La OposiciónRiázanov

Riazánov ante la persecución stalinista

Diego Farpón

Probablemente no serían muchas/os quienes nombrarían a Riazánov si les preguntásemos quiénes eran parte de la oposición. Sin embargo, se enfrentó a Stalin en distintas ocasiones, ayudó de una u otra forma a la Oposición (como cuando aseguró un ingreso a Trotsky cuando fue desterrado a Alma Ata, al contratarle para algunos trabajos del Instituto de K. Marx y F. Engels). En otras ocasiones -como en diciembre de 1929, con motivo del 50 aniversario del Jefe genial-, simplemente se negó a postrarse ante Stalin y a glorificarle. Tendremos ocasión de tratar estas cuestiones en otro momento.
En cualquier caso, difícilmente encuadrable, fue parte de la oposición -lo que no es antagónico con las críticas que hizo a la Oposición-, puesto que quien defendía las tesis del socialismo científico, quien tenía lazos con 1917, quien encarnaba el ideal de la revolución internacional, se constituyó -ya fuese queriendo o sin querer- en oposición para la burocracia cuya hegemonía cristalizó bajo la dirección de Stalin. Es, por esto, que distinguimos la Oposición -así, en mayúscula: el grupo organizado en torno al boletín de la Oposición (bolcheviques-leninistas)– y la oposición, que engloba a la Oposición pero que ofrece un marco más amplio y en el que, sin duda, podemos agregar a Riazánov.
Aclaremos, con respecto al texto, lo siguiente: en primer lugar que Rubin, nombrado por Riazánov en el presente escrito, fue quien acusó a este. Le acusó, como muchas/os otras/os acusaron: tras semanas y semanas de tortura. Este Rubin es, efectivamente, Isaak Illich Rubin. Por supuesto, Rubin también sería asesinado años más tarde por el stalinismo. El falso testimonio era un servicio que la burocracia contrarrevolucionaria stalinista agradecía con el asesinato. Quienes no cedían y no escribían aquello que la burocracia contrarrevolucionaria les exigía -cuando no había sido previamente escrito por esta y “sólo” tenían que poner la firma- eran, también, asesinados. En segundo lugar hemos de señalar que el subrayado es de Riazánov. Y, para terminar hemos de señalar que, como podemos leer, la carta fue escrita el 22 de febrero de 1934: Riazánov debía ser puesto en libertad. Llevaba secuestrado por el stalinismo desde 1931. Sin embargo, dos días antes, el 20 de febrero, le comunicaron que le impedían volver a Moscú o Leningrado. Estaba condenado al exilio. Pero 1934 fue un año de zanahoria: el 5 de marzo de 1934 la OGPU convertía la prohibición incondicional e indefinida en una prohibición de dos años, y en el mismo mayo de 1934 Riazánov llegaría a Moscú.
Si 1934 fue un año de zanahoria 1937 volvió a ser un año habitual, de palo: el 23 de julio de 1937 Riazánov era nuevamente secuestrado por la contrarrevolución. El 21 de enero de 1938 fue “juzgado”, condenado a muerte y asesinado.
Rubin traicionó, es cierto. Sin embargo, bajo ciertas condiciones, y en concreto bajo la condición de la tortura, y no sólo a una/o misma/o, sino bajo el chantaje y la realidad de la persecución, tortura y asesinato de camaradas, pero también de familiares -hombres, mujeres, niñas, niños, ancianas y ancianos: nadie era ajena/o para la maquinaria asesina stalinista-, exigir que no hubiese delaciones sería exigir que todas/os y cada una/o de las/os protagonistas de la toma del poder en 1917, así como las generaciones posteriores que mantuvieron vivo el legado revolucionario, fuesen heroínas, fuesen héroes. Si traicionaron, y traicionaron muchas/os, la traición no fue nunca abstracta. Debe ser puesta en su contexto. Rubin fue asesinado por esbirros del Jefe genial el 27 de noviembre de 1937.

Al Politburó del CC del PCUS(b)

22 de febrero de 1934

El 17 de febrero de 1931 fui expulsado del partido por orden del Presidium de la CCC en ausencia, sin ningún interrogatorio, sobre la base de materiales desconocidos para mí hasta el momento, supuestamente estableciendo mis conexiones criminales con el centro menchevique en el extranjero, la acusación es francamente monstruosa por absurda e inverosímil.
El 12 de abril de 1931, después dos meses de encarcelamiento en la prisión interna de la OGPU en Súzdal, yo, sobre la base del falso testimonio de un sinvergüenza asustado que quería salvar su propio pellejo implicándome a mí y al Instituto de Marx y Engels, un sinvergüenza cuya entera vacuidad moral e hipocresía judaica están ahora documentadas en el libro de E. Yaroslavsky «la tercera fuerza», por el vil testimonio que se me presentó, yo, sin juicio, fui condenado en base al artículo 58.4 del Código Penal al exilio en Sarátov con privación de todos los derechos políticos y profesionales.
Todos los libros, materiales, manuscritos, extractos y notas que tenía en mi despacho del Instituto de Marx y Engels me fueron arrebatados y aún no han sido devueltos.
También me veo privado de la posibilidad de utilizar la enorme masa de libros, folletos, documentos, manuscritos y correspondencia de Marx y Engels, así como los materiales para la historia de la Primera Internacional, recopilados por mí, recibidos de Laura y Paul Lafargue, Bebel, Kautsky y otros entre 1907-1917, que doné al Instituto antes de que se fundara.
Durante tres años estuve condenado al hambre intelectual, durante tres años no pude seguir la literatura extranjera de mi profesión. ¡Hasta el día de hoy no puedo obtener ni siquiera los volúmenes de las Obras Completas de Marx y Engels en ruso y alemán que fueron preparados, procesados y editados por mí y publicados en 1931-33 bajo el nombre de Adoratsky y otros!
Mis intentos por conseguir la revisión del caso fueron infructuosos. Tuve que aguantar que se creyera más al canalla y camaleón Rubin que al viejo camarada y revolucionario.
Uno podía pensar que tres años alejado de su querido trabajo académico y de toda actividad política serían suficiente castigo para un delito no cometido.
Pero estaba equivocado. El 20 de febrero de este año fui informado por el Plenipotenciario de la OGPU en Sarátov de que podía abandonar Sarátov y que, en adelante, se me permitía vivir en cualquier lugar de la URSS, excepto en Moscú y Leningrado, donde se me prohibía vivir incondicional e indefinidamente.
Este decreto de la OGPU, que restituye mi «libertad» y me da derecho a salir de Sarátov, no es más que una burla, porque dos ancianos, uno de los cuales fue reconocido por la comisión médica como inválido completo, no pueden, aunque sea absolutamente necesario, abandonar el clima que está acabando con su salud e ir a cualquier parte si no se les proporciona ni siquiera un refugio lamentable como el de Sarátov y el cuidado de sus seres queridos.
Pero, al someterme, por alguna razón desconocida, a un castigo reiterado, la resolución de la OGPU, a la edad de 64 años, en mi estado de salud, equivale a una sentencia de muerte para mí.
Al cerrarme sólo esas dos ciudades en las que todavía puedo hacer un trabajo científico en mi especialidad, convierte el resto de mi vida en una tortura mental aún más amarga de lo que ha sido mi vida durante los últimos tres años. Me roba definitivamente la oportunidad de servir a la causa de la revolución proletaria mundial incluso en el campo del trabajo científico y de poner en práctica los conocimientos acumulados durante décadas de duro trabajo en la historia del movimiento obrero internacional y del marxismo. Tal fallo, repito, equivale a una sentencia de muerte. Es lo mismo que un pelotón de fusilamiento cualificado, disparado con perdigones y agujas, prolongado indefinidamente.
Por eso exijo un juicio [1]. Con las mínimas garantías de legalidad revolucionaria demostrará al partido, a la Internacional Comunista y al proletariado internacional que no he cometido ningún crimen contra el partido, contra el proletariado, o contra el poder soviético.
Con saludos comunistas.

D. Riazanov


[1] Tachado: que se me niega obstinadamente.
Publicado en «Я не совершал никакого преступления». Две саратовские рукописи академика Д. Б. Рязанова. 1932-1934 гг, Г. Д. Головиной и Я. Г. Рокитянского. Исторический архив, 1995, №2, с. 201-221. Tomado de http://ihst.ru (mayo de 2022).