La OposiciónRakovsky

La construcción de la URSS y el XII Congreso: bolchevismo contra construcción burocrática

Diego Farpón

En abril de 1923, entre los días 17 y 25, tuvo lugar el XII Congreso del partido bolchevique. Como es sabido, debido a su enfermedad, fue el primer congreso del partido al que no asistió Lenin. Sus últimos dictados fueron realizados en marzo del mismo año, y unos meses antes, entre el 23 de diciembre y el 4 de enero, dictó una carta de cara al XII Congreso.
Esta carta, sin embargo, no se hizo pública hasta que Lenin falleció: aunque se sabía de su existencia, Krúpskaya no la entregó hasta la muerte de Lenin, en enero de 1924. La carta debía ser dada a conocer en el XIII Congreso, que tendría lugar cinco meses más tarde, en mayo. Sin embargo no fue leída ni discutida en el plenario, aunque bien tuvo lugar un simulacro de lectura en pequeños grupos.
Aún así, la carta al XII Congreso, aunque fue publicada en 1925 por Max Eastman (el partido bolchevique, Broué, p. 230), fue señalada como falsa y ocultada hasta 1956. No apareció en las obras “completas” de Lenin hasta la 5ª edición, en 1964.
En su momento, por unos u otros motivos, toda la dirigencia del partido bolchevique sostuvo una misma postura: incluso cuando fue publicada por Eastman, Trotsky señaló que era falsa. Hubo, sin embargo, una excepción: Khristian Rakovsky. Nuestro irreverente bolchevique ya en el XII Congreso, “(…) invoca la autoridad de Lenin y su carta -que aún no ha sido publicada- sobre la cuestión nacional, para estigmatizar la concepción centralizadora que Stalin ha impuesto en la Constitución de la URSS” (epb, p. 240). El XII Congreso tuvo lugar en 1923.
El 22 de octubre de 1922 dimitieron nueve de los once miembros del Comité Central de Georgia, en protesta por la política sobre la cuestión nacional que amenaza con abrirse paso. El 5 de marzo de 1923 un Lenin agonizante le pide a Trotsky que defienda a los comunistas georgianos.
Aunque Trotsky no combatió, fue el inicio de la batalla, aunque todavía no se podía imaginar hasta qué punto.
Y es que en aquel Congreso Rakovsky se enfrentó a Stalin por la cuestión nacional. Sin embargo, bajo la apariencia de la cuestión nacional el enfrentamiento era más profundo: lo que se enfrentaban eran dos concepciones de la revolución. El problema de la cuestión nacional podía ser resuelto en clave revolucionaria o bajo la dominación de la burocracia.
Sabemos que en la carta del día 5 de marzo de 1923 “(…) Lenin incluyó una copia de “la cuestión de las nacionalidades y la ‘autonomización’” (…), siendo esa la primera vez que se la mostraba a otro miembro del Buró Político (…)”, (la última lucha de Lenin. Notas de Luis Madrid, p. 266), cuando pidió ayuda ante el problema georgiano, a Trotsky. Lo mismo afirma Broué, que sostiene que Trotsky “(…) el día 6 de marzo, ha recibido de manos de Fotieva, la secretaria de Lenin, la carta acerca de la cuestión nacional que éste último había dictado los días 30 y 31 de diciembre de 1922 (…)” (epb, p. 237).
Así pues, antes del XII Congreso algunas partes de la carta eran conocidas por unos u otros miembros de la dirección del partido bolchevique. Pero el XIII Congreso, como hemos señalado, no ayudó a la difusión y al conocimiento del llamado testamento de Lenin. En palabras de Trotsky, “los dirigentes de las delegaciones cuando leyeron, escamotearon algunas palabras, subrayaron otras, y hacían comentarios tendientes a dar la sensación de que la carta había sido escrita por un hombre seriamente enfermo y bajo la influencia de intrigas y maniobras. El aparato estaba ya completamente bajo control. El simple hecho de que la “troika” fuera capaz de transgredir la voluntad de Lenin, negándose a leer su carta al Congreso, caracteriza suficientemente la composición de este último y su atmósfera. El testamento no debilita ni detiene la lucha interior sino que, por el contrario, le imprime un ritmo catastrófico” (https://www.sinpermiso.info/textos/sobre-el-testamento-de-lenin).
En junio de 1923 Rako volverá a enfrentar a Stalin, y en julio será «premiado» con un puesto en Londres, como diplomático. Así, el aparato esperaba deshacerse del primer gran opositor. Como la oposición tuvo que aprender a defender la Revolución de Octubre, el aparato aprendió a ejercer la represión. Al comienzo pensaban que bastaba con enviar a lejanas tierras a hombres como Rakovsky.
En el marco de aquel XII Congreso, el 23 de abril Stalin presentó el informe sobre la cuestión nacional. Esta es la intervención de Rakovsky en el debate el día 24.
Recuperamos, por tanto, la primera reivindicación de la carta de Lenin, la intervención de Rako en el XII Congreso. Traducido desde cahiers León Trotsky, nº17, marzo de 1984, pp. 89-100.
La parte central del texto ha sido cotejada con Двенадцатый съезд РКП(б), 17-25 апреля 1923 г. Стенографический отчёт, Москва, Политиздат, 1968, pp. 576-582.


¡Camaradas!
En relación con las tesis de Trotsky, quiero presentar una propuesta que fue adoptada por la Conferencia del partido ucraniano. En nuestro trabajo económico en Ucrania tenemos que ocuparnos de la industria pesada, como la metalurgia y la minería del carbón, que son importantes no sólo para Ucrania, sino para toda la Unión. Hemos elaborado un balance que demuestra que, durante el último período, los vínculos entre la industria pesada ucraniana, el partido ucraniano local y los órganos económicos centrales no han sido satisfactorios. Hay que decir que, incluso después de la liquidación del sistema glavki y el inicio de la NEP, la vieja rutina continuó.
Nuestros trabajadores de la economía lo admiten ellos mismos y fue tenido en cuenta en nuestra resolución defendida por el camarada Chubar en la conferencia del partido. Lo leeré y me gustaría que el camarada Trotsky lo tuviera en cuenta al hacer la redacción final de la resolución.
Aquí está: «La experiencia del último periodo ha demostrado que, ante la pobreza del país y el burocratismo osificado del aparato, los intentos de dirigir eficazmente toda la URSS desde un centro único se han transformado en su contrario. No ha habido ningún tipo de dirección. Parece claro que nuestra tarea debe ser la regionalización económica en los óblasts, una tarea que debe llevarse a cabo rápida y minuciosamente. Esto debe aplicarse también a las ramas de la industria que tienen importancia para toda la Unión y que están bajo la dirección inmediata de los órganos centrales de toda la Unión, como el carbón, el acero, el azúcar y otras ramas de la industria pesada ucraniana. La Conferencia considera absolutamente necesario reforzar la influencia de los órganos centrales, tanto del partido como de los soviets en Ucrania, sobre las ramas mencionadas de la industria pesada situadas en Ucrania».
Ahora, en cuanto a la NEP. Aquí he sido la causa involuntaria de un pequeño malentendido. Debemos reconocer que durante la Conferencia ucraniana, como quedó demostrado en mi propia intervención y en el debate, prestamos mucha atención a la cuestión de la NEP. El camarada Zinóviev citó de pasada una pequeña parte de mi discurso y se podrían sacar ciertas conclusiones sobre la importancia de la NEP en nuestra polémica, pero no serían del todo exactas. Hay que decir que al final del segundo año de la NEP, nos dimos cuenta de que, en una parte importante de nuestro partido, los objetivos no estaban en el campo de la teoría. Puede que no sea un fenómeno general -en particular, puede que no sea el caso aquí en Rusia-. Pero en Ucrania hemos descubierto dos desviaciones muy graves -graves porque se reflejan en diferentes plataformas anónimas.
Hemos encontrado una desviación que está en la línea de la antigua Oposición Obrera; la segunda podría llamarse la desviación de los obreros de la producción. La primera incluye a muchos buenos camaradas que siguen deplorando la NEP y el Glavkismo y que quieren saber cuándo terminará la retirada. Consideramos sus acciones como el peor de los males. Debido a que algunos de nuestros camaradas han caído en tales contradicciones, nos hemos referido a hechos trágicos -no entraré en ellos aquí- se ha aludido aquí a ellos, de pasada. Esta desviación, que parece una regurgitación de las ideas de la vieja Oposición Obrera, vio los golpes contra nuestro partido, nuestra clase obrera, nuestro poder soviético, durante la NEP. Estos camaradas tienen una sola esperanza: hemos retrocedido cincuenta o cien verstas, pero al menos no debemos retroceder más mientras esperamos la revolución mundial que nos ayudará a recuperar ese centenar de verstas perdidas. La segunda desviación también se basa en la revolución mundial, también espera acontecimientos en Occidente -la expresión «acontecimientos en Occidente» también fue utilizada por el camarada Smilga-, pero hasta que llegue ese momento, existe el ancho camino de la NEP. La existencia de estas dos desviaciones, ambas peligrosas porque aparecen entre las masas del partido, nos ha obligado a dedicar más tiempo a nuestras discusiones. Debemos recordar las palabras de Vladimir Ilich, repetidas por cierto por el camarada Zinóviev en uno de sus artículos en Pravda: la NEP es una maniobra infinitamente más compleja que una simple retirada; es una huida maniobrando. No tenemos necesidad de llorar sobre Jerusalén como los judíos sobre las montañas de Sión; ni tenemos que seguir mirando atrás a la edad de oro del glavkismo. Lo que tenemos que hacer bajo las condiciones de la NEP es luchar por la producción socialista.
¿Qué quiere decir eso? Permitidme que os recuerde otra cita de Vladimir Ilich. En el IV Congreso de la IC dijo: «¡Por el capitalismo de Estado a la producción socialista!» A eso se reduce la maniobra evasiva. Podéis preguntaros si la NEP está comprendida en el concepto de «capitalismo de Estado». No, camaradas, eso sería un gran error. En el marco de la NEP tenemos capitalismo de Estado, pero sólo en la medida en que la industria está en manos del Estado. Pero si recurrimos a las estadísticas que nos dio ayer el camarada Trotsky, vemos que bajo la NEP el capitalismo privado, el pequeño capitalismo, el capitalismo campesino, el capitalismo artesanal doméstico, etc. funcionan todos. Así pues, la NEP no está cubierta por el concepto de capitalismo de Estado y, evidentemente, también se ve afectada por todas estas formas de capitalismo. Pero no podemos perder la perspectiva. El camarada Trotsky nos dijo ayer que el capitalismo de Estado genera 950 millones de rublos oro al año, pero no mencionó las estadísticas dadas por Rýkov según las cuales nuestra industria pierde unos 400 millones de rublos oro de su propio capital: entonces tenemos que dividir casi por dos esta cifra de producción de 950 millones de rublos. Es evidente que, bajo las condiciones de la NEP, el capitalismo de Estado -es decir, el capitalismo que el obrero dirige conscientemente hacia un objetivo específico- está en lucha con el capitalismo privado. ¿Y qué dice la cita a la que hace referencia Zinóviev? Dice que cuando el capitalismo de Estado derrota al capitalismo privado bajo las condiciones del mercado capitalista, se asesta un golpe a la NEP. Es de esta manera, a través del capitalismo de Estado, como avanzamos hacia una economía socialista.
Camaradas, empezaré repitiendo lo que dije en mi declaración sobre la cuestión nacional en el pleno del Comité Central en febrero. Si lamentamos la ausencia de Vladimir Ilich por toda una serie de razones, una de ellas es la cuestión nacional. Necesitamos su autoridad, su comprensión de la situación nacional e internacional. Debería ser capaz de sacudir a nuestro partido con una declaración firme y audaz y demostrar que estamos cometiendo errores fatales en la cuestión nacional.
Debo decir francamente que, cuando veo la calma con la que en particular la parte rusa de nuestro partido reacciona a argumentos que desgraciadamente han tomado un cariz demasiado local, temo por el futuro de nuestro partido. De hecho, camaradas, ésta es una de las cuestiones que afectan a los cimientos de la Rusia soviética y de nuestro partido. Hay que decirlo abierta y honestamente en un congreso del partido: la cuestión nacional es una de esas cuestiones que nos auguran una guerra civil si no mostramos la sensibilidad y la comprensión necesarias en nuestra actitud hacia ella. Se trata de vincular al proletariado revolucionario ruso con los 60 millones de campesinos extranjeros que exigen participar en la vida económica y política de la Unión Soviética bajo su bandera nacional. Por eso digo: esta es la circunstancia que el camarada Lenin nos habría mostrado aquí. Lenin nos lo habría mostrado con toda su autoridad de dirigente y con toda la perspicacia de su genio.
Camaradas, ¿por qué se plantea por tercera vez la cuestión nacional? Temo que vuelva a suceder una cuarta y una quinta vez; dentro de uno o dos años seguiremos discutiendo sobre la cuestión nacional. Debo confesar que desde algún tiempo antes del Congreso albergamos la esperanza de que la cuestión nacional se pusiera en el centro del Congreso, como había propuesto Lenin, pero se ha convertido en la cola de nuestro congreso. Nuestros camaradas apoyan con impaciencia este debate sobre la cuestión nacional (voces desde los asientos: «¡Nada de eso!»). No reprocho nada a nadie, porque en esta cuestión todos somos culpables, y en Ucrania, cuando veo lo difícil que es para nosotros conseguir que nuestras organizaciones, que trabajan allí en un entorno de lucha nacional, lo difícil que es para nosotros hacerles comprender la importancia de la cuestión nacional, empiezo a temer por el poder soviético. Y la cuestión es aún más difícil en Rusia.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué, compañeros, planteamos esta cuestión nacional por tercera vez? Porque cuanto más lo planteamos, más nos alejamos de la comprensión y solución comunista de la cuestión nacional.
En la forma en que enfocamos la cuestión de las nacionalidades, tenemos un prejuicio, un prejuicio profundo y tanto más peligroso cuanto que es un prejuicio comunista, porque parece comunista, porque tiene raíces en nuestro programa y porque oculta nuestra ignorancia sobre la cuestión de las nacionalidades. Recuerdo unas palabras del camarada Stalin. Cuando regresé del extranjero después de la adopción del programa de la Unión, el camarada Stalin me dijo: «Mucha gente me ha preguntado: ¿esto es a largo plazo, no es un movimiento diplomático?». Sí, camaradas, toda la política sobre las nacionalidades, todas las relaciones internas con la Unión de nuestro Gobierno, han sido entendidas por la mayoría en Ucrania y por más gente aún en Rusia como una especie de juego diplomático estratégico: «Tener compasión, ya hemos resuelto la cuestión nacional en la Revolución de Octubre. Nuestro país es comunista; todos estamos a favor del internacionalismo». Decidme, camaradas, ¿cuántos de vosotros podéis explicar cómo la Revolución de Octubre resolvió la cuestión nacional? No olvidemos que en 1919 camaradas autorizados declararon en el Congreso del partido que ya no existía la cuestión de las nacionalidades, y uno de esos camaradas lo repitió ante vosotros anteayer. No sería su primer error -todos cometemos errores-, pero se dijo; y si camaradas autorizados, los autores del ABC del comunismo, admiten que se equivocaron en la cuestión nacional, ¿qué pueden hacer las bases? Y hay muchos camaradas responsables que miran la cuestión nacional con una sonrisa, sonriendo sarcásticamente, diciendo: “porque somos un país que ya ha trascendido las nacionalidades, somos un país en el que, como dijo un camarada, la cultura material y económica se opone a la cultura nacional. La cultura nacional es para los países atrasados que están al otro lado de las barricadas, para los países capitalistas, mientras que nosotros somos un país comunista”. Y aquí debo recordar las palabras profundamente correctas del camarada Makharadze ayer: «El poder estatal no fue creado para los comunistas, existe para todos los trabajadores y campesinos». Hablamos todo el tiempo de la alianza entre obreros y campesinos. Os pregunto: 140 millones de personas, ¿cuántas de ellas son internacionalistas? Si tomamos sólo el partido comunista, entonces no sé el porcentaje de arraigo del internacionalismo y el porcentaje de casos donde el internacionalismo se concilia con el nacionalismo. ¿Vamos a obligar a los chekistas a asegurar que los extranjeros aprendan la lengua rusa? Al fin y al cabo, a la lengua y a la escuela nativas les sigue la conciencia nacional, y a la conciencia nacional le sigue el deseo de saber a dónde va el rublo del campesino. Le quitábamos a los campesinos porque teníamos que defender el país de los terratenientes y de los generales, y los campesinos daban sin preguntar porque sabían para qué daban. Pero cuando terminó la guerra civil y empezamos a hacer cuentas, todo el mundo quería saber a dónde va su rublo, cuánto da y cuánto recibimos. Junto con la conciencia nacional viene el sentido de igualdad del que hablaba el camarada Ilich en su carta, un sentimiento de igualdad que en las nacionalidades que han sido oprimidas por el régimen zarista durante cientos de años ha penetrado mucho más profundo y más fuerte de lo que pensamos. Y entonces digo: cuando tienes toda esta masa frente a ti, qué pregunta se hace el partido. El partido se enfrenta a la cuestión de cómo encontrar un vínculo entre nuestro internacionalismo proletario y comunista y el desarrollo nacional de las amplias masas campesinas con su deseo de su vida nacional, de su cultura nacional, de su Estado nacional.
También
digo que cuando tenemos estas masas frente a nosotros, ¿cuál es la cuestión a la que se enfrenta el partido? Se enfrenta a la cuestión de cómo encontrar esta alianza entre nuestro internacionalismo proletario y comunista y el desarrollo nacional de amplias capas de masas campesinas con sus aspiraciones a una vida nacional, a su propia cultura nacional, a su propio Estado nacional. Es esencialmente a través de este desarrollo nacional de repúblicas y regiones, autónomas e independientes, a las que algunos se refieren con burla, es precisamente a través de estas nuevas repúblicas que estamos incorporando al poder soviético y al partido comunista a esos 60 millones de campesinos no rusos que son extranjeros en nuestra Unión Soviética. Esta es precisamente la tarea del partido. Me permitiré deciros que el prejuicio comunista que existe entre muchos de nuestros comunistas no es característico solo de nosotros: fue característico de muchos socialistas. Puedo recordaros un pasaje de la correspondencia de Marx con Engels, un pasaje muy característico que Vladimir Ilich también utilizó en sus viejos artículos. Lo leeré. Hablando de la guerra austro-prusiana en una carta a Engels fechada el 20 de abril de 1866, Marx escribió:
«Ayer hubo una reunión del consejo de la Internacional sobre la guerra actual […] Como era de esperar, llegamos a la cuestión de las «nacionalidades» y de nuestra actitud hacia ellas […] Los representantes de «Jeune France» (no obreros) nos aseguraron que todas las nacionalidades e incluso las naciones eran «prejuicios caducos» […] Los ingleses se rieron mucho cuando empecé mi discurso diciendo que nuestro amigo Lafargue y otros, que han acabado con las nacionalidades, nos hablaban en francés, es decir, en una lengua incomprensible para las nueve décimas partes de los presentes en la reunión. También sugerí que, al negar las nacionalidades, parecía entender, casi inconscientemente, su absorción en el modelo de nación francesa».
Os pregunto, camaradas comunistas rusos, ¿cuántas veces habéis experimentado sentimientos similares en vuestro trato con otras naciones? He oído a camaradas decir que la lengua ucraniana era una invención de los gallegos. Al fin y al cabo, ¿no es un sentimiento de chovinismo de gran nación lo que recorre a todo el pueblo ruso, que nunca ha conocido la opresión nacional, sino que, por el contrario, ha oprimido durante siglos? Es lamentable que no vea aquí en la lista a los camaradas que, en el pleno sobre la cuestión nacional, expresaron estas mismas opiniones que Lafargue apoyó hace sesenta años.
Pido una prórroga de quince minutos…
(Voces: “diez minutos” o “cinco minutos”).
Todavía no he dicho lo más importante.
(El Presidente: “vamos a votar: ¿quince, diez o cinco? ¿Quién por quince minutos? ¿Por diez? La mayoría por diez).
Camaradas, ¿de qué se trata? En mi opinión, el prejuicio comunista sigue siendo una explicación insuficiente. Creo que Stalin se quedó al borde de explicar la verdadera situación de la cuestión nacional. Yo habría ido más lejos y habría preguntado: ¿por qué nos planteamos esta cuestión por tercera vez? ¿No sólo en relación con la NEP o con la situación internacional creada por el comienzo de la NEP? Hay otra razón más importante.
Lo repetiré: hay una segunda razón, más importante, y es la discordancia que se está creando cada día, y que cada vez es mayor, entre nuestro partido y su programa, por un lado, y nuestro aparato de Estado, por otro. Esta es la cuestión central, la cuestión crucial. A menudo decimos que el partido debe dirigir y lo erosionamos añadiendo algunos hechos de segundo orden. Pero sólo hay un hecho que refuerza cien veces más la convicción de que nuestro partido debe dirigir firmemente nuestro Estado. Y es precisamente el hecho de que, a menudo, sobre todo en la cuestión nacional, nuestros camaradas de partido no se guían por una psicología de partido proletario, sino por lo que podría llamarse, para decirlo suavemente, la psicología de los órganos del Estado. ¿Y qué representan estos órganos centrales del Estado? En sus artículos, Vladimir Ilich hizo una acertada descripción. Son una mezcla de administración zarista y burguesa, barnizada con pinceladas soviéticas y comunistas, pero superficialmente y nada más.
Vosotros me diréis que son los comunistas los que están a la cabeza de los órganos soviéticos. Pero la cuestión es que esos comunistas ceden a la psicología de su propio aparato y ellos mismos se vuelven estrechos de espíritu. Os recomendaría que leyerais el prefacio de Engels a la guerra civil en Francia, su descripción general de la burocracia. Nuestras autoridades centrales empiezan por considerar la administración de todo el país desde el punto de vista de la comodidad de los sillones de sus despachos. Naturalmente, es fatigoso administrar veinte repúblicas; qué bonito sería que todo esto estuviera unificado y que bastara apretar un botón para administrar todo el país. Desde el punto de vista burocrático, sería más sencillo, más fácil y más agradable.
Si tuviera que contaros la historia de la lucha que las repúblicas se ven obligadas a librar contra nuestra administración central, sería la historia de una lucha por la supervivencia. ¿Cuántos de estos aparatos centrales conocen la Constitución soviética? Recibí un documento del Sovnarkom: «Al Presidente de la República Socialista Soviética de Ucrania». Recibí uno del Comité Central: «A todos los comités de gobierno y de distrito y a los comités centrales de las repúblicas autónomas». El aparato del Comité Central no va más allá: para él, no existe nada más fuera de las repúblicas autónomas. Ni siquiera hablo de la lucha que estamos obligados a librar contra el aparato burocrático. Camaradas, no me interesa aquí sólo el destino de Ucrania, hablo de todos estos errores porque lo correcto o incorrecto de la línea sobre la cuestión nacional se refleja directamente en el papel revolucionario de nuestro partido. ¿Qué ocurrió tras la creación de la Unión de las Repúblicas? «Unión»: muchos órganos centrales entendieron que esto significaba que podían ejercer todo su peso sobre las repúblicas individuales. Podría poner muchos ejemplos para ilustrarlo. Por ejemplo, el Comisariado del Pueblo para la Agricultura -y el Comisariado del Pueblo de aquí- firmaron un acuerdo internacional en nombre de Ucrania, a pesar de que nadie le había dado derecho a hacerlo. Ni siquiera cuando se fundó la Constitución de la UE tenían ese derecho. ¿Y qué ha ocurrido ahora? Permitidme daros algunos datos más. En cuanto se votó la Constitución de la Unión, los comisariados empezaron a centralizarse. Según un despacho de prensa de Izvestia, se crean secretariados para dirigir las repúblicas en los siguientes comisariados rusos: economía nacional, trabajo, finanzas. ¿Qué significa esto? Esto significa que será peor que nunca y que solo cuando la secretaría de CC comience a controlarlos, se abstendrán de hacer aquello para lo que fueron creados. Me diréis, camaradas, que existe un Comité Central, pero tengo que decir que la tragedia para nosotros reside en el hecho de que el punto de vista estrecho de miras -para quien la dirección del país no es una cuestión política, internacional o interna, sino una cuestión de conveniencia-, este punto de vista ejerce tal presión sobre el Comité Central que a veces constituye un obstáculo. Se han producido algunos acontecimientos típicos extraordinarios. En el pleno del Comité Central del 24 de febrero se decidió que: «Se confirma en el procedimiento del partido que, antes de que se establezcan los órganos normales de la Unión, no se modificará el sistema existente de relaciones entre los órganos soviéticos». Lo decidimos en febrero. Las relaciones mutuas no cambiaron. En marzo, la URSS firmó toda una serie de actos legislativos. Por cierto, el más típico fue el del Comité de Concesiones. ¿Qué significa esto? Significa que el Comité de Concesiones se ocupará de la riqueza de las repúblicas de los caminos, del acero de Ucrania, del carbón, petróleo, manganeso, etc. de las zonas periféricas. Eso es el Comité de Concesiones. Por supuesto, en principio, no me opongo a la creación de un Comité de Concesiones para toda la Unión, e incluso lo reclamaría. Pero no permaneciendo indiferente a la forma en que se decida crearlo. El secretariado del Comité Central respondió que el Congreso Pan-Unionista de los Soviets había decidido que las funciones de construcción de la Unión se pusieran temporalmente bajo el control del Comité Ejecutivo ruso, en el que no estaba representada ni una sola república o nacionalidad y que ahora podía decidir sobre todas las cuestiones que afectaban a la riqueza de las repúblicas. Pero pregunto si el Comité Ejecutivo Central Pan-Unionista estaba al corriente de la resolución del Comité Central. No sé qué responderá el Secretariado, pero el hecho de que no se mencionara en la primera respuesta es una prueba evidente. Aunque en el pasado hemos tenido sobradas pruebas de que nuestros órganos centrales soviéticos cedían a una «psicología de estrechez de espíritu», en la constitución de la Unión se les han concedido diez e incluso veinte veces más derechos que antes. En lugar de limitar sus derechos y restringirlos, como una recompensa, una condecoración, una bonificación por el lío que han montado con la cuestión nacional a expensas de la política del partido y del Estado, a expensas de nuestra política exterior (y tengo mucho material sobre cómo se percibe nuestra política en el extranjero), se les otorgan aún más funciones. Después de diciembre, después del primer Congreso de los Soviets de la Unión, se convirtieron en los amos de todas nuestras vidas. No hay ninguna iniciativa que puedan tomar las repúblicas nacionales de la que se pueda decir de antemano que está autorizada. El comité ejecutivo de un distrito conoce sus derechos mejor que las repúblicas nacionales.
Camaradas, declaro que la construcción de la Unión ha tomado el camino equivocado. Como sabéis, esta no es solo mi opinión, es la opinión de Vladimir Ilich. En un memorando especial dirigido al Comité Central advertí del gran error que se estaba cometiendo ya en septiembre. Camaradas, ¿cuál es la conclusión de todo esto? La conclusión es que podemos escribir diez resoluciones más, pero además de abarrotar bibliotecas y archivos, no servirá de nada. Debemos tomar el camino de la resolución práctica del problema. El camarada Stalin ya ha hecho una gran enmienda aquí con el sistema bicameral. Pero hay que ir decididamente más allá, hay que quitarle a los Comisariados de la Unión las nueve décimas partes de sus derechos y transferirlos a las repúblicas nacionales.
(Aplausos).
Camaradas, ya que estoy presentando la primera enmienda, permitid que me explique. El camarada Stalin, en su primer discurso, no el de hoy, sino su primer discurso, en el que mostró gran atención a la cuestión nacional, señaló que además de las circunstancias internas existen también circunstancias de carácter externo, y al mismo tiempo indicó la importancia colosal que tendrá la cuestión nacional en la revolución venidera, debido al inevitable enfrentamiento entre las naciones de Oriente y los Estados imperialistas de Occidente. Podríamos añadir también otro aspecto, tal vez insignificante, pero que nos obliga a tratar la cuestión nacional interna con especial cuidado: la cuestión nacional en Occidente. Pero, desgraciadamente, el camarada Stalin ni siquiera se refirió a ello. No se dice nada sobre Occidente y Oriente; hoy, en la comisión, Stalin dijo que tal vez, si añadíamos una enmienda sobre Occidente, se debilitarían los aspectos orientales, como si estos aspectos estuvieran incluidos en las tesis. Pero este aspecto no está en las tesis.
Por esta razón, camaradas, considero necesario que en estas tesis -de una u otra forma, no quiero discutir aquí la cuestión de a cuáles deben añadirse, eso es asunto de Stalin o del CC- se mencione lo que Vladimir Ilich nos ha dicho y repetido en el pasado y que hemos discutido aquí, a saber, que, si queremos convertirnos en el centro de la lucha de las nacionalidades oprimidas fuera de las fronteras de la URSS, debemos, dentro, dentro de las fronteras de la URSS, adoptar una posición correcta sobre la cuestión nacional. Porque, si hablamos de autodeterminación nacional en el frente exterior, pero no la permitimos en casa, entonces, obviamente, alguien nos reprochará nuestra hipocresía. Permitidme recordaros las palabras de Vladimir Ilich: «No podemos permitirnos el más mínimo error en este terreno, porque además de socavar nuestra sinceridad fundamental -son sus propias palabras-, también puede socavar nuestra lucha por defender a las nacionalidades oprimidas frente al imperialismo».
Por eso propongo que se incluya la siguiente tesis. Hoy, en comisión, habría sido demasiado larga, la habíamos tomado de nuestra tesis ucraniana, pero la he acortado y propongo este nuevo texto modificado:
«La significación revolucionaria colosal que transforma las luchas de las naciones orientales y de las colonias por su liberación del yugo de los Estados imperialistas y también la reconstitución de los movimientos europeos de liberación en diversas provincias ocupadas, hace tanto más necesario que el partido asuma la responsabilidad de realizar una solución teórica y práctica justa de la cuestión nacional dentro de las fronteras de la Unión Soviética.
Sólo la más estricta concordancia entre nuestra política sobre la cuestión nacional en el interior y la política que propagamos sobre la cuestión nacional en la línea de nuestro partido y de nuestro Estado fuera de nuestras fronteras, puede dar a la Unión Soviética y al partido comunista la autoridad moral y la sinceridad de principios que harán de ellos, en el sentido más amplio, la base de la lucha del proletariado mundial contra el imperialismo».
(Stalin interviene, pidiendo que se rechace la enmienda. Se rechaza).
Camaradas, mi segunda enmienda tiene mucha más importancia, aunque la primera también tenía importancia. La segunda enmienda se refiere a nuestra situación interna. Consideramos -y hablo aquí en nombre de los camaradas ucranianos- que el mayor error lo ha cometido hoy el grupo que aceptó la formulación de Stalin del sistema de dos niveles. En primer lugar, camaradas, para no perder el tiempo, somos los más decididos partidarios del sistema de dos niveles. Así que la cuestión no es ésta, sino otra. ¿Por qué se creó el sistema de dos niveles? Para ofrecer garantías a las repúblicas individuales. Esta es la base del sistema de dos niveles. Pero, en la resolución aprobada hoy, el sistema de dos niveles no sólo no nos da ninguna garantía a las repúblicas individuales, sino que, por el contrario, refuerza aún más el sistema ya existente, un sistema que funciona de la siguiente manera: de los 360 diputados del Comité Central de la Unión, 280, si no más, proceden de la RSFSR y 80 del resto de las repúblicas independientes.
¿Qué ha acordado hoy la Comisión? Que en el llamado segundo nivel de naciones -nótese la palabra- las nacionalidades participarán con igual número de votos. Así, cada una de las repúblicas y regiones autónomas de la RSFSR tendrá 4 votos. La Región Central tendrá 4, Ucrania 4 y Bielorrusia 4. ¿Qué significa esto? En realidad, la RSFSR tendrá 64 ó 70 votos, Ucrania y Bielorrusia 4 cada una. Sí, realmente, la posición del camarada Stalin está resultando muy cómoda y, sin embargo, dice: «Yo reconozco todas las nacionalidades y vosotros no queréis reconocer a los kirguís».
(Voces: «eso es cierto»).
Si eso es cierto, entonces dejadme deciros: estoy dispuesto a firmar este proyecto tan radical de Stalin si él está dispuesto a que Kirguistán, Turquestán y todas las repúblicas autónomas se conviertan en repúblicas independientes. Entonces cada una podrá entrar en la segunda etapa en igualdad de condiciones.
Pero, ¿en qué acabamos realmente? ¿Por qué creamos un segundo nivel? Para que cada república pueda recibir ayudas de la asignación central en función de sus necesidades y de su capacidad fiscal. Pero las repúblicas autónomas sólo tienen una asignación en la RSFSR, sólo un consejo general de ministros de la RSFSR, sólo un comisariado central de la RSFSR -están automáticamente vinculados a la RSFSR. Entonces sucederá que, en una sala del Comité Ejecutivo Central de la Unión, todos seguirán la misma línea única, y luego, en la segunda sala, dirán que son repúblicas independientes e individuales. No, permitidme, si son independientes, deben serlo de verdad, es decir, deben romper sus lazos con la Federación. Considero absolutamente necesario, en vista de las diferencias en el nivel de desarrollo político y cultural, y para defender la Federación, que no haya nacionalidades en el segundo nivel, sino unidades estatales. Hace mucho tiempo le dijimos a Stalin que no queríamos tener el mismo número de votos que la RSFSR. No, somos mucho más humildes. Nos sentiríamos satisfechos si la RSFSR se contentara con no tener más de dos quintas partes de los votos en el segundo nivel y si estas dos quintas partes se repartieran entre las repúblicas. Eso es ciertamente asunto suyo, pero si la RSFSR quisiera dar un ejemplo de liberalismo y nacionalismo democrático, que Stalin utiliza como argumento contra nuestro sistema de dos niveles, entonces debería crear, por debajo de su propio Comité Ejecutivo Central de la Unión, un segundo nivel al que invitaría a estas repúblicas.
Si nos oponemos resueltamente a las propuestas del camarada Stalin, no es porque estemos menos apegados que otros a la igualdad. Si hemos de hablar con libertad y franqueza, no hay necesidad de crear un segundo nivel y no hay necesidad de decir que esto desarrollará una base para garantizar los derechos de las repúblicas individuales. Por eso apoyo la siguiente enmienda: «ninguna unidad estatal que participe en el segundo nivel podrá tener más de dos quintas partes de los votos».