Karl Marx

Marx, la Internacional y el método de trabajo

Diego Farpón

En esta carta de Karl Marx, escrita a Sorge, podemos observar los métodos de trabajo que tenían lugar en el seno de la Internacional.
El original, en inglés, está recopilado en collected works, volume 44, letters 1870-1873, Marx, Karl; Engels, Frederick, Lawrence & Wishart, 2010, pp. 273-275.


Londres, 29 de noviembre de 1871

Mi querido Sorge,
Espero que por fin hayas recibido en Nueva York las Resoluciones de la Conferencia y las diferentes cartas que te envié. Envío junto con esta carta los 3 últimos informes de Eastern Post sobre las sesiones del Consejo General. Contienen, por supuesto, sólo lo que está destinado al uso público.
En lo que respecta a los asuntos financieros, sólo tengo que comentar lo siguiente:
1) El Comité de Nueva York no tiene que pagar más que 2d por pieza por los panfletos sobre la Guerra Civil que ha recibido. Pagará 1d por pieza por los Estatutos y Reglamentos à fur et mesure que se vendan. Pero debería escribirnos cuántas ediciones francesas y alemanas de los Estatutos, etc., necesita. Además de lo que necesita inmediatamente, quizás le resulte útil tener un cierto stock de reserva.
2) En cuanto al dinero que se nos envía para los refugiados, el Consejo General quiere una declaración expresa por escrito de que el Consejo General es el único responsable de su distribución entre los refugiados franceses, y que la llamada «Sociedad de refugiados franceses en Londres» no tiene ningún derecho de control sobre el Consejo.
Esto es necesario, porque, aunque la masa de la mencionada sociedad es gente honesta, el comité que la encabeza es un rufián, de modo que una gran parte -y la más meritoria parte de los refugiados- no quiere tener nada que ver con la «Sociedad», sino ser aliviada directamente por el Consejo. Nosotros, por tanto, damos una suma semanal para distribuir a la Sociedad, y distribuimos otra suma directamente.
Son los citados rufianes los que han difundido las calumnias más atroces contra el Consejo General, sin cuya ayuda (y muchos de sus miembros no sólo han dado su tiempo, sino que han pagado de su propio bolsillo) los refugiados franceses habrían «crevé de faim«.
Paso ahora a la cuestión de MacDonnell.
Antes de admitirlo, el Consejo hizo una investigación exhaustiva sobre su integridad, él, como todos los demás políticos irlandeses, era muy calumniado por sus propios compatriotas.
El Consejo -después de las pruebas más incontrovertibles sobre su carácter privado- lo eligió porque la masa de los trabajadores irlandeses en Inglaterra tiene más confianza en él que en ninguna otra persona. Es un hombre muy superior a los prejuicios religiosos y, en cuanto a sus opiniones generales, es absurdo decir que tiene alguna predilección «burguesa». Es un proletario, por sus circunstancias de vida y por sus ideas.
Si hay que hacer alguna acusación contra él, que se haga en términos exactos, y no mediante vagas insinuaciones. Mi opinión es que los irlandeses, apartados durante mucho tiempo por la cárcel, no son jueces competentes. La mejor prueba son sus relaciones con The Irishman, cuyo editor, Pigott, es un mero especulador, y cuyo director, Murphy, es un rufián. Ese periódico -a pesar de los esfuerzos del Consejo General por la causa irlandesa- siempre ha intrigado contra nosotros. MacDonnel fue constantemente atacado en ese periódico por un irlandés (O’Donnell) relacionado con Campbell (un oficial de la policía londinense) y un borracho habitual que por un vaso de ginebra le dirá al primer policía todos los secretos de los que pueda disponer.
Tras el nombramiento de MacDonnell, Murphy atacó y calumnió a la Internacional (no sólo a MacDonnell) en The Irishman y, al mismo tiempo, nos pidió secretamente que le nombráramos secretario para Irlanda.
En cuanto a O’Donovan Rossa, me sorprende que lo cites todavía como autoridad después de lo que me has escrito sobre él. Si algún hombre estaba obligado, personalmente, con la Internacional y los comuneros franceses, era él, y ya has visto qué agradecimiento hemos recibido de sus manos.
Que los miembros irlandeses del Comité de Nueva York no olviden que, para serles útiles, queremos sobre todo influir en los irlandeses de Inglaterra, y que para ello no existe, por lo que hemos podido comprobar, ningún hombre mejor que MacDonnell.
Tuyo fraternalmente,

Karl Marx

Train nunca ha recibido credenciales por parte del Consejo General.