La Revolución rusaRakovsky

Los bolcheviques y el juicio a los mencheviques

Diego F

En este prólogo, escrito con motivo de la publicación del acta del juicio a los mencheviques y elaborado por Rakovsky, se arremete sin contemplación contra los mencheviques.
Fue publicado por el Comité Político y Educativo Principal del Comisariado Popular de Educación de la RSFSR, a través de la editorial Krasnaya Nov, en 1923, si bien el prólogo está fechado tres años antes, en 1920.
Партия меньшевиков и деникинщина. Процесс киевских меньшевиков 21-22 марта 1920 года, Красная Новь, Главполитпросвет, Москва́, 1923, pp. 7-9.


El partido menchevique y Denikin
El proceso a los mencheviques de Kiev (21-22 de marzo de 1920)
Prólogo

El juicio de los mencheviques de Kiev, cuyo informe encontrará el lector a continuación, tenía por objeto revelar una vez más a la clase obrera el papel doble y traicionero que los mencheviques habían desempeñado todo el tiempo en relación con la revolución proletaria. De los documentos leídos en las reuniones del tribunal revolucionario se desprende qué relaciones de camaradería mantenían los mencheviques con el poder de Denikin tras la retirada del Ejército Rojo de Kiev. Por otra parte, la revista socialista Mysl [Pensamiento], publicada en Járkov por el menchevique Sun, que había huido durante la retirada de Denikin de Járkov a Georgia, daba la bienvenida a los «resucitadores de Rusia» frente al ejército de voluntarios. Al mismo tiempo, los mencheviques de Kiev, con miembros del Comité Central Ucraniano de los mencheviques y un miembro del Comité Central Panruso del Partido, entran en el ayuntamiento, establecen vínculos con los policías de Denikin y solicitan subvenciones para la Oficina Central de los Sindicatos, que es en realidad la Oficina Central de los mencheviques. Al mismo tiempo se dan a conocer en el extranjero enviando un llamamiento a todos los trabajadores denigrando el poder soviético.
Los mencheviques son un accesorio necesario del Estado de Denikin; constituyen «la oposición legal de su majestad», como los cadetes y octubristas durante la Duma Estatal. Como observa correctamente el camarada Bardin en su acusación, su presencia en las instituciones estatales de Denikin, su existencia legal, dio a Denikin el derecho a decir a Europa que la satrapía que había creado tenía todos los atributos de un Estado burgués europeo. Si Lloyd George tenía a Henderson y Clemenceau a Albert Thomas, Denikin también tenía a sus «socialistas» legales, los mencheviques.
De hecho, la cuestión principal que todo obrero se plantea es la siguiente: ¿Por qué los mencheviques permanecieron en Kiev como organización legal y libre tras la marcha de los rojos? En relación con este factor principal, tal o cual acción individual de los mencheviques que permanecieron en Kiev es sólo un detalle que depende de una multitud de otras circunstancias. Sin duda, el hecho de que el Ejército Rojo se encontrara en todo momento a unas decenas de verstas de Kiev, en el río Irpín, y que ya hubiera estado en la propia Kiev durante tres días a principios de octubre de 1919, no dio a los mencheviques la oportunidad de demostrar a los guardias blancos todos sus sentimientos de buena vecindad. Si con un ojo miraban hacia las dumas y consejos de Denikin, con el otro tenían que mirar en dirección a la carretera de Yitómir, desde donde los regimientos rojos Tarashchansky y Bogun podían llegar a Kiev en cualquier momento.
¿Por qué permanecieron los mencheviques en Kiev con Denikin?
Si los soldados permanecen voluntariamente en una zona ocupada por el enemigo, son declarados traidores bajo las leyes de guerra de los estados burgueses y son juzgados por un consejo de guerra. Lo que la clase burguesa considera un crimen en términos de su autodefensa, ¿es una virtud en términos de la autodefensa de la clase obrera? ¿Acaso la clase obrera y la revolución obrera no tienen derecho a recurrir a las mismas medidas de autodefensa a las que recurre la burguesía para mantener su poder?
Ciertamente, sí. Está claro para cualquiera imbuido de sentimiento revolucionario que un soldado de la revolución que no sigue a sus camaradas, sino que abandona sus filas y permanece a disposición del enemigo, es un traidor y un traidor a la clase obrera.
Pero aquí podemos observar con razón que subjetivamente los mencheviques no tienen derecho a considerarse traidores, porque tampoco fueron soldados de la revolución proletaria. En la lucha que libra la clase obrera en Rusia y Ucrania contra los capitalistas y terratenientes no sólo del antiguo Imperio ruso, sino de todo el mundo, los mencheviques son enemigos de la clase obrera o, en el mejor de los casos, neutrales. Pero incluso en este último caso la clase obrera tiene derecho a decirles: «Quien no está conmigo está contra mí».
Al permanecer en Kiev, los mencheviques cumplían su misión histórica de apagar la hoguera revolucionaria. La motivación con la que justificaron su petición de publicar un periódico es característica. Pidieron al gobierno de Denikin que les permitiera tener un periódico «porque, al no tener órgano propio, los obreros sucumben a todo tipo de rumores». El periódico menchevique debía, pues, desempeñar el papel de calmar, adormecer, reforzar los cimientos del denikinismo.
Los mencheviques, por supuesto, se indignan hasta la médula cuando se les llama contrarrevolucionarios. Les gustaría mantener relaciones de buena vecindad con Denikin y, al mismo tiempo, conservar una reputación revolucionaria intachable.
Pero a este respecto nadie está en condiciones de ayudarles. Comparten la suerte de todos los partidos intermedios, comparten la suerte del eterno «pantano», la suerte de la Gironda. En la lucha dura y decisiva que el proletariado libra ahora por su liberación, debe luchar sin piedad no sólo contra sus enemigos manifiestos, sino que debe también, sin vacilación alguna, desechar y tachar de traidores también a los elementos indecisos que lo desvían de la lucha revolucionaria y lo conducen al laberinto de la conciliación, de la traición y de la contrarrevolución.

K Rakovsky
Diciembre, 1920