II InternacionalInternacionales

Zinóviev sobre la II Internacional

Diego Farpón

Recuperamos en esta ocasión un texto de Zinóviev, en el que hace un breve balance de la II Internacional.
Traducido desde the Communist International in Lenin’s Time. Lenin’s struggle for a revolutionary international. Documents: 1907-1916. The Preparatory Years, edición de John Riddell, Pathfinder Press, 8ª reimpresión, 2019, pp. 176-180.


El legado de la Segunda Internacional

Grigori Zinóviev

La mejor prueba de que la II Internacional -con todas sus enormes concesiones al oportunismo- aún no podía proclamar oficialmente la «defensa de la patria» y la guerra «defensiva» como su punto de vista, nos la proporciona su actitud hacia las guerras balcánicas de 1912-1913. En estas guerras la cuestión nacional desempeñó un papel, pero fue completamente ahogada por los temas imperialistas. Las pequeñas naciones eran juguetes en manos de las camarillas imperialistas.
A nadie en la Internacional se le ocurrió considerar estos enfrentamientos desde la perspectiva de la «guerra defensiva» y la «defensa de la patria». Todos los socialistas balcánicos votaron contra los créditos de guerra y lucharon contra la guerra. Todos los socialistas europeos les aplaudieron por ello y nunca pensaron en recordarles su obligación de «defender la patria.»
¿Por qué? Porque todo el mundo entendió que el culpable de la guerra era el imperialismo…
El manifiesto de Basilea fue redactado en previsión precisamente de la guerra a escala europea que ha estallado ahora. Basándose en el hecho de que la guerra sería de carácter imperialista, provocada por los enfrentamientos de las diferentes camarillas del capital financiero europeo, el manifiesto analizaba detalladamente la posición de los socialistas en cada país. Planteaba un programa de acción para los socialistas de todas las naciones. ¿Qué tipo de programa? ¿Contiene la más mínima sugerencia de que los socialistas de uno solo de los países que se verán arrastrados a la guerra tendrán que «defender la patria» y aplicar el criterio de guerra «defensiva»? No. ¡Ni una palabra, ni un murmullo de esto! Encontraréis en él un llamamiento a organizar la guerra civil, y referencias a la Comuna de París, a la revolución de 1905, etcétera. Pero no encontraréis ni una sola palabra sobre la guerra «defensiva»…
La resolución de Basilea no era peor, sino mejor que la de Stuttgart. Cada una de sus palabras es una bofetada a la táctica actual de los partidos «dirigentes» de la II Internacional.
Sin embargo, la cita del 4 de agosto de 1914 no pasó de largo. La Segunda Internacional, tal como existía, era un caso perdido, por muchas resoluciones excelentes que aprobara. Pero eso no significaba en absoluto que esas resoluciones no tuvieran importancia…
En su excelente librito, imperialismo, guerra mundial y socialdemocracia, el marxista holandés Hermann Gorter dice:
«Quien conocía de cerca la situación de la socialdemocracia internacional, ya veía desde hacía tiempo que [la crisis, la política del 4 de agosto-GZ] se acercaba. El congreso de Stuttgart fue el último que adoptó una posición seria contra el imperialismo. En Copenhague la Internacional ya había empezado a vacilar, y en Basilea emprendió la huida.
Resultó que cuanto más fuerte se hacía el imperialismo, mayor era el peligro de guerra y cuanto más se acercaba, más tímida era la Internacional. En Basilea seguía haciendo sonar las trompetas. Pero a través de las frases altisonantes de Jaures, a través de las amenazas vacías de Keir Hardie, a través de los sollozos cobardes de Victor Adler sobre la destrucción de la cultura, a través de las palabras vacías y pálidas de Haase, a través del barullo y la algarabía autocomplacientes de todo el congreso, a través de todo esto, ya no había claramente ningún deseo, ningún esfuerzo, ninguna fuerza para ningún tipo de acción. La burguesía, que, gracias a su propia putrefacción, tiene mejor olfato para la podredumbre moral en general, olfateó inmediatamente el olor de la podredumbre del congreso y de la Internacional. Intuyó que no tenía nada que temer de este congreso».
Hay mucha verdad en las palabras de este marxista holandés. La burguesía, de hecho, olía la debilidad de la II Internacional y sabía que ningún peligro de ningún tipo la amenazaba por parte de la mayoría oportunista tan sinceramente entregada a ella. El actual ministro del gobierno Sembat, en su libro, Faites un roi (Haced un rey), publicado no mucho después de Basilea, relata la ironía con la que los burgueses franceses hablaban del congreso de Basilea, llamándolo «le Grand Pardon de Bale» (la absolución general de Basilea). Muchos socialistas compartían el presentimiento de que algo estaba podrido en el Estado de Dinamarca. Pero no seremos sabios en retrospectiva. Lo admitimos honestamente: a ninguno de nosotros se nos ocurrió la posibilidad de algo que se pareciera ni remotamente a lo que presenciamos el 4 de agosto de 1914. Es incorrecto decir que la Internacional levantó el vuelo en Basilea. Los partidos socialdemócratas oficiales de Europa no alzaron el vuelo hasta el 4 de agosto de 1914. En Basilea no se dijo ni una palabra a las masas obreras sobre la «defensa de la patria» en la inminente guerra. Al contrario, en Basilea se habló a los proletarios de todo el mundo de los ejemplos de la Comuna de París y de la revolución rusa de 1905, de que «dispararse unos a otros es un crimen», de que la guerra que se avecina es una guerra en interés de un pequeño grupo de capitalistas…
La debilidad de la II Internacional residía en no haber dicho con claridad y precisión que si bien la defensa de la patria es legítima y esencial en la época de las guerras nacionales, en la época del imperialismo el concepto de «defensa de la patria» no se aplica a la guerra imperialista.
La calamidad, la desgracia y el colapso de la II Internacional se produjeron porque el oportunismo, que era fuerte por razones que no podemos discutir aquí, se impuso. El oportunismo subordinó objetivamente los principales partidos de la II Internacional a la política de la burguesía, que tiene un interés vital en hacer pasar a los trabajadores la deshonrosa guerra imperialista como justa y progresista.
Al proclamar la necesidad de fundar una Tercera Internacional, ¿debemos renunciar total y completamente al legado de la Segunda Internacional?
La tarea de los marxistas revolucionarios consiste en mostrar cómo en el curso de los veinticinco años de existencia de la II Internacional lucharon en su seno, con mayor o menor éxito, dos tendencias fundamentales: la marxista y la oportunista. No estamos borrando toda la historia de la II Internacional. No renunciamos a lo que había de marxista en ella.
Una capa de teóricos y «dirigentes» se ha apartado del marxismo revolucionario; los kautskistas de todas las naciones se han apartado del marxismo revolucionario. En los últimos años de existencia de la Segunda Internacional, los oportunistas y el «centro» obtuvieron la mayoría sobre los marxistas. Pero a pesar de todo, siempre existió una tendencia marxista revolucionaria en la Segunda Internacional. Y no renunciamos ni por un instante a su legado.