidos proletarios representativos de diferentes tendencias para llevar a cabo una acción común sobre puntos concretos.
Acción común
Creo, por tanto, que debemos ser muy claros sobre este punto desde el principio: no queremos una organización común. Trabajamos por la acción común. La acción común, sin embargo, sólo es posible en determinadas condiciones . La intención de la Conferencia que hemos convocado hoy aquí es explorar esas condiciones para la acción común. Porque es muy fácil decir: queremos una acción común. Acción común significa una consigna común, un acuerdo sobre el momento oportuno para la acción, un acuerdo sobre los medios que deben utilizarse para llevar a cabo esa acción. Sin embargo, el llamamiento a la acción común sólo será posible si somos capaces de ponernos de acuerdo sobre estos problemas. Camaradas, nosotros, que hemos vivido juntos la lucha, sabemos muy bien que un ejército como el ejército proletario se encontrará hoy en la peor situación posible si es dirigido hacia la acción común por personas que no son capaces de discutir esta acción entre ellas. Este es el sentido de la Conferencia, que ofrece la oportunidad de crear las condiciones necesarias para la acción común.
Reformismo y revolución
Camaradas, quienes hemos convocado esta Conferencia conocemos perfectamente las diferencias que existen entre los representantes reunidos en esta sala. Estas diferencias pueden expresarse de forma más o menos agresiva, con una comprensión más o menos clara. Hoy, cuando iniciamos nuestros debates, quiero expresarlas diciendo que la cuestión principal en la gran lucha entre el reformismo y la revolución es: ¿debemos poner el énfasis en la lucha de hoy o en la de mañana? Entre los hombres de buena voluntad los hay que mantienen la mirada fija en el día de hoy y los hay que dirigen su mirada hacia el futuro. Las diferencias radican en la perspectiva histórica de estos dos grupos; giran en torno a la pregunta: ¿cuándo será ese mañana? En nuestra canción de batalla, la canción común a todos nosotros, cantamos:
«Cerrad filas y mañana la Internacional unirá al género humano».
¿Cuándo llegará ese mañana, cuándo llegará el gran día que pondrá fin a la lucha? Esta es la cuestión que nos divide. Esto afecta a nuestras acciones, y cuanto más lejano parece ese mañana, más urgentemente intentarán algunos partidos orientar su política hacia los problemas de hoy. Pero, por muy diferente que sea nuestra perspectiva del mañana, podemos decir que, aunque los camaradas que nos reunimos aquí estemos divididos en cuanto a si la lucha debe ser para hoy o para mañana, tenemos en común que todos queremos luchar.
Condiciones
Por eso, camaradas, os hemos explicado claramente en las propuestas que os enviamos, y que habéis aceptado en principio, que la Conferencia general que es objeto de nuestras discusiones actuales se fundará sobre la base de que todos los que vengan podrán venir con puntos de vista diferentes, pero todos lucharán por el proletariado. Tenemos, en consecuencia, establecidas las condiciones para la acción futura:
«Todos los Partidos proletarios serán admitidos si se sitúan en el terreno de la lucha de clases, si tienen como objetivo el derrocamiento del capitalismo y si reconocen la necesidad de una acción común internacional por parte del proletariado para la consecución de este objetivo».
Esta declaración da las condiciones bajo las cuales podemos unirnos. Sólo si todos los aquí presentes estamos dispuestos a luchar en nombre del proletariado, de acuerdo con nuestra propia perspectiva histórica, podremos trabajar juntos.
Conocemos todas las cuestiones de perspectiva histórica que deben dividirnos cuando llegue la gran lucha; pero creemos que, aparte de todas las cuestiones que nos dividen en cuanto al futuro, todo el proletariado mundial reconoce el hecho de que las necesidades del momento nos obligan a la acción, a luchar por el hoy. Y si es posible encontrar dentro de ciertos límites una plataforma para la lucha en el presente inmediato, una lucha que nos imponen las necesidades inmediatas del momento, éste será un resultado del que se alegrará todo el proletariado mundial.
Este es el espíritu con el que hemos convocado la Conferencia. Debatiremos los problemas, las dificultades y los obstáculos que todos tenemos ante nosotros. Sólo podemos llegar a una plataforma de acción común superando los obstáculos. No nos desanimaremos si al principio, si las tratamos honestamente, las diferencias se manifiestan. Creemos que sobre la base de estas diferencias y a pesar de ellas puede librarse una lucha común por parte del proletariado internacional con determinados fines concretos.
Con este espíritu, camaradas, saludo a todos los presentes en esta Conferencia, consciente de las grandes tareas que tenemos ante nosotros, consciente de nuestra responsabilidad ante el proletariado internacional si hacemos naufragar este experimento, consciente de que debemos intentar avanzar todos juntos algunos pasos. Por tanto, os saludo en nombre de nuestra organización y declaro abierta la reunión.

Declaración de la Tercera Internacional

Clara Zetkin leyó a continuación la siguiente declaración en nombre de la delegación de la Tercera Internacional.

Intervención de Clara Zetkin

Al comienzo de las deliberaciones con los representantes de los Comités Ejecutivos de la Segunda Internacional y de la Unión Internacional de Trabajadores de Partidos Socialistas, la delegación de la Internacional Comunista considera que le incumbe hacer la siguiente declaración:
¿Por qué desunidos?
Es la primera vez desde la última reunión del Buró Socialista Internacional, celebrada en julio de 1914 en Bruselas, a la que siguió la guerra mundial y el hundimiento de la Segunda Internacional, que los representantes de todas las secciones del Movimiento Obrero Internacional, que una vez fue una unidad internacional homogénea, se reúnen para celebrar una conferencia conjunta. Esto no puede pasar desapercibido sin que hagamos constar ante el proletariado internacional el hecho al que se debe la actual desunión de la clase obrera, a saber, que diversas capas de la clase obrera entraron en una comunidad temporal de intereses con los Estados imperialistas, hecho que se ha expresado en la posición antirrevolucionaria de muchos partidos y organizaciones de la clase obrera. Hasta que el trabajo no se una en una lucha común por sus intereses contra el capital internacional, hasta que el trabajo no rompa con la política de coalición con el capital, hasta que el trabajo no se alce en la lucha por el poder político, siempre existirá la desunión en sus filas, que es una de las principales fuentes de la fuerza del capital. Ninguna lamentación (ni juramento) puede alterar este hecho. Y como la clase obrera no ha reunido todavía la energía suficiente para esta lucha, porque no ha aprendido todavía en esta lucha que el capitalismo sólo puede ser vencido cuando la gran mayoría del proletariado tome el poder en la batalla revolucionaria y establezca la dictadura del pueblo trabajador, declaramos que la unidad orgánica de las actuales organizaciones internacionales del proletariado, que difieren en cuanto a su orientación de principio, es totalmente utópica y perjudicial. Pero esta opinión no nos impide comprender que toda la situación mundial exige urgentemente que la clase obrera, a pesar de todas las profundas diferencias que la separan, debe unirse para una lucha defensiva contra la ofensiva del capital mundial.
La oportunidad perdida
Tras el final de la guerra, las masas trabajadoras armadas y movilizadas volvieron a casa para descubrir que la Democracia y el bienestar de los pueblos, por los que se les había dicho que estaban derramando su sangre, no eran más que mentiras capitalistas diseñadas para ocultar y velar el hecho de que la guerra era una lucha por los intereses lucrativos del Capital. Era entonces posible arrollar al mundo capitalista. Pero la indecisión de las masas de la clase obrera, las ilusiones democráticas extendidas entre ellas y alimentadas metódicamente por los partidos reformistas, y la coalición abierta y encubierta de éstos con la burguesía impidieron que la mayoría de la clase obrera siguiera el glorioso ejemplo de la Revolución rusa de Octubre. En lugar de eso, ayudaron al capital mundial a repeler el primer ataque del proletariado. Las masas trabajadoras de todo el mundo pueden sentir ahora los efectos de esta política en sus propios cuerpos. La burguesía internacional es incapaz de poner orden en el mundo incluso sobre la base del sistema capitalista, es incapaz de asegurar al proletariado incluso el nivel de vida de antes de la guerra. El mundo capitalista, sacudido en sus cimientos más profundos, tiene, no obstante, fuerza suficiente para intentar hacer recaer sobre el proletariado los costes de la guerra.
La ofensiva burguesa
La burguesía mundial aún no ha renunciado a la esperanza de obtener una gran parte de los costes de la guerra aumentando la explotación del proletariado alemán mediante las cargas de las reparaciones, y de todo el pueblo ruso mediante la penetración pacífica de la Rusia soviética que no pudieron derrocar por la fuerza militar; mediante la explotación de los Estados de reciente creación que se emplean como herramientas de la política militarista e imperialista de las grandes potencias; mediante el aumento de la explotación y la represión de los pueblos coloniales y semicoloniales (China, Persia y Turquía). Pero incluso los círculos de la burguesía internacional que no se han dado cuenta de que no sirve de nada intentar extorsionar cientos de millones a las masas exhaustas de los países derrotados de la Rusia soviética y de las colonias, incluso ellos comprenden que -aunque pudieran hacerlo- este tremendo pillaje no sería suficiente para obtener los fondos necesarios para la reconstrucción capitalista. Por eso, la burguesía emprende una ofensiva contra la clase obrera en todo el mundo. Por eso intenta prolongar la jornada laboral a pesar del desempleo; por eso intenta reducir los salarios. La clase obrera internacional debe cubrir todos los costes de la guerra y, más aún, proporcionar los medios para el fortalecimiento del sistema capitalista mundial.
Esta situación coloca a la clase obrera internacional ante decisiones trascendentales. O se une ahora para la lucha defensiva contra todos los ataques del capital internacional, o procede unida contra los intentos de pillaje económico de los países vencidos, de la Rusia soviética y de las colonias, así como contra la oleada de cierres patronales, o se levanta para la lucha por la abolición del Tratado de Versalles, por el reconocimiento de la Rusia soviética y su reconstrucción económica, por el control de la producción en todos los países, o pagará con su sangre y su salud el coste de la paz como tuvo que pagar por la guerra.
El frente único
La Internacional Comunista pide a las masas trabajadoras que se unan para luchar contra la actual ofensiva del capital y que lleven a cabo esta lucha de la manera más enérgica, sin tener en cuenta sus diferencias de opinión sobre el camino que conduce a la victoria final y los medios de asegurar este camino. La Internacional Comunista ha proclamado, por tanto, la consigna del frente único proletario para la lucha contra la burguesía y ha acogido la propuesta de la Unión Obrera de Viena de convocar un Congreso Internacional del Trabajo.
Considera esta propuesta de Congreso Internacional del Trabajo como un medio para la unificación de las luchas obreras venideras.
La conferencia
Para que este congreso sea un éxito, la Internacional Comunista propone que se invite a todas las organizaciones sindicales proletarias. Los sindicatos contienen a la mayoría del proletariado. Comprenden esta mayoría sin tener en cuenta las diferencias políticas. Cuentan con las masas trabajadoras en sus necesidades y luchas cotidianas. Para que el Congreso Internacional del Trabajo no sea una demostración vacía, sino que unifique la acción internacional del proletariado, los sindicatos deben participar en él. La división de las organizaciones dirigentes del proletariado, e incluso de sus organizaciones de masas en varios países, no es razón para no invitar a los sindicatos, sino que, por el contrario, es exactamente la razón por la que deben ser invitados, ya que sólo porque los sindicatos se agrupan en torno a dos centros es necesario un acuerdo en cuanto a la acción. Proponemos que se invite a la Internacional Sindical de Amsterdam, así como a las organizaciones sindicalistas independientes, a la Federación Americana del Trabajo y a otros sindicatos independientes.
En cuanto a los partidos proletarios, proponemos que estos partidos y grupos de partidos, al margen de las organizaciones internacionales, sean invitados junto a los representantes de los partidos afiliados a las tres Ejecutivas Internacionales. A este respecto, las más importantes son las organizaciones anarquistas y sindicalistas. No son grandes en número, pero contienen ciertos elementos proletarios revolucionarios sinceros, que deben ser enrolados en el frente de batalla general de la clase obrera. Diferencias muy marcadas nos separan de estos grupos. Consideramos nuestro deber intentar llegar a un acuerdo con ellos en cuestiones de acción, y en el instante en que la situación lo haga necesario, incluso llegar a un acuerdo con los partidos reformistas cuya política, dirigida contra los intereses de la clase obrera, es la fuente de los errores de estos elementos de izquierda.
Defender Rusia
Consideramos la convocatoria de la Conferencia Internacional del Trabajo absolutamente necesaria. La Conferencia de Génova representa un intento del capital mundial de iniciar una nueva partición del mundo, un nuevo orden mundial capitalista tras el colapso de su política de Versalles sobre las duras bases de los hechos. La clase obrera internacional se mostró indecisa e incapaz de actuar durante la Conferencia de Versalles. Sólo la Rusia soviética luchó con las armas en la mano contra el intento del capital de la Entente de esclavizar al mundo entero. Hoy, después de tres años de caos capitalista, de continua decadencia capitalista, la Rusia soviética se mantiene inquebrantable y victoriosa. Sin embargo, es objeto de poderosos ataques, supuestamente «pacíficos», del capital mundial. El primer Estado creado por la primera oleada de la revolución mundial debe ser ayudado contra los intentos de coaccionar su capitulación social. El proletariado alemán se ha convertido en el reductor de los salarios del proletariado del mundo, gracias a la capitulación completa de la burguesía alemana ante la Entente a pesar de la resistencia de los trabajadores. La lucha contra la política de reparaciones de los Aliados es una batalla por el nivel de vida de las masas trabajadoras de los países de la Entente y de América. Si el proletariado internacional no ejerce toda su energía contra el Tratado de Versalles, los intentos de estrangulamiento económico de la Rusia soviética, la explotación de las colonias y de la población en los pequeños Estados recién creados, la eliminación del paro y de la crisis económica mundial está absolutamente fuera de cuestión. La clase obrera internacional debe, por tanto, alzar su voz incluso durante la Conferencia de Génova. Debe intentar obligar a la Conferencia de Génova, cuya tarea es supuestamente la reconstrucción de las economías mundiales, a tratar la cuestión laboral, el desempleo y la jornada de ocho horas. No como en Versalles, donde los representantes de las diversas organizaciones obreras, detrás de los cuales estaban las masas en lucha, se presentaron mano a mano ante la Entente y le pidieron que tuviera en cuenta los intereses del proletariado, los representantes internacionales de la clase obrera deben exigir cuentas a los representantes del capital mundial, reunidos en Génova, por sus promesas incumplidas tan descaradamente.
Reformismo y comunistas
La delegación de la Internacional Comunista está lista para hacer todo lo que esté a su alcance por la unidad de la lucha del proletariado internacional, sin ocultar ni por un momento lo que la separa de los partidos reformistas y semireformistas. Puede hacerlo tanto más fácilmente porque está convencida de que cada día de lucha y cada experiencia martillearán en el proletariado de todos los países que ningún compromiso con el capital puede asegurar la paz mundial y al proletariado una existencia humana, sino que es necesaria una victoria del proletariado para asegurar esto. Debe tomar el establishment y el orden del mundo en sus fuertes filas victoriosas, para reconstruirlo, de acuerdo con los intereses de la inmensa mayoría de la humanidad.
La delegación de la Internacional Comunista, movida por todas estas consideraciones, propone que esta Conferencia Internacional se ocupe únicamente de las cuestiones que conciernen a la unidad de acción práctica inmediata de las masas trabajadoras, de las cuestiones que no las dividen, sino que las unen. La delegación de la Internacional Comunista propone, por consiguiente, el siguiente orden de trabajo para la Conferencia Internacional.
1. Defensa contra la ofensiva capitalista.
2. Lucha contra la reacción.
3. La preparación de la lucha contra nuevas guerras imperialistas.
4. La ayuda a la reconstrucción de la República Soviética Rusa.
5. El Tratado de Versalles y la reconstrucción de las regiones devastadas.
La delegación del Ejecutivo de la Internacional Comununista

Berlín, 2 de abril de 1922

Aplazamiento
Intervención de Adler

En un principio, el Comité de Gestión tenía la intención de levantar la sesión durante tres horas porque esperábamos que se hubieran hecho las tres declaraciones. Ahora debemos levantar la sesión, pero sólo hasta las 3 en punto. A las 3 en punto hablará el camarada Vandervelde, y después el camarada Paul Faure, y entonces probablemente se levantará la sesión hasta mañana para dar al Comité la oportunidad de hacer más gestiones. Se levanta la sesión. (13:40 h).

Sesión vespertina

Preside: Tom Shaw (Inglaterra).

Intervención de Vandervelde

¡Camaradas! No es mi intención responder, punto por punto, a la declaración hecha esta mañana en nombre del Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional. Hablaré en nombre del Comité Ejecutivo de la Segunda Internacional, y no en mi propio nombre. Por lo tanto, resistiré la tentación de la discusión y la polémica. No necesito añadir que debería formular reservas muy definidas y explícitas sobre las tesis que se han presentado, e incluso sobre las soluciones prácticas que se han sugerido.
Por ejemplo, se ha sugerido que nos unamos en la conferencia para discutir los medios de aliviar al proletariado de ciertos países de la carga de las reparaciones que les impone el Tratado de Versalles. No dudo de que tales sugerencias agradarían al proletariado alemán y darían cierta satisfacción al Sr. Stinnes, pero no estoy tan seguro de que tales sugerencias fueran recibidas tan favorablemente por el proletariado de los países que han sufrido los daños más graves.
Pero, repito, no tengo intención de entrar en discusiones y polémicas. Hablo ahora en nombre de la Segunda Internacional.
Una conferencia general
No responderemos a una declaración con una declaración. La primera razón para ello es que ya hemos explicado nuestra actitud a nuestros camaradas de la Unión de Viena en la declaración hecha en Frankfort. La segunda razón, y la más importante, es que no queremos comprometernos con una declaración afirmativa o negativa sobre el tema de la Conferencia general. El intercambio de opiniones que va a tener lugar nos mostrará si esta Conferencia es realmente posible o imposible. Pero hay un punto en el que estamos de acuerdo con nuestros amigos de Viena, y también con los delegados de la III Internacional, a saber, que sería deseable que el proletariado socialista pudiera organizarse para defenderse contra la reacción capitalista.
Los motivos para ello han sido claramente indicados por la declaración de Viena y por la de la Tercera Internacional.
Europa vive ahora bajo el estandarte de la reacción; reacción por parte de los patronos, que preparan una ofensiva contra los salarios y la reducción de la jornada laboral; reacción monárquica, que casi ha alcanzado su meta en Hungría, y que amenaza en todas partes las conquistas en el dominio del poder político logradas después de la guerra; y por último, quizá la más grave, la reacción militarista, que después de la reciente catástrofe mundial prepara ahora nuevas catástrofes.
Peligros del capitalismo
Debo añadir, ciudadanos, que en mi opinión existe otro peligro a tener en cuenta. El capitalismo dividido contra sí mismo amenaza con arrastrarnos a los abismos de la guerra, pero una especie de reconciliación relativa entre los diferentes capitalismos no sería un peligro menor para los socialistas. Tenemos dos cosas que temer: o que los capitalistas se dejen llevar por la locura que los conduce al abismo, o que se vuelvan razonables, traten de ponerse de acuerdo y organicen un vasto consorcio para la explotación del mundo, y principalmente para la explotación de Rusia. Y estos no son peligros que podamos permitirnos tomar a la ligera. Se trata de tentativas que se manifiestan actualmente en todos los países, cuyo objetivo es la organización de una hegemonía capitalista en todo el mundo, bajo la dirección y la égida de aquel capitalismo que es a la vez el más poderoso, el más brutal, el más cínico: el capitalismo norteamericano.
Un frente único
Frente a tales peligros, es inevitable que todos, porque somos socialistas, tratemos de organizarnos para formar un frente defensivo único, para hacer nacer entre nosotros una cierta unidad de acción. Ciertamente, no se puede hablar en este momento de recrear la unidad socialista internacional que existía, o que parecía existir, antes de la guerra. El objetivo que nuestros camaradas de Viena tenían en mente al convocar esta Conferencia es en realidad mucho más modesto. Se trata de reunir en una Conferencia general no sólo a todos los Partidos proletarios, sino también -y observo que no se ha hecho referencia a este interesante punto en la declaración de esta mañana- a las organizaciones sindicales, incluida la Internacional Sindical, que ayer mismo era llamada la Internacional Amarilla. Todas las fuerzas políticas y revolucionarias del proletariado deben reunirse para discutir un programa definido y tratar de llegar a un acuerdo sobre una base de acción común.
Medidas ya adoptadas
En respuesta a estas sugerencias, quisiera decir de entrada que no planteamos objeciones de principio. Tal intento no es del todo nuevo desde los días de la guerra. En varias ocasiones nos hemos unido todos para la acción común, incluso sin un acuerdo previo. Tal vez se me permita recordar, por ejemplo, que hace dos años, cuando el Gobierno polaco rompió bruscamente sus negociaciones con los soviéticos y los ejércitos polacos marcharon sobre Kiev, todo el proletariado de Europa hizo un esfuerzo por la paz, y el Partido Laborista belga, que en aquel momento era considerado -aunque injustamente- el más reaccionario de todos los partidos socialistas, detuvo el transporte de las municiones que habían sido producidas en las fábricas de otros países. Cuando nos enteramos de que millones de rusos morían de hambre en el valle del Volga, no nos detuvimos a preguntar cuáles eran las causas de la hambruna, ni a qué sección de la Internacional pertenecían los enfermos. Inmediatamente pasamos a la acción. La Internacional de Amsterdam llegó a un acuerdo con el Gobierno soviético para enviar víveres a la población hambrienta. Y también recientemente, cuando se examinó el grave problema de las reparaciones -problema que no puede resolverse con algunas frases teóricas-, hemos visto a los socialistas de los cinco principales países afectados reunirse con ciertos grupos comunistas y ponerse de acuerdo sobre ciertas fórmulas de acción común.
Condiciones para el éxito
No es una cuestión de principio lo que podría llevarnos a rechazar la participación en una Conferencia general. Pero somos unánimes en la convicción de que para que esta Conferencia sea eficaz, para que lleve a algunos buenos resultados, para que aumente la fuerza activa de la clase obrera, debe haber entre nosotros un mínimo de acuerdo sobre la acción común, acompañado de una confianza mutua. Si acudimos a una Conferencia general para mostrar nuestras diferencias, en lugar de fortalecer la acción proletaria la debilitaremos. Si, por el contrario, vamos a una Conferencia general con el único fin de organizarnos contra la ofensiva patronal, contra la ofensiva monárquica, contra la ofensiva militarista, sólo podemos esperar buenos resultados. Creemos que la cuestión que hay que discutir hoy es si la Conferencia propuesta puede tener algún valor. Yo respondo que no, y que nos negaríamos a participar en ella si sólo fuera un campo de batalla donde llevar a cabo nuestras disputas, o un campo de maniobras entre las diferentes secciones del socialismo internacional.
Buena fe
Desde este punto de vista, explicaré por qué estamos llenos de sospechas y aprensiones. Recientemente se han publicado algunos documentos que justifican estas aprensiones. No quiero referirme a una carta escrita por Radek, que es para todos vosotros familiar: es un documento confidencial, y no me gusta utilizar documentos confidenciales. Además, no es necesario, porque el pasado mes de diciembre el Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional, en un documento que había sido cuidadosamente pensado y elaborado, y que estaba destinado a ser publicado, expuso sus verdaderas intenciones. En este documento, que es una extraña mezcla de ingenuidad y maquiavelismo, hay pasajes que me recuerdan irresistiblemente aquella escena del ciclo de los Nibelungos en la que Mime comunica a Sigfrido su intención de envenenarle, abrumándole al mismo tiempo con discursos amistosos y halagadores. Se hace un llamamiento a la unión, para la realización del frente único, pero no se oculta la intención de sofocarnos y envenenarnos después de abrazarnos. Mientras se nos mete a todos en el mismo saco -a la espera de que llegue el día en que nos metan a todos en el mismo cesto-, mientras se nos dice, por ejemplo, que hombres como Jouhaux, Merrheim y Henderson, Vandervelde o Longuet, sirven a los intereses de la burguesía, resulta, cuando menos, extraño que se invite a esos mismos hombres a participar en la defensa de los intereses proletarios.
Sé muy bien que hay que tomar estas cosas en el sentido pickwickiano; que en los círculos comunistas llamar traidor a un hombre significa simplemente que no se está de acuerdo con él en principio; y por mi parte estoy aún menos dispuesto a ofenderme por estos insultos cuando recuerdo el estado de ánimo de camaradas que se han visto mezclados en acontecimientos infinitamente más trágicos que los que hemos vivido desde la guerra. Puedo aseguraros, por tanto, que en la decisión que tomemos el elemento personal no contará para nada.
Además, tenemos la firme convicción de que, si hemos cometido errores -nadie es infalible-, en cualquier circunstancia en que nos encontrásemos sabíamos que actuábamos con nuestro proletariado, para nuestro proletariado y con el único deseo de servir a la causa socialista. Dejo, pues, a un lado todas estas cuestiones. Si he recordado ciertos hechos es porque nos obligan a haceros una pregunta; nos habéis dicho esta mañana, en un lenguaje muy moderado y cuidadoso, no sólo que estabais dispuestos a uniros a nosotros en conferencia, sino que estabais ansiosos por hacerlo. Somos socialtraidores, socialpatriotas; somos amarillos, somos partidarios de la burguesía, Zinóviev ha dicho incluso que yo he cometido crímenes; y a pesar de todo esto, consideráis que sería útil reuniros con nosotros en una conferencia. Pero nos explicáis, con una ingenuidad sobre la que acabo de llamar la atención, que si queréis lograr la unidad proletaria es por razones tácticas, una hábil maniobra, para poder proseguir el trabajo que ya habéis iniciado. En estas condiciones, estamos obligados a responderos: antes de ir a una Conferencia general, debemos tener ciertas garantías; garantías de buena fe recíproca; garantías contra el noyautage; contra nuevas divisiones, contra intentos de romper la unidad de los trabajadores, en países como Bélgica o Inglaterra, donde esta unidad se mantiene todavía.
Esta es la primera pregunta que les planteamos. ¿Vais a ir, o queréis ir, a una Conferencia general para continuar con vuestros intentos de noyautage, o estáis dispuestos a uniros a nosotros y llegar a un acuerdo sobre ciertos objetivos claramente definidos?
Georgia, Armenia, Ucrania
Ahora paso a otras dos cuestiones, que no son menos importantes y que están íntimamente relacionadas. Acabo de decir que estoy de acuerdo con nuestros amigos de Viena en su deseo de una Conferencia en la que se intente organizar una acción defensiva común contra el capitalismo. Pero, ¿creéis que, aunque limitarais vuestra agenda de acuerdo con las propuestas de la Unión de Viena, sería posible evitar ciertas cuestiones que se impondrían irresistiblemente al Congreso cuando llegara el momento de discutir los medios para organizar la defensiva del proletariado? ¿No os dais cuenta de que, en la primera reunión, si la Conferencia se celebra sin explicaciones y garantías preliminares, se levantarán representantes socialistas de todos los Estados fronterizos de Rusia: de Ucrania; de Armenia, donde un pueblo diezmado y martirizado desde hace veinte años se encuentra ahora atrapado entre los ejércitos kemalistas y los ejércitos rojos; de Georgia, donde los camaradas que forman una sección de nuestra Internacional se quejan de lo que llaman, creo que con razón, imperialismo bolchevique? Este será el primer debate el día de la apertura de la Conferencia.
Presos políticos
Pero hay una cuestión aún más grave; más apremiante, si cabe, que la posición de los pequeños países caucásicos; una cuestión muy cercana al corazón de todos los socialistas europeos, cualesquiera que sean sus tendencias y opiniones: la cuestión de los presos políticos. Suponiendo que mañana convoquemos esta Conferencia, una Conferencia general de todos los partidos socialistas, ¿no se antepondrá inevitablemente esta cuestión a todas las demás? ¿Pensáis que esta Conferencia puede reunirse sin que exijamos que se unan a nosotros los que hoy están en la cárcel, los que están amenazados con la pena capital, los que, después de haber sido condenados bajo el régimen zarista, se encuentran ahora en la misma situación bajo el régimen de la Tercera Internacional?
Si estas cuestiones no se resuelven de antemano, ¿cómo evitar que surjan el primer día, durante la primera hora de la Conferencia general? ¿Y qué ocurrirá entonces? Si estáis decididos a seguir por el camino que habéis elegido, sabéis muy bien que significa una guerra hasta el final, una lucha por los derechos elementales de la personalidad humana. Y bajo estas condiciones, la Conferencia general, que debía fortalecernos y consolidarnos contra el capitalismo, contra la burguesía, conducirá, por el contrario, a la violencia, a la confusión, al espectáculo deplorable de un aumento de las divisiones, de un proletariado debilitado por las divisiones.
Por eso, ciudadanos, nos parece esencial decidir tres cuestiones preliminares antes de que se pueda tomar cualquier decisión sobre la Conferencia general.
Tres preguntas
La primera es ésta: ¿Vendríais a una Conferencia para trabajar juntos en un intento de fortalecer nuestra acción común, o vendríais a debilitarnos y dividirnos?
Segundo, si se reúne la Conferencia, ¿se colocará a los pueblos actualmente privados de todo derecho a decidir su propio destino, los ucranianos, los armenios, los georgianos, en una situación que les permita elegir libremente a sus delegados en la Conferencia general? Insisto particularmente en el caso de Georgia, y hablo de ello ante todo, porque yo mismo lo he visto; con mis propios ojos, con nuestros propios ojos; nosotros mismos lo hemos visto, durante semanas que no podremos olvidar jamás, a un pueblo reunido unánimemente -o casi unánimemente- bajo la bandera roja, bajo el régimen del sufragio libre, eligiendo una inmensa mayoría socialista que quiere vivir, que tiene derecho a vivir y a la que estamos decididos a ayudar a vivir. Repito la pregunta: Si se celebra la Conferencia general, ¿tendrán libertad el Partido Georgiano y los demás Partidos a que me he referido para elegir a sus delegados?
Queda la tercera cuestión, que nos importa mucho, la cuestión de los prisioneros. No pretendo juzgar todavía; vosotros los habéis acusado, debéis probar vuestros argumentos, pero nos vemos obligados a reservarnos nuestro juicio hasta que os hayamos oído. Tenemos derecho a exigir, y es nuestro deber exigir, que el juicio de los socialrevolucionarios se celebre en condiciones que satisfagan al socialismo internacional y que, sobre todo, garanticen los derechos elementales de defensa. ¡Ah! ¡Aquí tenéis una oportunidad para un «beau geste»! Y no digáis que no sois el Gobierno ruso. Todo el mundo sabe, y vosotros fuisteis los primeros en decirlo, que el actual Gobierno ruso es idéntico a la III Internacional. Esta sería vuestra oportunidad de decir: «Presentaremos nuestras pruebas, no ante un tribunal extraordinario que funcione sin control, sino ante la Conferencia, ante la Internacional; y entonces ocurriría una de dos cosas: o se demostraría que vuestras acusaciones son falsas y se os diría; o se demostraría que vuestras acusaciones son justas y los condenados por intenciones criminales quedarían descalificados a los ojos del proletariado».
Resumiendo: garantías contra los intentos de noyautage; garantías para la libre elección de delegaciones de los pueblos cuyo territorio estáis ocupando ahora; finalmente, garantías de derechos de defensa para los prisioneros. Estas son nuestras condiciones; porque no podéis pensar que podríamos aceptar participar con vosotros en una Conferencia si supiéramos que allí en Moscú, en las cárceles de Moscú, hombres que han sufrido por nuestra causa siguen prisioneros mientras nosotros discutimos libremente entre nosotros. En una Conferencia general todos debemos sentirnos como en casa, no podemos tener como aliados en las deliberaciones a gendarmes y verdugos.
Llamamiento final
Ciudadanos, esto es lo que tengo que decir, en nombre, como repito, del Ejecutivo de la Segunda Internacional. He tratado de expresarme sin acritud, y puedo atestiguar que, aunque a menudo hemos recibido insultos, nunca hemos respondido a ellos; y os pido, para terminar, que consideréis lo que está en juego en estas discusiones. Por primera vez desde 1914 estamos aquí unidos. No deja de ser grandioso ver hoy en esta asamblea, ya sea como periodistas o como delegados, a hombres como Tchernov, Dan o Martov, codo con codo con Radek o Bujárin. Estamos unidos, y la asamblea, ciudadanos, se celebra en el mismo Reichstag alemán donde se engendró la guerra, donde hoy hombres libres se sientan sobre las lluvias de la autocracia. Pero esta libertad tan difícil de conquistar sigue siendo precaria e inestable; está amenazada a la vez por la reacción patronal, la reacción monárquica y la reacción militarista. ¿No podemos, a pesar de todo lo que nos separa, unirnos para defenderla, para extenderla y, mediante la acción internacional, preparar el camino para el advenimiento del socialismo?

Declaración leída por Paul Faure en nombre de la Unión de Viena

El Ejecutivo de la Unión Internacional de Partidos Socialistas participa en esta consulta de los tres Ejecutivos de acuerdo con el espíritu y el propósito de las resoluciones de la Conferencia Internacional de Viena, celebrada en febrero de 1921. La Conferencia de Viena formuló los principios de la IUSP , enunció las diferencias que separaban a la IUSP de la Segunda Internacional y de la Internacional Comunista, se propuso el objetivo de unir a todos los partidos laboristas sin distinción en un frente común contra el capitalismo y el imperialismo, y consagró toda su actividad a la realización de este objetivo.
El Ejecutivo del IUSP saluda a la presente Conferencia con la esperanza de que sea el primer paso hacia la consecución de este objetivo.
Condición para el éxito
En la determinación de promover con todo su poder el logro de este fin, el Ejecutivo de IUSP se ve obligado a llamar enfáticamente la atención sobre el hecho de que la formación de un Frente Laborista realmente unido, tal como lo exigen los intereses de la lucha revolucionaria del Trabajo, sólo puede tener éxito si los conflictos entre los partidos de la clase obrera se llevan a cabo exclusivamente con armas intelectuales y morales, y no se envenenan con métodos terroristas de combate de un partido obrero contra otro.
El Ejecutivo de la IUSP constata los hechos de que en la Rusia Soviética, bajo la dictadura del Partido Comunista, las masas del pueblo trabajador están privadas de todos los derechos políticos y de la libertad sindical; los partidos socialistas son perseguidos con medios terroristas y privados de toda posibilidad de existencia; y que la Georgia Socialista ha sido despojada de su derecho de autodeterminación por la ocupación militar.
El Ejecutivo de la IUSP considera una condición necesaria para un verdadero frente único de todo el proletariado que se restablezca la igualdad de derechos políticos a los partidos socialistas de Rusia, la libertad de actividad política y económica a los obreros y campesinos de Rusia, y el derecho de autodeterminación al pueblo trabajador de Georgia.
El Ejecutivo de la IUSP llama especialmente la atención sobre el hecho de que la ejecución de sentencias de muerte a miembros del Partido Social Revolucionario de Rusia, por actos que dicen haber cometido hace cuatro años en una época de guerra civil abierta, y que están incluidos en varios decretos de amnistía proclamados por el Gobierno soviético, haría moralmente imposible la continuación de la acción iniciada por esta Conferencia.
El Ejecutivo de la IUSP afirma además que en muchos Estados capitalistas, incluso en aquellos en los que los socialistas de derechas participan en el Gobierno, los partidos socialistas de izquierdas y comunistas son brutalmente perseguidos, y que los Gobiernos en los que participan los socialistas de derechas violan el derecho de los pueblos a la autodeterminación.
El Ejecutivo declara que es una necesidad indispensable para un frente único proletario que todos los partidos socialistas utilicen todo su poder para restablecer la plena libertad de expresión de los Partidos Comunistas y de todos los Partidos Laboristas, y para imponer la liberación de las numerosas víctimas de las luchas revolucionarias que aún sufren en las cárceles.
Imperativo del frente único
El Ejecutivo del IUSP está convencido de que las necesidades de la lucha de clase del proletariado conducirán a la victoria de la idea de un frente único y al reconocimiento general de estas condiciones. Confiando en ello, el Ejecutivo del IUSP no considera oportuno discutir todas las cuestiones en disputa en la presente reunión, que sólo tiene por objeto preparar una Conferencia común sobre líneas más amplias, y se declara dispuesto a entrar en la consulta común del trabajo a realizar para la creación del frente único proletario.

Intervención de Karl Radek

En nuestra declaración no ponemos condiciones para la convocatoria de una Conferencia Internacional. Nos basamos en la invitación, en la intención de la Internacional Dos y Medio, de que ésta sea una Conferencia para la acción; nos basamos en algo que, al parecer, la Internacional de Viena ha olvidado. Nos abstuvimos de saldar cuentas pasadas, no porque prefiramos guardar silencio cuando hay que decir algo, sino por la sencilla razón de que vimos la necesidad del momento, la situación general del proletariado mundial, y nos dijimos: «Es una tontería empezar las recriminaciones en un momento como éste, tenemos que pensar en lo que queremos hacer«.
Respuesta a Vandervelde
El representante de la II Internacional, Vandervelde, por su parte, creyó necesario hacer un balance. Lo hizo con la misma voz, con los mismos gestos que vimos en Basilea («¡Muy cierto!», por parte de los comunistas), cuando él, como dirigente, prestó juramento de conducirnos a la guerra contra la guerra; y la fuerza impresionante de la voz de Vandervelde nos transportó por un momento a aquella época en que creíamos en el calor de su voz, y olvidamos por un momento que esta voz se había ahogado en el estruendo de los cañones. Si Vandervelde lo desea, haremos el balance de los ocho años, balance que tal vez rompa esta Conferencia, pero que no sonará agradable a los oídos del antiguo ministro monárquico del reino de Bélgica. Ha olvidado el mar de sangre, ha olvidado los montones de cadáveres, ha olvidado la necesidad del mundo. Este equilibrio no existe para él. Después de este balance, se dirige a nosotros y nos dice: » ¡un poco de confianza, un mínimo de confianza, sólo un poco; y si no podéis darnos esta confianza a crédito, no tenemos nada que discutir!» Y nosotros le decimos al ciudadano Vandervelde a la cara: «¡Ni un centavo de confianza!». Hemos pagado por esta confianza, y este es el resultado, que hoy estamos aquí como enemigos y tenemos que encontrar la manera de llegar a un entendimiento; y si vienes a nosotros con frases sobre la confianza te decimos claramente: «No».
Confianza
¿Confianza en qué? ¿En la guerra? ¿Confianza en qué? ¿En la paz de Versalles que tú firmaste como ministro belga? ¿Confianza en qué? ¿Confianza en quién? Hablas en nombre de una organización. Esta organización no sólo se compone de la pequeña Bélgica. ¿Confianza en la ocupación inglesa? ¿Confianza en sus crímenes, contra los que el Partido Laborista sólo ha luchado de palabra, y sobre los que los representantes de la II Internacional aquí no han dicho nada? El socialrevolucionario Tchaikin ha publicado documentos que demuestran cómo la policía inglesa fue responsable del asesinato de veintiséis dirigentes del proletariado caucásico. Los nombres de los asesinos fueron publicados. ¿Llamó el ciudadano Tom Shaw la atención del Parlamento inglés sobre los crímenes de los generales Maleson y Thomson? ¿Qué medidas tomó con respecto a los criminales de Arcángel? Y luego dice: ¿confianza? Esta pregunta la hace la Segunda Internacional, entre cuyos representantes aquí hay miembros de la socialdemocracia alemana.
Preguntamos: «¿Dónde está el tribunal de las tres Internacionales que condenó el asesinato de Rosa Luxemburgo y el asesinato de Karl Liebknecht?» («¡Muy bien!», por parte de los comunistas). Fueron juzgados por el tribunal especial de guardias de Berlín, y si tienes el valor de hablar en contra de los tribunales rusos, te decimos: «manos fuera, hasta que las hayáis lavado de la sangre de Rosa Luxemburgo y Liebknecht, y de la sangre de Levine, que no fue asesinado por bandidos en la calle, sino como resultado de una sentencia de vuestros tribunales (dirigiéndose a los socialdemócratas alemanes), cuando estabais en el Gobierno como resultado de la confianza del proletariado de la que abusasteis».
Una lucha sin confianza
P
ero luego dices: «si es así, ¿qué queréis de esta Conferencia, qué maniobras tácticas buscáis?» Y yo te diré audaz y claramente a la cara lo que queremos. Habéis venido a esta Conferencia porque era necesario; erais los instrumentos de la reacción mundial, y ahora, lo queráis o no, debéis ser los instrumentos de la lucha por los intereses del proletariado. Y sin confianza os decimos: nos sentamos a la misma mesa con vosotros, lucharemos con vosotros, y esta lucha decidirá si es una maniobra, como decís, a favor de la Internacional Comunista o una corriente que unirá a la clase obrera. Lo que hagáis decidirá el significado de nuestra acción. Si lucháis con nosotros y con el proletariado de todos los lugares -no luchéis por la dictadura, no esperamos tanto, pero luchad por un mendrugo de pan, luchad contra una mayor ruina del mundo-, entonces en esta lucha el proletariado se unirá más, y entonces os juzgaremos no sobre la base de este terrible pasado, sino sobre la base de nuevos hechos. Mientras éstos no estén presentes, iremos con el corazón frío a estas negociaciones y a esta acción común con la profunda desconfianza de que nos falléis diez veces en esta batalla. Pero intentaremos luchar juntos, no por amor a vosotros, sino por la necesidad sin precedentes de la hora que nos impulsa y os obliga a conferenciar en esta sala con los mismos comunistas que habéis tratado como criminales.
Y ahora pasemos a las nuevas condiciones planteadas por el ciudadano Vandervelde. Lo que has intentado aquí ha sido, por parte de la Segunda Internacional, un ataque brusco para intimidarnos, y la Internacional de Viena se ha unido a él, nolens volens, con el corazón encogido. Me refiero a las condiciones puestas por los señores de la Segunda Internacional, y creo que no alardearás de la respuesta a las mismas.
Tratado de Versalles
¡Condiciones! El ciudadano Vandervelde dijo: Habláis del tratado de Versalles. En passant, el dijo que temía que esto también ayudara a Stinnes. Los obreros alemanes no pueden comprar camisas y el ciudadano Vandervelde no se preocupa porque el capitalismo internacional engorda a costa de la necesidad del pueblo alemán; ¡tiene miedo de que Stinnes se enriquezca, Stinnes que, como todos sabemos, ha pactado con la Rusia soviética y tal vez pueda financiar a la Internacional Comunista! (Risas de los comunistas.) Monsieur Vandervelde no lo deja muy claro: ¿quiere, como Poincare, discutir la reconstrucción del mundo sin tocar el tratado de Versalles, o qué más significa su comentario sobre Stinnes? No soy un diplomático suficientemente dotado para entenderlo. (Risas sonoras. Martov: Así lo has demostrado). Así lo he demostrado; muy bien; y por eso pregunto: «¿Quiere la Segunda Internacional que se incluya en el orden del día la cuestión del tratado de Versalles?». Será muy interesante si los socialdemócratas alemanes, como miembros de la II Internacional, se oponen a la discusión de la cuestión de Versalles en esta Conferencia Internacional: ¡quizás pongan sus esperanzas en Lloyd George!
Pequeñas naciones
Ahora paso a las demás condiciones que se nos plantean. Con el gran amor que Vandervelde muestra siempre hacia los pueblos pequeños y oprimidos, incluso cuando viven en el Congo, nos pregunta: «¿Cómo podéis aparecer en la Conferencia cuando los fantasmas de la Georgia y la Ucrania asesinadas aparecerán y preguntarán: ‘¿Por qué nos asesinaste, Caín?'». Le diré claramente al ciudadano Vandervelde por qué asesinamos a ese Banquo. En cuanto a Ucrania, no ha sido asesinada, vive, es fuerte, está luchando. Y son sólo los fantasmas del Gobierno de Petlura, que viven de las inyecciones de oro del Estado Mayor polaco y al mismo tiempo mendigan la vida en París y en la Internacional, los que le quitan el sueño a Vandervelde. Puede descansar tranquilo; Ucrania está viva, está sana aunque tenga hambre, y luchará con nosotros, no como Estado fronterizo sino como parte de la Federación Soviética, por la reconstrucción de Rusia y la recuperación del pueblo ruso (Interrupción: ¡No el pueblo de Ucrania!). Creo que los obreros y campesinos que expulsaron al Gobierno de Petlura a pesar del apoyo del Gobierno alemán, eran ucranianos. No sé si el que interrumpe era miembro de la Rada que nos expulsó de Ucrania con la ayuda del general Hoffman, como espera hacer ahora con la ayuda de la Entente (Varias interrupciones).
En cuanto a Georgia, no sé por qué el ciudadano Vandervelde debe angustiarse tanto porque, en lugar de Tscheidze o Jordania, Medinani haya aparecido en Tiflis, o porque Bakú, esa puerta de la invasión, no esté en manos inglesas. Digo a los representantes de la Segunda Internacional, y especialmente a los delegados ingleses: «¡Manos fuera de Georgia!». No protestasteis cuando el Gobierno georgiano, bajo la protección de los cañones ingleses, masacró a los campesinos y obreros de Georgia (Contradicciones y aplausos.) Nuestros chequistas no son hombres de letras con talento. Los georgianos fueron lo suficientemente indiscretos, en la persona del Sr. Dschugeli, el líder de sus guardias nacionales, como para dejar tras de sí un libro, y en este libro la democracia georgiana se presenta de tal manera que traeremos este libro a la próxima Conferencia, para que aprendáis que el Estado georgiano también se construyó con sangre y hierro. Y si preguntáis por qué -y ahora lo decimos abiertamente- ayudamos a derrocar al Gobierno georgiano, os daremos la respuesta a partir de los documentos que el propio Gobierno georgiano tuvo la indiscreción de imprimir. La información dada a Elexejew por el ministro de Asuntos Exteriores de Georgia dice: «Hemos ayudado a los Blancos; no sólo hemos suprimido a los bolcheviques en nuestro país, sino que hemos alimentado a vuestros oficiales Blancos y os los hemos enviado»; y si la Conferencia quiere crear una pequeña comisión para probar la autenticidad de este documento, se lo presentaremos con mucho gusto.
Presos políticos
Al final llegó la voz más patética: ¿Cómo vais a venir sin los socialrevolucionarios; cómo vais a venir sin estos buenos internacionalistas que no pertenecen ni a la Segunda ni a la Internacional de Viena, pero que están bajo la protección de la Segunda y piden ser admitidos en la Dos y Medio? Tenemos el honor de ver presente en esta asamblea, como periodista, al antiguo representante de la Asamblea Constituyente rusa, Tchernoff; y creo que si queréis discutir con nosotros sobre los socialrevolucionarios, hay suficientes representantes de los socialrevolucionarios en el extranjero; no necesitamos buscar más lejos de esta Conferencia a aquellos que, revólver en mano, intentaron asesinar a los dirigentes de la Revolución rusa (Schreider: ¡Spiridonova!) Por favor, haz tus preguntas a Spiridonova, no tengo motivos para entrar en el asunto.
Acción contra discusión
Permitidme ahora que abandone el ámbito de la política y plantee la cuestión tal como es en realidad: de acuerdo con la Internacional de Viena, hemos propuesto la convocatoria de una Conferencia preparatoria de la acción. Nos dijimos: los debates sobre puntos controvertidos, sobre métodos, no van a servir de nada. Si alguna vez se van a limar las diferencias, sólo podrá ser mediante una lucha común que tienda el puente entre los distintos sectores del proletariado. Si queréis echar por tierra esta Conferencia para la acción y celebrar una Conferencia Internacional para la discusión, os decimos: «Estáis dando al proletariado piedras en vez de pan». Pero no estamos acostumbrados a evitar la discusión. Por lo tanto, estamos dispuestos a aclarar todo el asunto, estamos dispuestos a presentaros el balance de ocho años y a exigir una discusión. Recordaremos a los socialdemócratas alemanes que gritan «manos fuera de Rusia» que en las cárceles bávaras hay hombres que lucharon por la República sentados desde hace tres años, que hay hombres en las cárceles alemanas como resultado de la acción de marzo (Wels: ¡Eberlein!). Preguntad a Horsing; él os lo dirá. Nosotros os preguntaremos: «¿Y el asesinato de Dato, entregado a la horca española por el Gobierno alemán, en el que están vuestros representantes, por medio millón de pesetas, a repartir entre la policía de Berlín, a cuya cabeza se encuentra un socialdemócrata?». Os preguntaremos: «¿Quién asesinó a quince mil proletarios en Alemania?». Y veremos qué respuesta nos dais (Wels: ¡Pregúntaselo a Eberlein!). Eberlein no asesinó a quince mil obreros, sino Noske; todo el mundo lo sabe. Presentaremos la rendición de cuentas de cada país; porque si nosotros somos pecadores, vosotros sois los representantes de una docena de Partidos, mis dignos amigos, cuyos pecados sobrepasan la imaginación.
Resumiendo, entonces, decimos: Proponemos una Conferencia para la acción, una Conferencia para decidir qué hay que hacer cuando el capital se reúne, no para reconstruir el mundo, sino para saquear el mundo entero. ¿Qué vamos a hacer con el paro, qué vamos a hacer con la oleada de cierres patronales capitalistas? Ese es nuestro programa. Si queréis discutirlo, estamos dispuestos a hacerlo. Pero en cuanto a satisfacer los delicados sentimientos de Vandervelde, que sigue manteniendo a los autonomistas flamencos en prisión, y del tierno Wels sobre el destino de los presos socialrevolucionarios, decimos: «mostradnos que sois mejores hombres que nosotros; ofrecednos un intercambio: los terroristas rusos que consideráis tan sagrados por los hombres que lucharon por la República de Baviera y la acción de marzo» (Tchernoff: ¡Chantaje!). Quien habla de chantaje es un hombre sin sentido. ¡Os responderé de tal manera que olvidaréis la palabra! (escándalo). Decimos: si queréis arruinar la Conferencia, ¡tendréis que cargar con la responsabilidad! Si queréis un Congreso para reflexionar sobre la acción, estamos dispuestos. Si queréis un Congreso en el que se enfrenten los métodos de la lucha proletaria, también estamos dispuestos. Estamos listos para una Conferencia en cualquiera de sus formas. Una cosa, sin embargo, no podemos permitir: que nos impongan condiciones personas a las que no hemos presentado ninguna condición, aunque nueve décimas partes del proletariado no tengan ninguna confianza en vosotros (Interrupción de Wels y agitación). Os digo: Si nos ponéis condiciones, condiciones que hay que cumplir antes de ir a esta Conferencia, entonces os decimos: rechazamos estas condiciones. Si nos unimos en una lucha común, se obtendrán ciertos resultados, por los que no es necesario dar ninguna garantía: porque se desarrollarán a partir de la lucha común, y por eso estamos a favor de la lucha común.
Repito: hemos aceptado la iniciativa de la Internacional Dos y Medio, y os preguntamos: ¿Apoyáis la propuesta que nos enviasteis en enero, o la rechazáis y nos ponéis nuevas condiciones? Si lo hacéis, surge una nueva situación para nosotros, y debemos considerar esta nueva situación. Hemos venido aquí basándonos en vuestro llamamiento.

Intervención de Shaw

Se levanta la sesión hasta mañana a las 10 de la mañana. (Fin, 19 h)

Segundo día

Martes, 4 de abril de 1922, 10 horas.
Preside: Clara Zetkin (Alemania).

Intervención de Ramsay Macdonald

Condiciones de la Segunda
Debo confesar que vine aquí con muy pocas esperanzas, pero no obstante tenía alguna esperanza, y cuando oí al representante de los delegados de la Tercera Internacional leer la declaración el domingo por la mañana mis esperanzas aumentaron bastante. Cuando Radek se levantó para dirigirse a la Conferencia y responder a ciertas preguntas formuladas categóricamente por Vandervelde, mis esperanzas empezaron a decaer. Camaradas, nunca ha habido malentendidos sobre la posición de la II Internacional. En Frankfort, durante las negociaciones preliminares, los representantes de la Segunda Internacional dejaron perfectamente clara su posición. Cuando, un poco más tarde, el buró de la Unión de Viena dirigió su carta de invitación a la Tercera Internacional y a nosotros para que viniéramos aquí a reunirnos con ella, la respuesta de la Segunda Internacional fue de nuevo perfectamente precisa y clara. Decía: Sí, iremos; iremos porque estamos a favor de una Conferencia general convocada con el propósito de discutir un programa limitado, que esperamos resulte en una acción unida. Pero, decíamos, antes de que podamos confiar en la acción unida, deben aclararse uno o dos puntos pendientes. Hemos expuesto esos puntos en nuestra carta, y sobre esa base hemos venido aquí. Por lo tanto, la delegación de la Tercera Internacional debía saber perfectamente que se le iban a plantear esas cuestiones, y creo que teníamos derecho a suponer que la respuesta que darían sería una respuesta razonada sobre el fondo de las cuestiones planteadas. ¿Qué delegado de aquí -e incluyo a los delegados de la Tercera Internacional- puede ir e informar de que la respuesta de Radek fue una respuesta razonada a las preguntas planteadas por Vandervelde? Ninguno.
«¿Por qué estáis aquí?»
El domingo por la mañana hicimos una declaración que, como digo, abrió la puerta a un entendimiento. Pensábamos que la Tercera Internacional hablaba nuestro idioma. Vimos en su declaración un eco de los discursos que veníamos pronunciando desde hacía tres o cuatro años. Nos habíais dado una explicación de este cambio en vuestro frente, en el manifiesto publicado por el Ejecutivo de la III Internacional el pasado mes de diciembre. Esa explicación no era buena. Era la siguiente: «Camaradas de la Tercera Internacional, hay un movimiento en marcha en Europa por un frente único. No importa si estamos a favor de él o no; nuestra táctica nos obliga a parecer que estamos a favor de él; pero pedimos a las secciones comunistas de toda Europa que participen en la creación del frente único, no con el fin de hacerlo efectivo, sino con el fin de fortalecer a los comunistas mediante la propaganda directa dentro de las organizaciones que participan en el movimiento». Ese fue vuestro manifiesto. De nuevo apelo a los delegados de la Tercera Internacional. ¿No estoy interpretando correctamente el lenguaje? Lo tenemos en inglés, se ha publicado íntegramente, lo hemos estudiado, y naturalmente -o vosotros pensaríais mucho menos en nosotros de lo que espero que penséis- ha levantado sospechas en nuestras mentes. Venimos aquí ansiosos por promover la cooperación, pero venimos a preguntaros de hombre a hombre: ¿Es por eso que estáis aquí? ¿Estáis aquí con el propósito de crear un frente único que no será realmente un frente único, sino que os permitirá ir a las clases trabajadoras de Europa y decir: «Estamos a favor del frente único»; pero mientras decís eso al público en general de Europa, estáis diciendo a vuestras propias organizaciones : «No os preocupéis por el frente único, salvo en la medida en que contribuya al debilitamiento de otras organizaciones y al fortalecimiento de la nuestra». Sinceramente, amigos míos, sin ninguna reserva, esa sospecha está en mi mente, y quiero borrarla. Si podéis borrarla, ¿por qué no lo hacéis? Si no podéis, ¿por qué mantener la farsa de una Conferencia como ésta?
Esencial para la acción
Esperaba que lo borrarais. Muchas cosas le han sucedido al movimiento comunista durante los últimos meses. En Rusia ha comenzado la gran retirada estratégica. Sabíamos que tenía que llegar; lamentábamos que os hubierais puesto en una situación tal que tuviera que llegar. Hemos leído los discursos de Lenin, los hemos estudiado, y creíamos que podían ser el comienzo de una verdadera acción unida, y tomé vuestra declaración del domingo por la mañana en este sentido. ¿Estáis a favor de un frente único por su propio bien y no por el vuestro? Cuando nos pedís que vayamos a Génova y convoquemos una Conferencia con vosotros, ¿cuál va a ser el resultado? Como dice una vieja canción escocesa, quiero saber, ¿habéis venido aquí en son de paz o en son de guerra? Radek no dijo nada al respecto. ¿Debemos interpretar su silencio en el sentido de que no tenéis nada que decir? ¿Debemos considerar que la actitud de Radek y el pronunciamiento que hizo en vuestro nombre y por vosotros significa que la declaración de diciembre de la Tercera Internacional es válida? ¿Seríais tan amable de responder a esa pregunta de forma categórica y definitiva? Porque no se trata de una mera cuestión de sospechas. Nos decís, y con razón: «¿Nos podríais decir qué tiene eso que ver con la acción unida que proponemos?». Delegados de la III Internacional, tiene todo que ver. Suponiendo que este manifiesto sea válido, ¿cómo podemos aceptar la convocatoria de una Conferencia general, cómo podemos aceptar la formulación de las resoluciones que deberá adoptar esa Conferencia? Si iniciamos nuestra acción, ¿qué clase de acción será, si sentimos que cada comunista, mientras la lleva a cabo, tiene un puñal oculto a sus espaldas que nos va a clavar si le damos una oportunidad? Debéis ver que hasta que no nos hayáis dado una explicación del significado de ese manifiesto es absurdo hablar de un frente único o de resoluciones comunes en acciones comunes.
Georgia
Hay otro punto esencial. Vandervelde planteó la cuestión de los Estados fronterizos, mencionando a Georgia en particular. No voy a entrar en detalles sobre Georgia. He venido aquí para tratar asuntos serios, para ver si existe alguna posibilidad de acción unida para el futuro. Pero en el caso de Georgia hay algo esencial: aunque sus pecados sean como la escarlata, no estoy nada seguro de que si nombráramos una comisión imparcial sería muy fácil establecer vuestra afirmación de que sois santos. Por lo tanto, dejemos eso a un lado. El hecho esencial es que Georgia tenía un Gobierno socialista. El partido de Georgia responsable de ese Gobierno está afiliado a nosotros; el partido de Georgia responsable de ese Gobierno está representado aquí por un delegado sentado en esta mesa. Vosotros lo suprimisteis por la fuerza militar. Vosotros mantenéis ahora vuestra posición por la fuerza militar. Nosotros decimos: ¿Cómo podemos actuar juntos hasta que se restablezca el Gobierno del que somos responsables o, en cualquier caso, hasta que se retire la ocupación militar que los ha excluido del país y el pueblo del país tenga la oportunidad de decir si os quiere a vosotros o a nosotros? Os lo planteo: ¿no es nuestra posición la única que podrían adoptar los hombres de sentido común al discutir las posibilidades de acción futura? Os hacemos una propuesta: enviad una comisión representativa de las tendencias socialistas; dadles la oportunidad de investigar y de emitir un informe. Puedo aseguraros que, por lo que a nosotros respecta, si dicha comisión se desplaza, lo hará con imparcialidad y con el propósito de descubrir la verdad. Pedimos una investigación honesta.
Imperialismo bolchevique
En cualquier caso, la posición adoptada por Radek, y el carácter de su respuesta, no nos facilitan seguir explorando oportunidades de mayor cooperación. Vuestra respuesta, defendiendo vuestra acción en Georgia, no sólo es militarista, sino similar a la aplicada hoy por los gobiernos capitalistas aliados en Irlanda, Egipto y a la propia Rusia. No es posible que en un caso adoptéis la posición del militarismo capitalista imperialista y en el siguiente la de los camaradas socialistas, personas que creen en la justicia. Además, ¿qué hacéis con todo esto? Pregunto a hombres que han pertenecido a nacionalidades sometidas bajo Austria-Hungría. Sabéis perfectamente que cuando os reuníais con nosotros en las Conferencias Internacionales, presentabais vuestras resoluciones sobre el nacionalismo. Uno de los mayores problemas de la vieja Internacional era que nunca nos reuníamos sin tener que desenredar alguna que otra maraña nacionalista. Vuestra política en Georgia y en los Estados vecinos mantiene ese espíritu nacionalista. Mientras eso predomine en la mente de las clases trabajadoras no podremos tener un frente único. El nacionalismo desbarata el frente único del movimiento económico. Venimos con toda esa experiencia a nuestras espaldas, y todas las dificultades frente a nosotros, y pedimos una respuesta razonada a nuestras preguntas. En lugar de eso, ¡Radek empieza a hablarnos de fusilamientos por parte de algunos oficiales británicos! Pero Radek no nos contó cómo los bolcheviques fusilaron a algunos más a modo de represalia. En serio, camaradas, ese tipo de respuesta es una nimiedad para esta Conferencia.
Presos políticos
La tercera pregunta sobre la que Vandervelde pidió información fue en relación con los prisioneros. ¿Cuál es la situación? Tenéis a esos hombres en vuestras prisiones y vais a juzgarlos. Vandervelde pregunta: «¿Vais a satisfacer al movimiento socialista internacional en cuanto al tipo de juicio?». Radek responde y trata de agitar nuestros sentimientos mencionando el nombre de Rosa Luxemburgo. ¿Qué intentó hacer Rosa Luxemburgo? Rosa Luxemburgo intentó liberar a Alemania de lo que ella consideraba una tiranía (Interrupción: ¿Estás de acuerdo?). Me alegro de que Radek esté de acuerdo con esa forma de expresarlo. ¿Qué intentaban hacer esos prisioneros que retenéis? Intentaban liberar a Rusia de lo que consideraban una tiranía. Dices que el Gobierno en el poder aquí fue responsable del asesinato de Rosa Luxemburgo. ¿Por qué vais y copiáis lo mismo vosotros mismos? Sabéis perfectamente que eso no va a fortaleceros, a daros un ápice de respeto fuera, a poner una sola piedra en los cimientos del Gobierno que tanto os habéis esforzado en construir. Si por un momento hicieseis algo generoso, ello os devolvería mil veces la fuerza y el interés renovados. ¿Por qué no lo hacéis? Nuestra posición es bastante clara y, de nuevo, estoy seguro de que Radek y sus amigos deben respetarnos por adoptarla. Esos hombres son nuestros colegas. Sus representantes están aquí. Os oponéis tanto a ellos como a nosotros. No estamos de acuerdo. Puede que tengáis razón. Puede que tengamos razón. En cualquier caso, hasta que se resuelva la cuestión, ambos mantenemos nuestras opiniones. Pero, ¿podéis imaginarnos diciendo que todo esto va a quedar en un segundo plano, que vamos a sentarnos a hablar de una acción de cuya autenticidad no estamos muy seguros, mientras vosotros tenéis en vuestras manos las vidas de nuestros camaradas porque son nuestros camaradas? Vuestra estrategia es demasiado refinada. Vuestras tácticas son demasiado inteligentes.
¿Cuál es nuestra propuesta? Una muy simple y razonable. Decimos: «que los juzgue un tribunal internacional». Radek responde: «Eso es un insulto a nuestros tribunales y a nuestro gobierno. Manos fuera». Debo confesarlo, estoy de acuerdo con Radek en ese punto. Hacemos otra sugerencia. Decimos: » Juzgad a esos hombres mediante un proceso judicial, no limitándoos a decir que vais a hacerlo, sino asegurándonos que habrá un proceso judicial». Ir más lejos. El sistema judicial de ninguna nación puede pretender el respeto universal si sólo está diseñado para satisfacer a la propia nación. Venimos y decimos: «juzgadlos por un tribunal judicial y aceptad que serán defendidos adecuadamente». Os proponemos que permitáis a Vandervelde ir a hacerse responsable de la defensa de esos prisioneros. Estamos en condiciones de decir que si aceptáis eso, los compatriotas de esos hombres estarán de acuerdo. Os planteamos de nuevo esa cuestión categóricamente.
No puedo acabar sin hacer referencia a la forma en que Radek lo abordó, una forma bastante dolorosa. Me recordó mucho más a un gesto cínico que a un tratamiento serio de un problema o a una respuesta razonable a una petición. Dice: » Entregadnos a los prisioneros de Baviera y os entregaremos a estos hombres». No consideraremos el problema desde ese punto de vista. En cualquier caso, los prisioneros bávaros no son nuestros. Mientras digáis: «Vamos a darles un juicio político y no necesariamente penal» -que creo que es la esencia de la respuesta de Radek-, si me equivoco es culpa del «gesto» de Radek, hay barreras a la acción común que no se pueden eliminar. Si planteáis la cuestión de los prisioneros comunistas alemanes, estamos de acuerdo en que la planteáis con toda naturalidad. Pero si decís: «Negociar hombre por hombre, cambiar este prisionero por aquel», decimos «no». Esta no es la mentalidad con la que debe tratarse el tema. Si vamos a cooperar, debemos respirar la misma atmósfera judicial; debemos tener justicia, no mercantilismo; el mercantilismo aplicado a los prisioneros es una forma muy objetable de mercantilismo, y ni siquiera pensaremos en ello.
Estas son nuestras tres preguntas. Las planteamos de nuevo. Preguntamos: ¿Es la palabra de Radek la última palabra que la III Internacional tiene que decir al respecto?
Una crítica a la propuesta de la Tercera
No me ocuparé de las propuestas prácticas sobre cómo debe constituirse la Conferencia. Creo que vosotros mismos habréis sentido lo absurdo de pedir a Emma Goldman que venga a reunirse con Samuel Gompers. ¿Queréis que la Conferencia sea un jardín de osos? ¿Forma parte de vuestra política convocar una Conferencia que convierta a todo el movimiento internacional en algo de lo que se rían los capitalistas? Y después, cuando hayáis deleitado a la prensa durante una semana con una exhibición de elementos irreconciliables, cuando tengáis una Conferencia que no sea una Conferencia del frente único, sino una farsa absoluta y completamente risible e insensata, ¿vais a aplicar el manifiesto de la Tercera Internacional a los que estamos trabajando por la acción conjunta y vais a empezar a asesinarnos uno tras otro por haber seguido vuestras palabras al pie de la letra? No, no servirá, y nadie lo sabe mejor que los propios representantes de la Tercera Internacional. Estoy totalmente de acuerdo con Radek en que lo que él llama confianza absoluta es imposible. Yo no la deseo. El problema es: ¿tenemos suficiente en común para movernos en el mismo plano? No podemos ponernos de acuerdo. ¿Son nuestros desacuerdos tan fundamentales que los puntos de acuerdo se vuelven demasiado estrechos para una acción común? Sí, mientras no se cumplan las condiciones fundamentales. Es inútil hablar de táctica, hay que llegar a los principios de las grandes ideas: justicia, respeto a sí mismo, armonía y cooperación. Cuando los hayamos resuelto, podremos pasar a los asuntos. Por eso, la Segunda Internacional me ha encargado que os lea esta declaración escrita, para que no haya malentendidos sobre nuestra posición:

Declaración de la Segunda

“Aceptamos el principio de una conferencia general con un objetivo limitado, bajo las condiciones y con el orden del día propuesto por la Unión de Viena.
Declaramos, sin embargo, que esta conferencia debe ir precedida de la aceptación de las siguientes condiciones por parte de la Tercera Internacional:
(1) Renuncia a la táctica del ‘noyautage’.
(2) Nombramiento de una comisión entre los delegados de los tres Comités Ejecutivos para examinar el caso de Georgia y de otros Estados en circunstancias similares, con vistas a alcanzar un acuerdo entre los partidos socialistas:
Hacemos esta sugerencia con el deseo de acelerar la conferencia, pero deseamos que se entienda claramente que las resoluciones que hemos aprobado exigiendo el reconocimiento del pueblo georgiano para decidir, libre de influencia militar, su propia forma de gobierno, siguen siendo válidas.
(3) La liberación de los prisioneros detenidos por razones políticas, y el juicio de aquellos que sean objeto de una acusación criminal ante un tribunal de justicia con derechos de defensa bajo el control del Socialismo Internacional».
Tácticas contra la Tercera
En mi opinión, si se aceptan esas condiciones, o si se llega a algún tipo de acuerdo sobre ellas, esta conferencia puede celebrarse antes de que termine el verano (Expreso aquí mi opinión personal). Creo que podemos ponernos de acuerdo sobre un orden del día. La Unión de Viena nos ha dado uno, y la Segunda Internacional ha declarado oficialmente que lo acepta. Creo, además, que podríamos ponernos de acuerdo sobre resoluciones relativas a las conclusiones de Génova, dar a los partidos parlamentarios, a los partidos políticos y a los partidos industriales un objetivo común para cooperar como resultado; pero no puedo unirme en la acción mientras el Ejecutivo de la Tercera Internacional haya dejado perfectamente claro, en una declaración publicada, que va a utilizar palabras suaves para acercarnos a ella de modo que sus golpes sobre nosotros sean tanto más mortíferos. No voy a entrar en tácticas ni a utilizar la pobreza y el hambre de Europa como terreno de maniobra. Lo rechazo. La táctica en el momento actual, maniobrar por una posición, es detestable. Ningún hombre en esta conferencia debe usar su influencia en apoyo de tácticas disruptivas en vista de la posición actual. Todo lo que os pregunto es: ¿Nos vamos a juntar en esta acción unida o no? ¿Vamos a tener confianza «obrera» los unos en los otros? ¿Vamos a poner fin a las cosas que nos impiden cooperar a unos con otros? Si no, vamos a ir por caminos separados. Vosotros tenéis vuestro trabajo, nosotros el nuestro. Vosotros debéis seguir, nosotros debemos seguir. Puedo asegurar que vamos a actuar solos o en conjunto. Hemos actuado, vamos a seguir actuando. Vamos a reforzar nuestra acción, para que sea más eficaz dentro y fuera del Parlamento. El tiempo y los acontecimientos fortalecerán a quienes prestan el servicio más leal al mundo.

Intervención de Serrati

La posición del Partido Socialista Italiano en esta Conferencia es muy extraña. No pertenecemos a ninguna de las tres Internacionales, y sólo estamos aquí como invitados, bajo condiciones aún más extrañas. Nos habéis admitido como invitados, simplemente porque se dijo que la Conferencia general podría celebrarse en Génova o en Roma; pero esta Conferencia, al parecer, está ahora en peligro, lo que significa que nuestra posición es tan incierta que debo pediros perdón si digo lo que pienso con demasiada libertad. ¿Por qué hemos convocado esta Conferencia? ¿Por qué nos pareció bien celebrar la Conferencia preliminar en Frankfort? ¿Por qué hemos venido todos aquí, desde Londres, Viena y Moscú? Sólo por un deseo, un deseo muy noble, del camarada Adler, o, mejor dicho, porque las circunstancias nos han obligado a reunirnos aquí.
Nuestra propuesta
En una palabra, ¿el carácter de la Conferencia es moral o práctico y político? ¿Estamos aquí para erigirnos en jueces unos de los otros, o para llevar a cabo un trabajo práctico, una acción internacional del proletariado contra la burguesía? Este es el camino, en mi opinión, en el que debe plantearse la cuestión. Seguramente no estamos aquí para erigirnos en jueces unos de los otros. Todos hemos cometido muchos errores. Quizás -si me permites decirlo, querido camarada Vandervelde- los jueces han cometido más errores que los acusados, porque los jueces los han cometido en alianza con nuestros enemigos. Los acusados cometieron errores por el bien de la revolución y no de la burguesía.
La lucha
¿Cuál es la situación actual? La burguesía intenta cargar de nuevo sobre los hombros del proletariado las cargas que ha destruido. La burguesía intenta arrebatarnos las condiciones relativamente buenas que hemos conquistado tras muchos años de lucha. La burguesía está a la defensiva en todos los países, tanto en los países «democráticos» como en los países imperialistas; más particularmente en los países «democráticos», querido camarada Vandervelde. Comprendo perfectamente que en cierto sentido no estés tan preocupado por la situación actual, porque la posición del movimiento proletario en Bélgica es bastante buena. Los comunistas incluso votaron por ti en las recientes elecciones; el movimiento proletario en Bélgica está unido. Comprendo, pues, que vuestro deseo de unidad no sea mayor que el nuestro. Y las mismas condiciones existen en Inglaterra. Pero hay otros países en los que la unidad del proletariado es una cuestión de vida o muerte; lo es para nosotros; y lo es también para vosotros, porque siempre hay resonancias políticas que se dejan sentir en todos los países. Y si las divisiones entre el proletariado en Francia continúan como han comenzado, en poco tiempo el proletariado belga también estará dividido; y si en Alemania continúan de la misma manera, la burguesía prevalecerá, y los socialdemócratas se verán obligados a aplastar cada vez más a los obreros alemanes para reconstruir la economía burguesa. Esta es la situación. ¿No os inquieta la reacción, cada vez más feroz en todos los países? ¿No veis que también en Bélgica, donde habéis participado en el Gobierno, los guardias civiles son cada vez más una amenaza, y que en las fábricas la burguesía trabaja contra los obreros? Y no tenéis fuerzas para resistir a esta reacción burguesa. ¿No veis que en otros países la reacción se organiza con la misma ferocidad que antes de la guerra?
Moral y política
Si esto es cierto, nadie puede negar que el proletariado -ya se adhiera a Londres, Viena o Moscú- debe crear un frente único, debe reorganizarse. ¿Cómo responder a esta propuesta de frente único? Con una cuestión moral. Esta mañana he escuchado con gran interés el discurso del camarada MacDonald, pero no he podido evitar preguntarme si estábamos aquí en una reunión de moralistas o de políticos. Sé muy bien que diréis que es imposible separar la moral de la política; pero decir esto es demagogia. Cuando entrasteis en la guerra -a la que nos opusimos- aceptasteis el lema de Clemenceau: «Yo hago la guerra», lo que significa que cuando se lucha no se pueden elegir las armas; y la mentira, la violencia, el terror, fueron utilizados contra el proletariado por gobiernos con los que compartíais la responsabilidad. ¡Y ahora os consideráis con derecho a plantear cuestiones morales contra los bolcheviques!
¡Ah! Dices: «¡Libertad para que los pueblos dispongan de sí mismos!». Pero Sir Roger Casement fue condenado mientras tú estabas en el Gobierno, cuando eras responsable. Hoy se le considera un mártir de la causa de la revolución nacional irlandesa. ¡Cuando hacías la guerra, mentir era algo noble! ¡El terror era necesario, porque la guerra tenía que continuar!
Siempre has alabado hasta el cielo la Revolución Francesa burguesa. Pero no podemos imaginar la Revolución Francesa sin la guillotina, sin el Terror.
Si recuerdo estos hechos históricos, es porque tú y todos nosotros debemos tenerlos en cuenta. Tal vez si la situación hubiera sido la contraria, si vosotros hubierais estado en la misma situación que los camaradas rusos, habríais actuado de la misma manera. No es posible jugar el papel de acusadores cuando no somos más que esclavos de las circunstancias. No gobernamos la historia, la seguimos. Y entonces, ¿cuáles son esas tres condiciones que habéis puesto a los camaradas bolchevistas, y en qué condiciones tratáis de imponerlas?
Las condiciones de la Segunda
Si la Revolución Rusa descansara sobre una base firme, tal vez tendríais razón al poner estas condiciones y decir: ¡No abuséis de vuestro poder! Pero ponéis estas condiciones en un momento terrible para la Revolución, cuando la burguesía internacional, habiendo fracasado por métodos armados, trata ahora de aplastar la Revolución por métodos peores; en un momento en que nos corresponde a todos defender la Revolución incluso contra los propios bolcheviques si es necesario, incluso contra nosotros mismos; diciéndoles que cometen errores, pero sin debilitar su frente contra sus enemigos, que son también los nuestros. No habéis tenido en cuenta la situación internacional, la grave posición de la Revolución rusa y, en consecuencia, del proletariado internacional.
Vamos a examinar vuestras tres condiciones. En primer lugar, creo que habéis hablado de libertad interna, es decir, de libertad para que los camaradas socialrevolucionarios lleven a cabo su trabajo político en Rusia. ¿Es posible examinar esta condición? ¿Pueden los camaradas bolchevistas aceptar tal discusión en una reunión como ésta? ¿No veis que, sin daros cuenta, debilitáis una fuerza que no está fuera de nosotros, sino que es la nuestra? Los camaradas bolchevistas ya han hecho algo en este sentido. Creo que harán más. Estoy convencido de que los camaradas bolchevistas acabarán por formar una coalición: que vosotros, bolcheviques, mencheviques, socialrevolucionarios, os uniréis un día para defender la revolución proletaria contra el ataque de la burguesía capitalista. Pero como esto se está haciendo posible, es nuestro deber como internacionalistas no poner condiciones, no forzar la situación. Nuestro deber debe ser comprender y tratar de actuar de manera que no se agrien las discusiones; no ahondar las heridas, sino tratar de curarlas en la medida de nuestras posibilidades. ¿Cómo podemos curar las heridas?
Prisioneros
Hace un mes, los socialrevolucionarios nos enviaron un telegrama en el que decían: «Los prisioneros de Butirky van a ser ejecutados, antes de la Conferencia, a menos que la Internacional cumpla inmediatamente con su deber». No sé si la intención de los bolcheviques era realmente matarlos a todos.
Debemos esforzarnos por mostrarles dónde están sus propios intereses sin ponerles una gorra que no les corresponde. Pero los bolcheviques han hecho más. No habéis mencionado la «Checa», pero parece haber en esta sala algo del espíritu de la «Checa», y podría decirse que hemos tenido algunos ejemplos de ello aquí. La revolución siempre utiliza los medios a su alcance; no puede ser una dama elegante que pasea sobre flores, hace lo que puede y lo que debe. Pero también es cierto que Lenin, antes de que hubierais puesto vuestra primera condición, declaró en un discurso que había que cambiar los métodos de procedimiento de la «Checa». No queréis envenenar la situación. Creo que la Conferencia tendrá más éxito del que se espera. No depende de la voluntad de los bolcheviques, deben someterse a las necesidades que imponen las circunstancias. Y si es cierto que ya están abandonando esas prácticas de las que les acusáis, si es cierto que Lenin ha reconocido que hay que cambiar la situación política interna, si es cierto que ya han empezado a dar pasos en esa dirección, ¿es nuestro deber y redunda en nuestro interés político hacer todo lo posible para que vuelvan a sus viejos métodos, o no es más bien nuestro deber y redunda en nuestro interés conducirles por nuestros caminos? Creo que el segundo método es el mejor.
Georgia
Examinemos la segunda condición. Se refiere a la libertad de Georgia. Recuerda, querido camarada Vandervelde, que cuando había socialistas en el mundo que intentaban detener la guerra, que querían dar la paz a los pueblos y, para obtener esta paz, lanzaban una idea que no era la suya, la idea del derecho de los pueblos a determinar su propio destino, una idea que podría haber sido un grito de unidad del proletariado, tú decías: «¡Lo impediremos!». Intentaste impedir Zimmerwald; pero ahora es el caso de Georgia, el caso de un pueblo cuyo Partido Socialista pertenece a la Internacional de Londres. Y luego dices : «libertad para que los pueblos determinen su propio destino». Podríamos discutir esta fórmula; que, según mi opinión, no es del todo socialista. Por ejemplo, creo que el deseo de divisiones, de estabilización de las fronteras en lugar de su destrucción, el deseo de crear una especie de «cordón sanitario» desde Finlandia hasta el Emirato de Faisal, como ha intentado hacer la Entente, no es socialista. Sirve a los intereses del imperialismo, no del socialismo.
Ya conocemos los problemas de Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Persia y todos los demás países de Oriente Próximo. Creo que los socialistas los conocen desde hace mucho tiempo, al igual que han visto cómo los pequeños pueblos pueden convertirse, en un determinado momento de la política imperialista internacional, en meros instrumentos en manos del capitalismo internacional para trabajar por los intereses capitalistas y no por los proletarios. ¿Cuál es la situación actual en Georgia? ¿Cuál era la situación en Georgia hace algún tiempo? ¿Creéis que será posible resolver un problema, que es un problema centenario, mediante una comisión de investigación, reunida en condiciones artificiales e incapaz de juzgar con imparcialidad, como ha ocurrido con todas las comisiones de investigación? ¿Y por qué una comisión de investigación para Georgia y no, por ejemplo, para Alta Silesia, Túnez, Argelia, Trípoli, el Congo, etc.? ¿Simplemente porque tenéis un representante de los socialistas georgianos en vuestra Internacional de Londres?
¡No es suficiente! Es cierto que existen graves problemas en un país que fue administrado por un Gobierno socialista, o que se autodenominó socialista, y que ha sido invadido por el ejército de otro Gobierno socialista, o que se autodenomina socialista.
Unidad
No quiero apoyar ni a un bando ni al otro, pero es evidente que no podemos resolver una cuestión así en quince días. Debemos reflexionar sobre nuestra acción política internacional, que sólo podrá llevarse a cabo si llegamos a algún acuerdo. Si interrumpimos hoy la Conferencia, si nos vamos sin llegar a un acuerdo, algunos a Londres, algunos a Viena y algunos a Moscú, la lucha continuará en Georgia y en todas partes. Si, por el contrario, permanecemos juntos, comenzamos a construir esta unidad de frente, esta unidad hará posible que resolvamos, no sólo el problema georgiano, sino todos los demás problemas que pueden resolverse bajo un régimen capitalista. Según las convicciones de la delegación italiana, no hay que poner condiciones previas a la Conferencia general. El Buró general, que podría ser elegido por la Conferencia, podría encargarse de allanar las diferencias entre una sección y otra. La Conferencia debe trabajar en interés del movimiento internacional. No debemos examinar las cuestiones nacionales aisladas unas de otras, sino considerarlas en su relación con la situación internacional.
Noyautage
Vamos a examinar la tercera pregunta. Preguntáis a los comunistas: ¿qué queréis hacer? ¿Queréis envenenarnos con vuestro noyautage? No soy Mitrídates y no soy a prueba de veneno. Pero creo que un movimiento fuerte y sano no debe temer al veneno. Intentamos superarlo. Quizá no lo consigamos. Lo principal es saber cómo tomarlo. Y vosotros, camaradas belgas, ¿no temíais otro tipo de veneno? Me pregunto si, cuando se trataba de colaborar con la burguesía, os fortificabais contra el veneno burgués del mismo modo que queréis fortificaros contra el veneno revolucionario. ¡No! Decíais entonces: «¡Por nuestra patria, por su defensa, por el bien común, marchemos todos juntos!». Guesde, y tú, Vandervelde (Paul Faure : Y Cachin). Sí, Cachin también. Iba a decirlo. No os preocupasteis de si seríais envenenados o no. Tomasteis el veneno. Y todavía lo estáis sufriendo. No sé por cuánto tiempo sentiréis las consecuencias. Por otra parte, los camaradas bolcheviques no tienen ningún derecho absoluto a reprocharos vuestra actitud en el pasado, porque ellos también tienen entre sus filas a quien ha bebido veneno; quien ha bebido mucho y aún no está curado. ¿Qué es esto del noyautage? Es algo que hacemos todos cuando queremos reunir a los camaradas que están de acuerdo con nosotros para llevar a cabo alguna tarea especial de propaganda en la situación general. Es cierto que los bolcheviques a veces lo han llevado a cabo de forma muy malintencionada (una voz: tú sabes algo de eso). Yo creo que sí. Estoy aquí como juez y como acusado. Pero el noyautage será más fuerte si estamos divididos que si estamos unidos. Creo que no habrá más noyautage cuando nuestros camaradas bolcheviques ya no se encuentren solos para defender su causa, cuando les demostremos que nosotros también trabajamos por la defensa de la propia Revolución. Los bolcheviques saben cómo ser hábiles en su política. En las situaciones más dolorosas, más peligrosas, sólo ellos han demostrado ser verdaderos hombres de Estado. La burguesía ha producido políticos, el proletariado ha producido verdaderos estadistas. Estos hombres comprenderán que su posición hoy no es la de hace dos años. Deben saber que si logramos esta unidad, servirá para defender la Revolución Rusa. ¿Es posible que quieran destruirla? No, quieren vivir, incluso por los medios que vosotros llamáis «maquiavélicos». Y para vivir deben permanecer en el frente único y permanecer allí con espíritu de hermanos, porque no pueden hacer otra cosa en vista de la situación internacional.
El punto de vista italiano
Camaradas, creo haber dicho en pocas palabras lo necesario para explicar nuestro punto de vista, el punto de vista de los socialistas italianos. Debo añadir que éste es el punto de vista de todos los socialistas italianos, que en su último congreso nacional aprobaron una resolución en este sentido redactada por el camarada Treves y por mí.
Una palabra más. Si podemos seguir adelante con esta Conferencia, si podemos realizar nuestro objetivo de una Conferencia general, significará la salvación del proletariado internacional. Si no podemos, puede significar una victoria del imperialismo capitalista sobre la Internacional obrera, por quién sabe cuánto tiempo. Al principio de la guerra se dijo: «La guerra destruirá el socialismo». El socialismo sigue vivo a pesar de todos nuestros errores. Todos debemos estar dispuestos a trabajar juntos, para la acción práctica. Tal acción se desea en todo el mundo; todos estáis de acuerdo en la necesidad de defender la Revolución Rusa; de luchar contra la reacción mundial; de revisar o derogar el Tratado de Versalles, que es una infamia y una pesada carga para el proletariado de todos los países. Tenemos que anticiparnos y prevenir el peligro de una nueva guerra que se está preparando. Y creo que en esta acción práctica quienes sobre todo deben estar de acuerdo son los socialdemócratas alemanes y los bolcheviques rusos. Por contradictorio y paradójico que esto pueda sonar, estáis en posiciones muy similares. Tenéis que defender vuestras posiciones. El capitalismo intenta invadir Rusia; y al mismo tiempo, subiéndose a vuestros hombros, camaradas socialdemócratas, y amparándose en vuestra responsabilidad, intenta llevar a cabo en Alemania su política de cargar sobre el proletariado todas las cargas de la guerra. Si queremos, queridos camaradas, desarrollar esta acción práctica, hacer sentir al proletariado internacional que nos damos cuenta de nuestro deber y de nuestros intereses, no podemos abandonar esta Conferencia sin haber llegado a un acuerdo.

Sesión vespertina

Martes, 4 de abril de 1922. 4:15 h.
Preside: Friedrich Adler (Austria).

Intervención de Otto Bauer

Otto Bauer (Austria): La tarea que nos hemos propuesto en esta Conferencia consiste en reunir a los tres ejércitos en los que lamentablemente se ha dividido el proletariado, para que puedan marchar de nuevo juntos contra el enemigo común y, unidos, derrotar a ese enemigo.
Serrati
El camarada Serrati nos ha pedido esta mañana que consideremos este problema como un problema puramente estratégico, y que dejemos de lado toda consideración moral en nuestras deliberaciones. Debo confesar que no estoy totalmente de acuerdo con Serrati en este punto: la cooperación entre los tres ejércitos depende de ciertas condiciones morales. Estoy de acuerdo con MacDonald en que ciertamente no podremos alcanzar una unidad de frente real, firmemente establecida y efectiva, a menos que aprendamos gradualmente a despertar en estos tres ejércitos esos sentimientos de solidaridad y camaradería, y esa disposición a sacrificar los intereses individuales partidistas a los intereses generales de la clase obrera, sin los cuales no podemos esperar librar una lucha de clases proletaria realmente unida. Me parece sin duda que la verdadera tarea que tenemos ante nosotros, si queremos asegurar la acción común, debe ser eliminar gradualmente el espíritu de competencia entre las tres organizaciones y sustituirlo por la relación de verdadera camaradería en armas. Hasta aquí, pues, estoy de acuerdo con MacDonald en que debemos buscar también condiciones morales para la cooperación.
La Segunda Internacional
Pero, camaradas, no estoy de acuerdo con mis camaradas de la Segunda Internacional, porque creo que estas condiciones morales deben buscarse más allá y de forma más amplia de lo que los camaradas de la Segunda Internacional han sugerido hasta ahora durante esta Conferencia; y en segundo lugar, creo que el camino para alcanzar estas condiciones morales es bastante diferente del camino buscado por los camaradas de la Segunda Internacional.
Las condiciones morales
Primero, dejadme hablar del primer punto, las condiciones morales en sí mismas. En mi opinión, tienen toda la razón al exigir como condición para la cooperación que todas las organizaciones aquí unidas respeten el derecho de los pueblos a la autodeterminación, y se quejan, aduciendo esto como barrera para la cooperación, de que el derecho de autodeterminación en el caso de la República de Georgia ha sido violado. El camarada Serrati ha hablado con cierto escepticismo sobre el derecho de los pueblos a la autodeterminación. En esto no puedo estar de acuerdo con él. Nosotros, los germano-austriacos, que hemos sufrido porque nuestra burguesía intentaba dominar a otras naciones y violar el derecho de autodeterminación de otras naciones, apoyamos absolutamente este principio, y llegamos a considerar que incluso un éxito parcial en la dirección de la liberación de los pueblos es un paso adelante histórico, aunque pueda ser utilizado en el momento por uno u otro imperialismo para sus propios fines.
Georgia
Sólo por estas razones se puede ver que no hay divergencia de opinión entre nosotros y la Segunda Internacional sobre la cuestión de Georgia. Y voy a ir más lejos. Desde 1914 ha habido muchas violaciones de este principio. Conocemos cómo comenzó la guerra con el intento de Austria-Hungría de violarlo; conocemos cómo los ejemplos de tal violación fueron dados por Austria-Hungría y Alemania durante la guerra por los infames tratados de Brest-Litovsk y Bucarest; conocemos cómo este ejemplo fue seguido por los vencedores después de la guerra en los tratados de Riga en el Este y de Versalles y Trianon y Sevres y St. Germain en el Oeste. Admitimos, sin embargo, que el caso de Georgia se distingue de todos los demás, porque aquí hubo partidos proletarios y socialistas en ambos bandos, que fueron responsables de lo que ocurrió; porque fue un ejército que enarbolaba la bandera roja apoyó en este caso la ocupación militar; porque cada vez que el proletariado levanta ahora una protesta contra los actos violentos del imperialismo se encuentra con una desdeñosa referencia a Georgia («¡Muy cierto!» de los representantes de la Segunda y Viena).
Otros casos
He ido más lejos, entonces, y he dicho que el caso de Georgia está en una categoría bastante diferente de otros casos de violación del derecho de los pueblos a la autodeterminación. Pero, por muy cierto que sea esto, camaradas de la Segunda Internacional, ¿podéis decir seriamente que en todos los casos de violación del derecho de los pueblos a la autodeterminación que hemos vivido desde 1918 no han sido también responsables los partidos socialistas, a los que vosotros habéis pertenecido y en algunos casos seguís perteneciendo? («¡Muy cierto!» de los representantes de Viena y Moscú.) Hay otros casos. Este principio está siendo violado en el caso de pequeñas naciones y también de grandes naciones, y tales intentos continúan todavía. Y, camaradas, si es una condición moral, que admito, para el frente único del proletariado y todos los partidos proletarios, que se respete la autodeterminación de los pueblos, esto se aplica ciertamente a Georgia. Pero también se aplica a toda una serie de otros casos, en los que el principio ha sido violado por Gobiernos en los que participan partidos socialistas afiliados a vosotros, camaradas de la Segunda Internacional. («¡Muy cierto!» de los representantes de Viena y Moscú).
Presos políticos
Tengo opiniones muy parecidas con respecto a la otra cuestión que nos toca de cerca, la de los presos políticos. No pensaréis, camaradas de la Segunda Internacional, que el tratamiento de los partidos socialistas en Rusia está menos cerca de nuestros corazones que de los vuestros. Aquí, en nuestra mesa, están sentados camaradas que acaban de ser liberados de las cárceles del Gobierno soviético, y sabemos muy bien qué persecuciones han sufrido nuestros camaradas del Partido Socialdemócrata Ruso y de los Socialrevolucionarios de Izquierda. Y consideramos totalmente imposible, incompatible con la idea del frente único proletario, que no se concedan plenos derechos políticos a todos los partidos socialistas y proletarios de Rusia. Pero, camaradas, esto también es una cuestión general, no sólo una cuestión rusa. No hablaré de las infames persecuciones de comunistas y otros trabajadores revolucionarios en Yugoslavia, Rumania, Hungría y Polonia. Podría decirse que ningún Partido Socialista es responsable de ellas, porque ninguno tiene allí el poder para impedirlo. Pero también hay presos en otras tierras, donde el poder de los socialistas y de la clase obrera es muy considerable, no sólo en Rusia. Y si tenemos que admitir que uno de los fenómenos más incomprensibles de la política soviética es éste, que en el mismo momento en que su Partido había proclamado la consigna del frente único comenzaron los preparativos para los juicios criminales por actos perpetrados hace cuatro años, en circunstancias totalmente diferentes, en una época de guerra civil abierta, aunque debían de saber las dificultades que esto plantearía para la realización del frente único proletario, os recuerdo que también en otros países, que han pasado por una fase de revolución, hay hoy cárceles en las que se encuentran combatientes revolucionarios, obreros, buenos camaradas, también por actos cometidos en tiempos de guerra civil abierta; hacia la obtención de la amnistía para ellos también debería haberse dirigido toda la fuerza de los Partidos proletarios.
Esta es una parte de la cuestión. La otra es la forma en que pueden establecerse las condiciones morales. Estamos bastante de acuerdo con nuestros camaradas de la Segunda Internacional en estos puntos: el restablecimiento del derecho de Georgia a la autodeterminación; la restauración de la plena libertad en las actividades políticas y sindicales de todos los partidos socialistas en Rusia: ciertamente, éstas son las condiciones morales para el frente único, pero ¿cómo vais a llegar a estas condiciones? ¿Vais a formular vuestras condiciones y esperar que el otro Partido las acepte?
Acción antes de las garantías
Confieso que no creo que ese sea el camino correcto. El frente único se logrará de un modo muy distinto y, sobre todo, las condiciones morales se alcanzarán de un modo muy distinto. Dejemos primero que las masas luchen juntas, cualesquiera que sean sus diferentes convicciones políticas, entonces estoy convencido de que en esta lucha común, en el campo de batalla común, se desarrollará el sentimiento de camaradería y solidaridad, hasta que ningún Partido proletario se permita oponerse al cumplimiento de estas condiciones morales (aplausos por parte de Viena y Moscú). Dejemos que el proletariado luche unido hoy, mientras existan las posibilidades; entonces estoy convencido de que el proletariado exigirá en todas partes, independientemente de la organización de su Partido, la posibilidad de luchar en todas partes.
Capitalismo triunfante
¿Cuándo vamos a pronunciar estas condiciones? Todos conocemos, y no necesito insistir en este hecho, las condiciones del proletariado mundial en la actualidad. Todos conocemos la gran ofensiva internacional del capitalismo, que acaba de avanzar en una lucha gigantesca contra los ingenieros ingleses, y que podemos ver también en todas las demás tierras. En todas partes vemos que el sistema del imperialismo perturba la economía del mundo entero. Ciertamente, camaradas, nosotros, la Unión Internacional de Trabajadores, estamos convencidos de que Francia y Bélgica tienen todo el derecho a reclamar una indemnización por la devastación de que fueron víctimas, después del crimen más terrible de la historia del mundo, cometido por la diplomacia austríaca, la alta burguesía húngara y el Junker prusiano en 1914. Pero, camaradas, también vemos cómo este derecho de Francia y Bélgica ha sido utilizado de forma abusiva por una política capitalista e imperialista, que trata de convertir toda Europa Central en un mercado de esclavos, cuyo efecto es expulsar de la industria al proletariado de otros países; y luego este desempleo se utiliza de forma abusiva no sólo para forzar a la baja los salarios, sino para un ataque contra los derechos elementales del proletariado, para arrebatarle todo lo que ha ganado a través de sus sindicatos. Y vemos cómo este mismo imperialismo en los países pequeños, que están indefensos, apoya a la reacción. Cómo podéis pensar que nuestros camaradas, las masas trabajadoras de los nuevos Estados balcánicos, que acaban de crearse en Europa, nos van a comprender cuando nos peleamos por las condiciones, en un momento en que, como vemos a diario, toda la fuerza militar y económica de las Potencias militares victoriosas protege los intereses de la burguesía nacional; o cuando, como vemos tan claramente en Austria, estas Potencias victoriosas están ansiosas por arrancar la última arma de las manos del proletariado, mientras que al mismo tiempo en Hungría desafían todas las decisiones de desarme del tratado de paz de Trianon y entregan las armas a los guardias blancos de Horthy y a los fascistas magiares.
Cara a cara con estas condiciones comenzamos nuestras discusiones, en un momento en que los Gobiernos capitalistas se preparan para reunirse en Génova para una Conferencia. La historia nos ha mostrado claramente la incapacidad de estos Gobiernos para dar al mundo incluso lo necesario para la vida, y para ellos la tarea de la reconstrucción económica es sólo una oportunidad para una conspiración por parte de las grandes naciones de Europa como hasta ahora sólo el Bey de Túnez podría haber intentado.
Acción posible
Estamos llevando a cabo nuestras negociaciones cara a cara con estas condiciones, y me parece del todo imposible que salgamos de esta Conferencia sin otra cosa que decir al proletariado mundial que no hemos podido llegar a un entendimiento, porque una parte ha impuesto condiciones y la otra las ha rechazado. Al hacerlo así, camaradas, creo que decepcionaríamos tristemente al proletariado de todos los países, cualquiera que sea el partido al que pertenezcan, y al mismo tiempo alentaríamos a los gobiernos capitalistas reunidos en Génova a proseguir su política (aplausos de Viena y Moscú). Consideramos imperativo que la Conferencia general que estamos tratando de organizar aquí se reúna lo más rápidamente posible. Y, además, creemos conveniente, si es posible antes de la Conferencia, hacer un llamamiento común al proletariado pidiéndole que manifieste su voluntad común respecto a la Conferencia de Génova («muy bien» por parte de Moscú). Estoy convencido de que, por mucho que discrepemos sobre las condiciones, podríamos emitir resoluciones comunes sobre ciertas cuestiones grandes y decisivas, exponiendo nuestros puntos de vista en oposición a la conspiración capitalista.
Esto es lo que a todos nos parece necesario. Quiero hacer un llamamiento a ambas partes para que no lo hagan imposible. Hago otro llamamiento a los camaradas de la Segunda Internacional. No preguntéis a los comunistas qué quieren. Eso puede cambiar pronto. Cada día en Moscú adoptan una nueva posición. No sirve de nada especular, por interesante que sea hacerlo, sobre lo que quieren nuestros camaradas; preguntadles qué van a hacer. Eso es lo importante. Estoy convencido de que, sean cuales sean las maniobras planeadas en Moscú, Radek no te las dirá. Pero no importa. Estoy completamente convencido de que las condiciones reales del proletariado, su terrible necesidad, la necesidad de una lucha defensiva contra el capitalismo, la trágica posición de la República Soviética, obligarán a la Internacional Comunista a abandonar cualquier maniobra que esté contemplando y a cumplir vuestras condiciones. Estoy convencido de que la acción impondrá sus propias condiciones y necesidades. En cuanto a la Internacional Comunista, no soy tan infantil como para creer que harán caso a mi llamamiento, porque proviene de mí. Soy un traidor, según he leído hoy, y he sido enviado aquí para representar los intereses de la burguesía. Esa es su manera de hablar: nos hemos acostumbrado demasiado a ella como para tomarla a mal. No escuchan lo que digo, ni al Partido que represento, ni a la Unión Internacional de Trabajadores; pero saben muy bien que cuando apelo a ellos para que creen las condiciones necesarias, sólo estoy expresando los deseos de millones de trabajadores en todos los países. Por lo tanto, dejadme decir: no os sorprendáis de su posición: los métodos de vuestra lucha, no tanto en Rusia como contra los partidos obreros y los sindicatos de Europa occidental y central, explican la situación con suficiente claridad. Y, camaradas, no nos lo habéis puesto muy fácil para llegar a un frente único. Puede que no lo admitáis aquí públicamente, pero no podéis negarlo si lo pensáis bien.
Las condiciones de la Segunda
Creo que las condiciones planteadas por la Segunda Internacional son tales que nadie puede oponerse seriamente a ellas. Podemos diferir en cuanto a si la decisión de examinar la cuestión georgiana puede lograr resultados positivos; pero no creo que podamos oponernos a la sugerencia de que los documentos de las diversas secciones sean entregados para una investigación común. No puedo juzgar -no conozco el sistema de justicia ruso- si es posible que Vandervelde comparezca como abogado ante el tribunal de Moscú, pero presumo que no será una usurpación de sus derechos (dirigiéndose a los comunistas) llevar a cabo el juicio, si debe llevarse a cabo, bajo el control del socialismo internacional. Creo que si hacemos un llamamiento a los camaradas de la Segunda Internacional para que no os den un ultimátum, también debemos pediros que demostréis con vuestros actos que estáis dispuestos a poner la clase por encima de los intereses de partido.

La Unión de Viena

Sólo tengo una cosa más que decir en nombre de la Unión de Viena: seguimos manteniendo la posición que hemos adoptado; consideramos necesaria la celebración de la Conferencia; creemos conveniente que se proponga aquí un objetivo práctico de acción común antes de que se reúna la Conferencia. Todo lo que podemos hacer es apelar a ambas partes. Si alguna de las partes piensa que podemos ayudar en la tarea de mediación, ponemos nuestros servicios a su disposición; por nuestra parte, estamos convencidos de que la necesidad del proletariado en esta hora exige sacrificios de todos nosotros. Estamos convencidos de que un primer paso hacia la acción internacional común, por tímido y vacilante que sea, vale cien veces más que cualquier declaración sobre el programa y los métodos.

Intervención de Karl Radek

Mi respuesta puede dividirse en dos partes: la respuesta al discurso del camarada Ramsay MacDonald y la respuesta a la declaración oficial de la Segunda Internacional, que no está en consonancia con el discurso del camarada MacDonald. El discurso de Ramsay MacDonald me tienta a discutirlo en detalle. Primero, porque es posible llegar a un entendimiento con Ramsay MacDonald sin crear malos sentimientos; la honestidad y la convicción absolutas de MacDonald abren el camino a discusiones pacíficas.
El Tratado de Versalles
El discurso de MacDonald fue un pasaje, no de la tragedia, sino de la tragicomedia del proletariado. Cuando Vandervelde habló, oímos un eco de París. Él tenía dudas sobre si el tratado de Versalles debía incluirse en el orden del día, porque eso podría ayudar a Stinnes; y vemos en la declaración de la Segunda Internacional que se adhieren al orden del día sugerido en la invitación de la Unión de Viena, lo que significa que se oponen a la inclusión de la cuestión del tratado de Versalles. Nos interesará mucho saber si los representantes de la socialdemocracia alemana, que dicen pertenecer a la Segunda Internacional, y cuyas declaraciones lamento no haber oído aquí, están de acuerdo en que en esta Conferencia, que debe examinar la posición del proletariado internacional, incluido el proletariado alemán, se suprima del orden del día un asunto tan insignificante como la carga de las reparaciones del tratado de Versalles (Wels : En nuestra Internacional nos hemos ocupado repetidamente del tratado de Versalles). Como Wels ya lo ha tratado repetidamente supongo que no tiene nada que decir con respecto a Génova (Wels: Esa es tu lógica). No sirve de nada entrar en una discusión contigo: nada saldrá de ella. Volveremos más tarde a discutir públicamente este asunto.
El ataque de Ramsay Macdonald
Vamos ahora con Ramsay MacDonald. MacDonald, con la convicción que le caracteriza, como socialista, ha lanzado acusaciones contra nosotros, y al hacerlo ha representado inconscientemente el programa de Lloyd George. Todas las acusaciones de MacDonald eran un eco de los gritos de guerra de la Inglaterra liberal por la libertad de los pueblos pequeños. Y en todo el mundo, sólo la Rusia soviética era el lobo devorador que engullía a los pueblos pequeños. ¡Camarada Ramsay MacDonald! Tengo que llamar tu atención sobre algunos hechos. No has hablado aquí como representante del Partido Laborista Independiente, del que eres miembro -cuyos representantes se sientan aquí en la mesa de la Internacional de Viena-, sino como representante del Partido Laborista Inglés.
Inglaterra y los Estados pequeños
¿Debo recordaros qué condiciones puso el Partido Laborista inglés a la independencia de Irlanda? Pusieron la condición de la neutralización de la costa irlandesa, para que nunca pudiera ser utilizada como base marítima contra el imperialismo inglés. Debo recordaros que el Partido en cuyo nombre habláis defiende, con respecto a la India, no la independencia, sino sólo la autonomía. Estos son hechos que damos a conocer, no sólo en aras de la verdad, sino especialmente porque están presentes aquí representantes de todas las secciones de la prensa inglesa. Si esto es así, dejadme deciros: «Estáis por la libertad, tal como la entendéis; por la libertad tal como vosotros y la clase obrera inglesa, como cómplices del imperialismo inglés, habéis aprendido a concebirla, bajo la presión de cuatro siglos de historia imperialista inglesa». Y así, MacDonald en su discurso, que rebosaba de todas las cosas bellas de las que tanto oímos hablar durante la guerra y que formaban parte de la artillería del imperialismo inglés, pasó por alto un pequeño punto. Ha olvidado por qué ha surgido esta cuestión de los pequeños Estados y naciones. Para él sólo existe Inglaterra. Inglaterra siempre defiende a los pueblos pequeños, a menos que los haya conquistado. Pero al otro lado hay otro Estado, y este otro Estado ha devorado a la pobre, inocente Georgia, y aún otros Estados han sido devorados también. Son los Estados fronterizos, una expresión muy familiar para nosotros. En alemán se llaman Randstaaten. Cuando el imperialismo alemán derrotó al Estado zarista, «liberó» a los pequeños pueblos, los Estados fronterizos. Pero Inglaterra se opuso a esta política. Quería proteger Riga para Rusia, y de hecho defendió las fronteras rusas en Polonia. Desde la muerte del zarismo y la existencia de la República Obrera, el Gobierno inglés y una parte de los socialistas ingleses han hecho suya la causa de los Estados fronterizos. Ahora, camaradas, hay diversas opiniones con respecto a la cuestión de los Estados fronterizos; pero cualquiera puede comprender su significado objetivo: significa que Inglaterra debe disponer de Riga y Batoum, las puertas de Rusia. Esa es la historia de los Estados fronterizos, que Ramsay MacDonald quiere convertir en consigna socialista. Basta preguntar a MacDonald -tú eras miembro de la II Internacional antes de la guerra: «¿Por qué la Segunda Internacional nunca exigió la independencia de Georgia antes de la guerra en tiempos del zarismo? ¿O la independencia de Ucrania? ¿Dónde estabas en los días anteriores a la guerra, cuando este principio del socialismo estaba siendo pisoteado?».
Georgia
Voy aún más lejos y pregunto si Ramsay MacDonald y los demás respetados delegados de esta Conferencia conocen la historia de la libertad de Georgia. Como sabéis, los actuales campeones de esta libertad son el Gobierno menchevista de Georgia, al que derrocamos. Está formado por hombres, ninguno de los cuales defendió la independencia de Georgia antes de octubre de 1917, pues todos ellos eran patriotas gran rusos. Tseretelli, que tachó el nombre de Iris de la lista de oradores para sacar a relucir más tarde sus grandes armas, luchó tan vigorosamente por la Gran Rusia que participó en la ofensiva de 1918 como ministro a las órdenes de Kerenski, y fue el único miembro del Comité Central del Soviet ruso que votó a favor de la pena de muerte contra los soldados por considerarla necesaria para la defensa de la Gran Rusia. Si Mártov se levantara hoy y nos denunciara por las penas de muerte, yo recordaría que cuando tú, Tseretelli, votabas a favor de la pena de muerte en el frente, Mártov estaba entre los que luchaban contra ella. Por lo tanto, desde el punto de vista moral, tiene derecho a hablar sobre estos asuntos; pero, sin duda, el señor Tseretelli y otros no tienen ninguno. Y tú, que fuiste el primero en defender la independencia de Georgia cuando se trataba de atacar a la República Obrera, ¿qué has hecho con tu independencia? Intentaste erradicar a los bolcheviques a sangre y fuego. Puedo leerte una declaración hecha por tu Ministro de Asuntos Exteriores, Gegetchkori, al General Alexejev en una Conferencia con los representantes de los ejércitos blancos del Sur: «Hemos suprimido a los bolcheviques en nuestro país, hemos dado refugio a sus oficiales blancos». Si dudáis de esta declaración, tenemos la colección de informes documentales de vuestro Gobierno, que cayeron en nuestras manos cuando tomamos Tiflis (Interrupción: ¿Son esos los documentos secretos?) Sí, son los documentos secretos.
¿Qué pasa entonces con esta independencia? Invitado por el Gobierno georgiano vino el general von Kress, el famoso «libertador» alemán de Georgia. Entiendo la tragedia de vuestra posición con respecto a las bandas de los turcos. Pero eso no significa que Georgia fuera independiente. Cuando invitasteis a las tropas alemanas, dijisteis: «no podemos estar solos en el mundo», y formasteis una coalición con el Gobierno alemán. Salisteis al encuentro de las tropas alemanas y, junto con los oficiales alemanes, gritasteis hurras en honor de los libertadores, en honor del imperialismo alemán. Entonces desaparecieron los alemanes y apareció el general Thomson, y con él la ocupación inglesa, mucho más inteligente y sutil. Dejaron sus cañones y su ejército en Batoum. Con respecto a vuestros gobernantes, puedo leeros un pasaje del libro del líder de vuestro Partido, Dschugeli, que apareció con una introducción de vuestro Ministro de Asuntos Exteriores, Gegetchkori, en el que dice: «a la orden del General Thomson, el Partido Socialdemócrata y el Gobierno debían arriar la bandera roja de la Casa de Gobierno». Y Dschugeli continúa relatando que él se oponía a esto, y dice: «mi Partido ha rechazado la bandera roja (estas son sus propias palabras), y yo rechazo las decisiones de mi Partido». Ahora bien, Georgia era pequeña y débil. Georgia no podía permanecer neutral, y el líder de su Gobierno, Jordania, entendió esto, y dice en un discurso que tengo aquí: «No podemos permanecer neutrales, y si tenemos que elegir entre el fanatismo oriental y la civilización occidental, nos decidimos por la civilización occidental». Ahora, la civilización occidental es algo extraordinariamente bueno, camarada Tseretelli. Pero a la civilización occidental pertenecen, no sólo cosas bellas como la democracia de Tiflis, sino que Inglaterra considera también los pozos de petróleo de Bakú parte integrante de la civilización occidental. La necesidad de estos pozos de petróleo era muy apremiante, no sólo para la compañía petrolera, detrás de la cual se encuentra el almirantazgo inglés, sino también para el Gobierno inglés. Sabéis muy bien que la cuestión de la nafta tiene una importancia considerable, no sólo para la pequeña Georgia, sino para el gran pueblo ruso y la clase obrera rusa. Uno de los camaradas de la Internacional de Viena acaba de decirme: ¡Hermoso comunismo de nafta! (Abramovitch: ¡Muy cierto, el comunismo de Nafta!). Si el ciudadano Abramovitch introduce el socialismo, ¿lo hará sin nafta? (Algarabía.) Es de suponer que el ciudadano Abramovitch utilizará el volcán de su indignación y su entusiasmo como combustible y fuerza motriz (Gran algarabía). Pero nosotros, pobres diablos, aún no hemos aprendido a prescindir de la nafta (Abramovitch : ¡Y así la saqueáis!). Tú, digno camarada Abramovitch, fuiste miembro del Partido que trató de introducir el socialismo por medio de un gobierno burgués. Probablemente era un camino mejor que la dictadura del proletariado. En cualquier caso, parece que el deseo de independencia del pueblo georgiano es muy reciente.
La Revolución rusa
Todas estas cuestiones sólo se pueden discernir con calma y sensatez si nos preguntamos: ¿Cuál es la situación actual del mundo? La primera oleada de la Revolución Rusa produjo el Estado revolucionario ruso. Vosotros decís que no es un Estado obrero. El llamamiento de Amsterdam decía: Si la Rusia soviética cae, el mundo capitalista reaccionario obtendrá una gran victoria sobre toda la clase obrera internacional. Aunque no podamos hacer nada por la realización del socialismo, y sólo podamos impedir que este Estado sea presa de los blancos, aunque sólo convirtamos al pueblo ruso en un pueblo campesino, que pueda producir sus alimentos en el futuro, si tiene paz, si nuestro amigo Tom Shaw puede impedir que las cañoneras inglesas bloqueen la revolución europea, digo, aunque sólo existan estas posibilidades, lo único necesario para la conservación del pueblo ruso es una palabra de mando del proletariado internacional (¡Bravo!). Comprendo la posición de la Internacional de Viena. Se sitúa entre nosotros y la Segunda Internacional, quiere servir fielmente a la Conferencia general, y habla como si fuera el mismísimo Dios, como la Justicia con su balanza distribuyendo exhortaciones a derecha e izquierda, -comprendo su posición, y no me burlaré de ellos. Pero si quieren probar esta cuestión, deben tenerla clara ellos mismos. ¿Comprendéis la Revolución, comprendéis su importancia para la lucha ulterior del proletariado internacional? Entonces comprenderéis este Estado, su política interior, sus relaciones con el mundo exterior, sus zigzagueos. ¿Estamos impulsando y facilitando con ello la revolución mundial? Esa es la cuestión. Si el bondadoso Ramsay MacDonald viene con todos los tratados de los cuáqueros y todos los tratados de los liberales ingleses en su baúl, sin saber que son una forma disfrazada del imperialismo inglés, no hemos perdido nuestro respeto por él, pero le decimos: «Eres una herramienta de ese imperialismo inglés que gobierna el mundo, que incluso ha logrado persuadir a Alemania de que es el protector de Alemania».
Un entendimiento
¡Camaradas! Nunca llegaremos a un entendimiento sobre la cuestión de nuestra filosofía mundial en una Conferencia. El proletariado de Occidente sólo comprenderá nuestra política cuando, bajo la presión de la hora, haga él mismo la revolución y se enfrente a la necesidad de las consecuencias. No os convenceremos con propaganda de que no todos los que se llaman socialistas lo son realmente; no os convenceremos con propaganda de que no todo lo que se llama derecho de los pueblos a la autodeterminación lo es realmente; no salvaremos el abismo que nos separa con propaganda. Durante el último año, la situación en Europa ha quedado muy clara. Hemos visto que la primera oleada revolucionaria ha pasado, la segunda aún no ha llegado. La clase obrera se encuentra por el momento a la defensiva. La Conferencia general propuesta por la Unión Obrera de Viena no debe ocuparse de estas cuestiones, por lo que sólo hemos tocado aquí estas diferencias, diferencias en las que no puede haber unidad, para llegar a un punto en el que pueda haber unidad.
Repito: Cuando le dije a Vandervelde : «desconfianza, ninguna confianza», no lo dije por razones polémicas, sino que lo dije porque es bueno que al principio de nuestra acción sepamos cuál es nuestra posición. No tenemos ninguna confianza en los Partidos de la Segunda Internacional; no podemos fingir esta confianza. Pero, a pesar de ello, decimos: «No se trata de que tengamos confianza los unos en los otros; los obreros exigen una lucha común, y nosotros decimos: ¡empecemos!».
Buena fe
Ramsay MacDonald nos preguntó hoy: ¿Estáis a favor del frente único, venís de buena fe? No tenía por qué haber hecho esa pregunta. Debería reflexionar que, si cree que sólo estamos llevando a cabo una maniobra para ganar terreno, debemos estar a favor del frente único. Porque en la medida en que vosotros fracaséis en la lucha, nosotros ganaremos terreno. Pero si él cree que la Segunda Internacional luchará, entonces esto perturbará nuestra maniobra. ¿Y por qué? Por el rezago, por el fortalecimiento del movimiento obrero. Incluso entonces ganaremos, porque los obreros lucharán mejor contra el capital. Podéis pensar lo que queráis al respecto, pero no nos digáis que no queremos luchar. La buena fe no consiste en esto, en que hayamos olvidado todo lo que hemos dicho de vosotros, en que no vayamos a luchar contra vosotros. La buena fe consiste en la necesidad del momento que existe para el proletariado. Se trata sólo de la pregunta: ¿Se está uniendo el proletariado en una lucha contra todos los que estamos aquí presentes, o contra alguno de los Ejecutivos individuales? Prefiero pensar que la necesidad del momento es unir al proletariado con el consentimiento de todos los Partidos dependientes del proletariado. Si podemos escapar a la lucha fratricida de las clases trabajadoras, nadie se alegrará más que nosotros. La escisión era un medio para alcanzar un fin, pero no el fin en sí.
Ahora las condiciones concretas. Declaro: llamamos a una Conferencia para definir nuestra posición respecto a la necesidad de la clase obrera y la lucha defensiva. Vosotros no habéis planteado cuestiones, no habéis puesto condiciones para esta lucha contra el capital. Nos habéis impuesto condiciones. Ahora, si pensáis que podéis poner condiciones cometéis un error. Pero yo os digo abiertamente: vamos a intentar ver si, sin que ningún partido ponga condiciones a otro, podemos llegar a un acuerdo sobre lo mínimo que sea posible.
Noyautage
Me referiré a vuestras exigencias por orden. La primera es la renuncia a la táctica celular. Al principio pensé que se trataba del rechazo de las demandas de las células de Moabit o Boutyrki (risas.) Estamos dispuestos a discutirlo. Sin embargo, se trata de otras células, y como a los representantes del Partido Inglés en particular no les gusta estudiar los documentos de otros Partidos, piensan que estas células son una especie de animal, o de gas, que envenenará a la Segunda Internacional.
¿Qué es la táctica celular? En la segunda Conferencia de la Internacional Comunista expresamos nuestra opinión sobre la cuestión sindical. Nos declaramos en contra de CUALQUIER ACENTUACIÓN DE LA ESCISIÓN SINDICAL. Esto provocó la secesión de una parte de nuestros camaradas. Los llamados comunistas de izquierda abandonaron la Internacional Comunista por esta razón, porque decían: «Escisión de los Sindicatos, formación de nuevos Sindicatos». Pero nosotros os decimos: Si nos piden que abandonemos la lucha contra el reformismo responderemos rotundamente: «No». Vuestras tácticas reformistas han llevado a los Sindicatos ingleses a tal punto que un miembro de los Sindicatos ingleses escribe: «Los Sindicatos ingleses están absolutamente agotados, y también están agotados espiritualmente».Lucharemos contra el reformismo en los sindicatos, mientras existamos. Para esta lucha decís que estamos construyendo células. Pregunto a los miembros del Partido Socialdemócrata: en los sindicatos alemanes, en el momento de las elecciones, ¿no presentasteis también listas separadas? Lo mismo hicieron los camaradas del USP en Alemania. Decidimos no dividir los sindicatos, no por amor a vosotros, sino porque sabíamos muy bien que esa táctica afectaría a la fuerza de toda la clase obrera. Estas son las explicaciones que creo que debo hacer aquí sobre esta cuestión de la táctica celular.
Podría decir una cosa más. Ramsay MacDonald es un demócrata, y Tom Shaw es sin duda también un demócrata (Tom Shaw: ¡Eso es seguro!). Porque todos ellos son personas honorables y demócratas, como dijo Shakespeare (Risas). Ahora, te pregunto, honorable camarada Tom Shaw, ¿cómo te atreves, como camarada, a exigir que a los comunistas de los sindicatos ingleses, que siguen siendo instituciones democráticas del Partido, se les niegue la admisión para luchar por sus ideas? Si quisieran poner bombas sobre la mesa de vuestras oficinas sindicales, yo simpatizaría con vosotros, y no pediría que se les permitiera corretear con este fin y recibirían una orden de la Tercera Internacional. Pero cuando se trata del libre combate espiritual en los sindicatos, ¿cómo tenéis vosotros, los demócratas, el valor de exigir que a los obreros comunistas, y sólo a los obreros comunistas, se les impida trabajar como sección entre sus camaradas en apoyo de sus convicciones, bajo la condición de que se sometan a la disciplina de los sindicatos y muestren un espíritu de solidaridad en la lucha sindical? ¿Cómo podéis tener el valor de exigirlo? No podréis responder a esto. La «libertad» puede deformarse como una nariz de cera cuando se trata de volverla contra los obreros revolucionarios. Pero en este caso se romperá.
Georgia
La segunda cuestión presentada es la del nombramiento de una comisión de delegados de las tres Ejecutivas para el examen de la cuestión de Georgia y de los demás Estados en circunstancias similares, con el fin de llegar a un acuerdo entre los partidos socialistas. Estamos de acuerdo con esta condición, que no es una condición. En efecto, antes de leerla me había referido en mi intervención al examen de los documentos por una comisión. Sólo quisiera preguntar si, en «circunstancias similares», no debería examinarse la actitud del Partido Laborista ante la cuestión egipcia, la cuestión irlandesa y la cuestión india. Si proponéis tribunales especiales y comisiones especiales que se dirijan contra el primer Estado de la Revolución, vosotros que no tenéis el valor de obligar al Gobierno inglés a encarcelar a un asesino como vuestro general Dyer, si exigís tribunales especiales y comisiones especiales para examinar los asuntos internos de Rusia, os diré: mi respeto por ti, camarada MacDonald -lo repito por tercera vez- es muy grande; ¡pero no pongas demasiado a prueba nuestra fe en la ingenuidad de la humanidad!
Prisioneros
Ahora vamos a la tercera exigencia, la exigencia de la liberación de los presos que están en la cárcel por sus actos políticos, y el compromiso de que a los condenados por acciones criminales se les permita el derecho de defensa y un juicio bajo el control del Socialismo Internacional. Somos gente muy salvaje, pero los acusados tienen derecho a elegir la defensa que quieran. He oído que al ciudadano Vandervelde le gustaría defender su causa ante el tribunal revolucionario de Moscú. Sé que sólo le mueven nobles sentimientos. Fue miembro de un Gobierno aliado en Versalles, que, aunque habíamos acordado ir a Prinkipo, concluyó la ofensiva contra nosotros. Fue miembro de un Gobierno que dijo a Rusia, cuando yacía sangrante y exhausta en el suelo: «¡Jusqu’au bout!». Siente que comparte la culpa de los socialrevolucionarios, y dice: «Si hay que juzgar a esta pobre gente, no puedo permitir que el Gobierno ruso ejerza su derecho a sentarme en el banquillo de los acusados; mi espíritu de sacrificio no llega tan lejos, ¡pero defenderé a mis cómplices!». «Es un sentimiento noble. Y en lo que concierne a nuestra delegación de la Internacional Comunista, podemos prometer que aceptamos cordialmente la sugerencia de que se le conceda el derecho a comparecer como abogado defensor. Intentaremos poner a tu lado a un abogado que, contigo, en nombre de la Internacional Comunista, te juzgará a ti y a los socialrevolucionarios por tus hechos pasados y por todo lo que has impulsado a la gente a cometer tropelías. (Martov: ¡Llamas a esto un tribunal!). Entonces te pregunto: ¿Qué clase de tribunal es este «control del socialismo internacional»? ¿Qué es, por favor? (Martov: ¡Inspección de documentos!).
Si ése era el objetivo oficial de la Segunda Internacional -no creo que tú hables en su nombre-, entonces podemos satisfacerte permitiéndote tomar todos los informes taquigráficos que quieras y examinar todos los documentos y cartas. Pero, ¿en qué consiste ese control del socialismo internacional? Todavía no puedo desentrañar los secretos del corazón de la Segunda Internacional. ¿Queréis establecer en Rusia un tribunal superior de la Segunda Internacional o de las tres Internacionales? ¿Desde cuándo Rusia es un protectorado de la Segunda Internacional? Sólo oí decir en una de las sesiones de esta conferencia, al ciudadano Vandervelde, que los socialrevolucionarios, aunque querían pertenecer a la Dos y Media, se habían puesto bajo la protección de la Segunda. Pero que el Partido Comunista de Rusia o el Gobierno Comunista de Rusia hubieran suplicado alguna vez esta protección, o que se les hubiera concedido, eso no lo he oído nunca. ¡Camaradas! Aquí la Segunda Internacional exige ciertas explicaciones. Martov tiene una interpretación; de los miembros de la Segunda Internacional oigo interpretaciones diferentes. Estamos dispuestos a esperar la interpretación auténtica de la Biblia, para poder adoptar entonces una actitud definitiva sobre la cuestión. Repito una vez más: no aceptamos condiciones, estamos dispuestos a hacer todo lo posible para facilitar el congreso obrero internacional (Interrupción: ¡Las veintiún condiciones!). Nunca te pedimos, señor, que aceptaras los veintiún puntos (Adolf Braun: Fui yo quien lo dijo). ¡Fue Adolf Braun! Si los hubierais suscrito, no habríais podido llevarlos a cabo.
Un frente único
En este momento no nos preocupan más polémicas ni el agravamiento de la situación actual. Mi preocupación es si podemos superar todas estas dificultades y llegar al Congreso o no. El camarada Bauer propuso hoy que esta Conferencia no se disuelva sin llamar al proletariado a hacer manifestaciones comunes contra la Conferencia de Génova, que es un nuevo intento de saqueo y no de reconstrucción. Apoyamos totalmente esta sugerencia de Bauer. Pero aún nos separan abismos. La cuestión es: ¿cómo superarlos? El proletariado no se unirá detrás de esta mesa, donde hacemos declaraciones y pronunciamos recriminaciones por el pasado y desconfianza por el futuro. La lucha del proletariado decidirá la cuestión del frente único, y podéis abusar de la Internacional Comunista tanto como queráis -(Interrupción: Tú mismo sabes hacerlo bastante bien)- y por un ladrón os daré siempre dos y medio, no os aconsejo que empecéis de nuevo esta historia. Queda una cosa: la voluntad de lucha de la parte del proletariado que apoya hoy a la Internacional Comunista. Mil veces han juzgado mal la longitud del camino; pero siempre han estado ahí cuando se trataba de luchar por los intereses de sus camaradas de clase. Por eso estamos por el frente único del proletariado sin condiciones.

Tercer día

Miércoles, 5 de abril de 1922.

Sesión final

La sesión, que en un principio iba a reunirse a las 15 h, se pospuso hasta las 17 h y luego hasta las 18 h, se abrió finalmente a las doce menos cuarto de la noche, bajo la presidencia de Friedrich Adler.

Informe de la Comisión de los nueve
Intervención de Friedrich Adler

¡Se abre la sesión, camaradas! En nombre de las tres delegaciones presentes en esta Conferencia y de sus representantes en el Comité de los Nueve, tengo que informaros del resultado de nuestro trabajo. El trabajo realizado durante estos días que hemos pasado juntos aquí en Berlín ha sido sumamente difícil, y no hay ninguna razón para que os ocultemos el hecho de que una y otra vez nuestros intentos estuvieron a punto de naufragar. No tenemos ninguna razón para ocultar al proletariado o a la burguesía que las dificultades y la oposición que existían entre los representantes de los Tres Ejecutivos eran muy reales. Pero, camaradas, aunque tendré que describir estas dificultades con más detalle, podemos decir de una vez que al final hemos llegado a un acuerdo como no nos habíamos atrevido a esperar al principio del proceso (¡Bravo!). Podemos decir que, después de años durante los cuales ha sido imposible incluso reunirnos en un debate común, por fin hemos logrado aprobar una resolución común de los Ejecutivos.
Acuerdo
Cada uno de los tres Ejecutivos ha expuesto sus puntos de vista particulares sobre ciertos párrafos de la resolución y sus deseos en cuanto a la inclusión de otros puntos, y los representantes de los tres Ejecutivos harán declaraciones separadas sobre esos puntos en un anexo. Estos anexos se publicarán para dar a todo el proletariado la posibilidad de comprender las diferencias existentes.
Pero, camaradas, a pesar de estas diferencias, hemos llegado, después de largas y difíciles deliberaciones, a una resolución que expresará la voluntad común de los tres Ejecutivos; y creemos que, por modestos que sean nuestros logros, comparados con lo que hubiéramos podido desear, hemos sentado las bases para el restablecimiento del frente único y nos hemos acercado un paso más al gran objetivo. Durante los días que hemos pasado aquí en Berlín, la prensa burguesa ha dicho alegremente: la Conferencia naufragará, será imposible; pero hoy podemos decir que, a pesar de todas nuestras diferencias, hemos demostrado que compartimos la voluntad común de reunir la fuerza del proletariado para la acción, de hacer posible esta acción y de crear las condiciones necesarias.
Las negociaciones
¡Camaradas! Mientras os expongo los resultados de nuestras deliberaciones, también os explicaré con toda franqueza el desarrollo de los debates de los últimos días. Todos los presentes habéis seguido los debates hasta la sesión abierta de ayer por la tarde, y ahora os contaré lo que se ha hecho hoy. Sabéis que, en las dos largas sesiones, se han expresado muy claramente los puntos de vista muy divergentes de las distintas secciones. Creemos que estos debates, por muy marcadas que hayan sido las diferencias en ellos, han sido útiles; porque ahora estas cosas se han dicho cara a cara, como tenía que ser.
¡Camaradas! Hoy nos enfrentamos a la pregunta: ¿se van a eternizar estos debates? Quedaron muchas cosas por decir por todas las partes : muchas cosas que se incluirán en los anexos y que se habrían expresado públicamente si hubiese dado tiempo en la Conferencia. Dijimos : Ya hemos tenido bastantes discusiones preliminares; queremos intentar llegar a la raíz de la cuestión, donde podamos encontrar algún terreno común. A primera hora de la mañana, la Segunda Internacional se reunió y, tras un largo debate, aprobó una resolución. Quiero contaros la verdadera historia del proceso, porque es muy importante que todos los camaradas lo entiendan. Hubo dos propuestas, la de la Segunda Internacional y la que yo presenté esta mañana a los Ejecutivos de las tres Internacionales, bajo mi propia responsabilidad, porque no pude ponerme en comunicación de antemano con mis amigos de la Unión Obrera. De este modo, la Segunda Internacional pudo considerar esta propuesta en su reunión de esta mañana. En el transcurso de la tarde este proyecto de resolución sufrió muchos cambios y modificaciones. Pero -y los camaradas de la Segunda Internacional consideran importante este punto- cuando aprobaron su resolución por la mañana ya conocían la propuesta que yo había presentado a las tres Internacionales. Sabiendo esto, aprobaron la siguiente resolución, que os voy a leer, para que todo quede claro.
Declaración de la Segunda Internacional
El Comité Ejecutivo de la Segunda Internacional, si bien acepta el principio de una Conferencia General tan pronto como pueda encontrarse un terreno de acción común, está convencido, sin embargo, de que sólo podrá llegarse a una conclusión deseable cuando la Tercera Internacional abandone la táctica de la formación de «núcleos» y la escisión del movimiento sindical, cuando acepte y muestre respeto por el principio de autodeterminación de las naciones dondequiera que estén en el poder, y cuando respete el derecho de libertad de opinión de los demás. Por consiguiente, el Comité Ejecutivo de la Segunda Internacional insiste en que la Tercera Internacional dé una respuesta escrita y precisa a las tres condiciones que se le han planteado. Acuerda que la respuesta se dirija al Comité de los Nueve (tres representantes de cada Comité Ejecutivo), que examinará las respuestas y permanecerá en contacto con el fin de eliminar las diferencias existentes y preparar la convocatoria de una Conferencia General.
Quiero añadir también que la Segunda Internacional ha aceptado esta mañana la propuesta contenida en mi proyecto de resolución de que el Comité de los Nueve, que ha llevado a cabo la organización de nuestros trabajos, siga funcionando y se le encomiende la labor de eliminar las diferencias existentes.
Esta resolución aprobada por la Segunda Internacional fue presentada por el camarada Vandervelde al Comité de los Nueve al comienzo de la sesión de la mañana. Siguió un debate y, tras un breve receso, los representantes de la Tercera Internacional declararon que, a la vista del punto de vista adoptado por la Segunda Internacional, consideraban que las negociaciones habían fracasado y querían aprobar una resolución explicando públicamente al proletariado el motivo de la ruptura.
No voy a entrar en los detalles de las negociaciones que siguieron. No vimos el texto de esta declaración de la Tercera Internacional, porque pudimos hilvanar nuevos hilos que condujeron a nuevas negociaciones sobre la base de la declaración que yo había presentado a los tres Ejecutivos. Estas negociaciones, que fueron muy largas -como todos habéis visto-, concluyeron finalmente con éxito, y los tres Ejecutivos acordaron una declaración común. A continuación leeré esta declaración.
Las tres preguntas
Tengo que llamar la atención sobre el hecho de que las tres cuestiones planteadas a la Tercera Internacional en el primer discurso de Vandervelde en la Conferencia abierta, y que Radek trató en su respuesta durante el debate de ayer, volvieron a plantearse en la resolución de la Segunda Internacional. Estas tres cuestiones han desempeñado también un papel en las negociaciones del Comité de los Nueve. Se hizo saber que el camarada Radek había dicho, en nombre de sus amigos, que estaba dispuesto, en cualquier momento, incluso hoy mismo, a dar una respuesta por escrito a estas preguntas si las recibía en forma definida. Se acordó, sin embargo, que, de acuerdo con la resolución de la Segunda Internacional, estas preguntas, que implican otras cuestiones, debían ser remitidas al Comité de los Nueve para su posterior investigación. Sobre este punto hubo un acuerdo general (Radek: ¡Eso no es del todo correcto; me gustaría señalar un error de expresión!). Quizás puedas dar tu explicación ahora, camarada Radek; esperaremos un momento (Radek: quiero decir que las respuestas no se dieron, porque Vandervelde se negó a formular las preguntas de forma definitiva, y que la conferencia general no tiene nada que ver con las preguntas no formuladas de tal forma).
¡Camaradas! He intentado resumir lo más objetivamente posible, afirmando que estos debates tuvieron lugar efectivamente. Como he dicho, Radek declaró que estaba dispuesto a responder, y Vandervelde dijo: estas cuestiones no necesitan ser resueltas ahora cuando estamos presionados por el tiempo, sino que es trabajo del futuro plantearlas y responderlas. Y también puedo decir que Vandervelde espera, en vista de la línea adoptada en el debate, que se resolverán mucho más fácilmente de lo que parecía probable en un principio. ¿Tengo razón al decir esto? (Radek: muy cierto).
Ahora voy a leer el texto de esta declaración conjunta.

Declaración conjunta de las tres Internacionales

«La Conferencia está de acuerdo en que, por muy deseable que sea la unidad de las organizaciones clasistas del proletariado, en el momento actual lo único que puede hacerse es celebrar deliberaciones entre todas las secciones representadas en la Conferencia con el fin de emprender una acción común hacia un objetivo concreto. La Conferencia propone, por tanto, que los Ejecutivos acuerden la creación de un Comité de Organización de Nueve, que se encargará de la preparación de nuevas conferencias de los tres Ejecutivos, así como de conferencias sobre una base más amplia, que incluya a los partidos no afiliados a ninguna de las tres organizaciones internacionales. Cada Ejecutivo es libre de designar como considere oportuno a los tres representantes que le corresponden. En este Comité de Organización no se permitirán resoluciones por mayoría, su tarea será expresar el punto de vista general de las tres Ejecutivas en la medida en que así se declare.
La Conferencia recomienda que este Comité de Organización intente propiciar conversaciones entre los representantes de la Internacional Sindical de Amsterdam y de la Internacional Sindical Roja, para considerar la cuestión de cómo puede asegurarse el mantenimiento y el restablecimiento de la unidad sindical de frente, nacional e internacionalmente.
La Conferencia toma nota de la declaración de los representantes de la Internacional Comunista de que los cuarenta y siete socialrevolucionarios que van a ser juzgados podrán tener los defensores que deseen; de que, como ya se anunció en la prensa soviética antes de la Conferencia, en este juicio no se impondrán penas de muerte; de que, como el juicio será público, se permitirá a los representantes de los tres Ejecutivos asistir, escuchar los procedimientos y hacer actas taquigráficas para información de sus Partidos afiliados.
La Conferencia declara que las tres Ejecutivas han manifestado su disposición a recoger y examinar el material que presenten las diferentes secciones sobre la cuestión de Georgia. La Conferencia autoriza al Comité de Organización a sacar conclusiones de este examen y a presentar un informe en una Conferencia ulterior de las tres Ejecutivas.
La Conferencia toma nota de que los representantes de la Segunda Internacional han declarado que no consideran posible celebrar una conferencia general en abril, es decir, al mismo tiempo que la Conferencia de Génova. La Conferencia, sin embargo, está de acuerdo en principio sobre la necesidad de convocar una conferencia general lo antes posible. Los Ejecutivos se comprometen a informar a sus Partidos afiliados de los progresos realizados con la idea de celebrar una conferencia general durante las negociaciones de Berlín, y darán a sus representantes en el Comité de Organización plenos poderes para concluir negociaciones favorables a la convocatoria de una conferencia general.
Como la organización de la Conferencia general es imposible este mes por las razones arriba expuestas, la presente Conferencia declara que es un deber imperativo, en vista del avance del capitalismo imperialista internacional demostrar la voluntad de unidad del proletariado internacional con conciencia de clase. Por consiguiente, la Conferencia exhorta a los obreros de todos los países a organizar grandes manifestaciones de masas, con la mayor unidad posible, durante la Conferencia de Génova, ya sea el 20 de abril o, cuando esto sea técnicamente imposible, el 1 de mayo.
Por la jornada de ocho horas.
Por la lucha contra el desempleo, que ha aumentado desmesuradamente a causa de la política de reparaciones de las potencias capitalistas.
Por la acción unida del proletariado contra la ofensiva capitalista.
Por la Revolución Rusa, por la Rusia hambrienta, por la reanudación por todos los países de las relaciones políticas y económicas con Rusia.
Por el restablecimiento del frente único proletario en todos los países y en la Internacional».
Acción inmediata
¡Camaradas! Esta es la base común encontrada por los tres Ejecutivos. Veis que un entendimiento en una dirección positiva es mucho más factible de lo que era cuando esta Conferencia se reunió por primera vez. Hemos convocado esta Conferencia para discutir las condiciones necesarias para una conferencia general, de modo que podamos continuar nuestros debates a mayor escala en la próxima conferencia general. Hemos logrado encontrar una base definitiva para los mismos. Todos estamos de acuerdo en ello. Aunque sabemos que la conferencia general ha tenido que ser aplazada, esperamos que después de este primer paso también sean posibles otros. Como señal de que no sólo hemos aprobado una resolución piadosa, sino que realmente hemos dado el primer paso hacia el frente único proletario, hemos acordado en particular, con este espíritu, la acción inmediata, unirnos como proletariado mundial con conciencia de clase en manifestaciones contra la unión del capitalismo imperialista que ahora se ha hecho evidente en Génova. De la conferencia conjunta de los tres Ejecutivos hemos lanzado un llamamiento común a la acción común y a las manifestaciones. Es un pequeño comienzo de acción común, pero es un comienzo. ¡Camaradas! Después de haber dado este paso adelante, creemos que podemos deciros que conocemos todas las dificultades que aún tenemos por delante, cuya magnitud no subestimamos, y conociéndolas aún queremos continuar nuestro trabajo con energía y alegría, para alcanzar el objetivo común que todos perseguimos, la unión de las fuerzas del proletariado internacional en una lucha contra el capitalismo mundial.
¡Camaradas! Si todos estáis de acuerdo y no planteáis objeciones, declaro aceptado este documento común de las tres Internacionales (aplausos.)
Las declaraciones de Wels, en nombre del Partido Socialdemócrata Alemán, Tseretelli, en nombre del Partido Socialista Georgiano, y Grimm, en nombre de la Unión Internacional de Trabajadores, figuran en el anexo.
Hemos llegado, camaradas, al final de nuestros debates. Creo que, por difícil que haya sido el trabajo y por mucha autocontención que nos haya exigido a todos, lo hemos llevado a cabo con la conciencia de que servíamos a la causa del proletariado. Si vemos ante nosotros la esperanza de unir las fuerzas del proletariado en mayor medida que nunca, es sabiendo que tenemos ante nosotros una tarea difícil y grande. Sabemos, camaradas, que las grandes batallas del proletariado son más fáciles de llevar a cabo, por el ímpetu que traen consigo, que el trabajo cotidiano y fatigoso como el que hemos tenido que realizar en esta Conferencia. Proseguiremos nuestra tarea hasta el fin, y creo que hoy, por primera vez, después de un período durante el cual no hemos tenido ningún impulso hacia la organización internacional, y durante el cual, para gran alegría de los burgueses de todos los países, el proletariado ha estado dividido, podemos unirnos de nuevo en el grito común: ¡Larga vida a la luchadora y victoriosa Internacional del proletariado revolucionario! (Vítores fuertes y prolongados. Todos los presentes cantan la Internacional).

Fin de la sesión, medianoche