Karl Marx

Marx sobre los combates en el seno de la Internacional​

Diego Farpón

Paul Lafargue fue encarcelado en Huesca, en 1871. Había cruzado los Pirineos por el Val d’Aran, huyendo de Francia, donde la III República había desatado una violencia inusitada hasta entonces sobre el proletariado, que por primera vez en la historia había osado tomar el poder.
La derrota de la Comuna no significó, ni mucho menos, un apaciguamiento de la represión. No bastaba a la República con haber hundido a la Comuna en sangre. Aquella represión tenía un objetivo político, más allá del asesinato del proletariado que había combatido conscientemente por la emancipación del género humano: el objetivo era destruir la Internacional.
Paul Lafargue, como el conjunto de la familia Marx (Jenny y Eleanor acabarían siendo detenidas), iba a ser perseguido, también en el lado español: una vez cruzó la frontera dio con sus huesos en la cárcel. Sin embargo, su origen cubano hizo que las autoridades no concediesen la extradición a Francia y que le dejasen en libertad. Tras estos hechos, Laura y Paul, con su hijo Etienne, se instalaron en San Sebastián durante un tiempo, antes de trasladarse a Madrid.
Mientras Laura y Paul estuvieron en San Sebastián recibieron esta carta. Fue escrita a la forma y manera en la que habitualmente se expresaba Marx: utilizando distintos idiomas. Ha sido traducida del inglés, conservando las pocas palabras que se encontraban en francés y latín. Así mismo, no han sido consideradas las notas de la edición. La carta ha sido tomada de Collected works, volume 44, letters 1870-1873, Marx, Karl; Engels, Frederick, Lawrence & Wishart, 2010, pp. 265-271.


Londres, 24 de noviembre de 1871

Mis queridos Laura y Toole,
Con los asuntos de la Internacional, con las visitas de los miembros de la Comuna, no he encontrado tiempo para escribir. Cómo se invade mi tiempo, es algo a juzgar por cada uno. En Petersburgo han estado traduciendo Das Kapital al ruso, pero reservaron el primer capítulo porque yo se lo pedí, ya que tenía la intención de reescribirlo de una manera más popular. Desde los sucesos de París se me impidió continuamente cumplir mi promesa y al final me vi obligado a limitarme a unas pocas alteraciones, para no detener del todo el progreso de la publicación.
En cuanto a las calumnias contra Toole, todo es una patraña, una canallada puesta en marcha por la rama francesa nº 2. Serraillier, el secretario de Francia, escribió inmediatamente a Burdeos. Las seis secciones existentes han respondido con un voto de absoluta confianza en el ilustre Toole.
En cuanto a los escándalos que han tenido lugar en Londres y Ginebra, debo empezar por el principio.
Entre otros refugiados franceses habíamos admitido en el Consejo General a Theisz, Chalain y Bastelica. Este último fue admitido a duras penas cuando propuso a Avrial y a Camélinat, pero est modus in rebus y encontramos que ya había suficientes proudhonistas en nuestras filas. Por ello, con diferentes pretextos, la elección de estos dos dignos se retrasó hasta la Conferencia, y se abandonó después de la misma, ya que ésta aprobó una Resolución en la que se nos invitaba a no admitir demasiados refugiados. De ahí la gran rabia de los ciudadanos Avrial y Camélinat.
En el Congreso mismo la Resolución sobre la acción política de la clase obrera fue violentamente combatida por los bakuninistas: Robin, el español Lorenzo y el corso Bastelica. Este último, un tipo vacío y muy pretencioso, se llevó la peor parte y fue tratado con bastante dureza. Su principal cualidad, es decir, su amour-propre, le llevó al fracaso.
Hubo otro incidente.
Sobre el affaire de la «Alianza de la Democracia Socialista» y la disputa en la Suiza romanche, la Conferencia nombró una comisión (de la que yo era miembro) y que se reunió en mi casa. Outine, por un lado, y Bastelica y Robin, por otro, fueron citados como testigos. Robin se comportó de la manera más ruin y cobarde. Después de haber dado su opinión (al principio de la reunión) declaró que debía marcharse y se levantó con la intención de irse. Outine le dijo que debía quedarse, que la investigación iba a ser seria y que no le gustaría discutir sobre él en su ausencia. Robin, en una admirable serie de movimientos tácticos, se acercó a la puerta. Outine le apostrofó violentamente, diciendo que tendría que acusarle de ser el resorte de las intrigas de la Alianza. Mientras tanto, para asegurarse una retirada segura, el gran Robin había abierto parcialmente la puerta y, como un verdadero partenopeo, lanzó un golpe de despedida a Outine con las palabras: «Entonces te desprecio».
El 19 de septiembre, con Delahaye como intermediario, comunicó la siguiente epístola a la Conferencia:

“Llamado como testigo en el asunto del litigio suizo, ante la comisión nombrada para examinarlo, me presenté con la esperanza de contribuir a un apaciguamiento.
Habiendo sido impugnado directamente, declaro categóricamente que no acepto el papel de acusado y me abstendré de asistir a las reuniones de la Conferencia en las que se discuta la cuestión suiza.
19 de septiembre de 1871.
P. Robin”.

Varios miembros de la Conferencia, entre los que se encontraba De Paepe, exigieron que el hombre fuera expulsado inmediatamente del Consejo General, pero por mi recomendación se resolvió pedirle que retirara su carta y que, en caso de negativa, se dejara el asunto en manos del Consejo General. Como Robin se obstinó en mantener su carta, finalmente fue expulsado del Consejo.
Mientras tanto, me había dirigido el siguiente billet doux del 28 de septiembre.

“Ciudadano Marx,
He tenido grandes obligaciones personales contigo, y no han sido una carga para mí mientras creía que nada podía cambiar mis respetuosos sentimientos de amistad hacia ti. Hoy, siendo incapaz de subordinar mi gratitud a mi conciencia, y lamentando romper contigo, creo que te debo la siguiente declaración.
Estoy convencido de que, cediendo a la animosidad personal, has proferido o apoyado acusaciones injustas contra los objetos de esa animosidad, miembros de la Internacional, cuyo único delito es no compartirla.
P. Robin”.

No he creído que valga la pena responder a R. R. R.-Robin la oveja. (Ya era conocido con ese nombre por Rabelais, que lo incluye específicamente en el rebaño de Panurge). Volvamos ahora a nuestra otra oveja.
Después de la Conferencia, Avrial y Camélinat instaron a la formación de una rama francesa («Sección Francesa de Londres de 1871»). Colaboraron en ella Theisz, Bastelica (que ya había decidido volver a Suiza y deseaba crear un puntal para Bakunin en Londres antes de irse) y Chalain (un pelele completamente inútil). Publicaron su propio Reglamento en el periódico Qui Vive!, del que hablaremos más adelante. Ese Reglamento era contrario al Reglamento General. En particular, estos burgueses (eran 20, entre los cuales había varios delatores; su secretario era el ilustre Durand, tachado públicamente de delator por el Consejo General y expulsado de la Internacional) se arrogaban el derecho de nombrar delegados al Consejo General con mandatos imperativos, resolviendo al mismo tiempo que nadie perteneciente a su sección debía aceptar el nombramiento como miembro del Consejo General, salvo cuando fuera enviado como delegado por la propia Sección.
Incluso antes de que su Reglamento fuera confirmado por el Consejo General, tuvieron la desfachatez de enviar como delegados del Consejo a Chautard (un cretino que, durante la Comuna, fue el hazmerreír de París) y a Camélinat. Se les invitó amablemente a retirarse y a esperar la confirmación de su Reglamento por el Consejo General. A mí se me encomendó una crítica del mismo. Esta primera misiva del Consejo a la nueva Sección seguía redactada en términos conciliadores. Sólo se les pedía que suprimieran los artículos contrarios al espíritu y a la letra del Reglamento General y las regulaciones.
Se enfurecieron. Avrial (en colaboración con Theisz y Camélinat) escribió una réplica que le costó quince días de trabajo y a la que dio el último remate literario Vermersch (Le Père Duchêne).
Dicho individuo se había colado en sus filas porque, con la ayuda de algunos tipógrafos (refugiados), habían fundado el periódico Qui Vive!, bajo la dirección provisional de Le Verdet (un filósofo schopenhaueriano). Vermersch se aprovechó de ellos y los azuzó contra el Consejo General para hacerse con el periódico, y lo consiguió.
Enviaron a Bastelica a Suiza, de donde recibieron una proclamación política: el Consejo General estaba bajo el yugo del pangermanismo (es decir, de mí), autoritario, etc. El deber primordial de todo ciudadano era ayudar a provocar la caída de dicho Consejo usurpador, etc. Todo esto emanaba de Bakunin (actuando a través del ruso N. Zhukovsky, secretario de la Alianza en Ginebra, Guillaume, etc.) cuya camarilla (lejos de ser numerosa en Suiza, por cierto) se había unido a Madame André Léo, Malon, Razoua y un pequeño grupo de otros refugiados franceses que no se conformaban con jugar un papel secundario o nulo.
Por cierto, todos los idiotas que habían sido miembros del Consejo Federal en París, o que se hicieron pasar falsamente por tales -como, por ejemplo, Rouillier, ese pendenciero, fanfarrón y borracho- se habían engañado pensando que serían admitidos -por derecho- como miembros del Consejo General.
Theisz (que había sido nombrado tesorero del Consejo General, y no secretario de Francia) y Bastelica presentaron su dimisión del Consejo basándose en el artículo de su Reglamento que les prohibía aceptar el nombramiento del Consejo.
Al final contesté a la carta embellecida por el viejo Vermersch, cuyo ingenio es mucho más flamenco que francés. Tan aplastante fue esta respuesta y al mismo tiempo tan irónica que resolvieron no continuar su correspondencia con el Consejo. De ahí que no fueran reconocidos como sección de la Internacional.
¡El viejo Vermersch se había convertido en redactor jefe de Qui Vive! En el núm. 42 imprimió una carta firmada por Chautard, Chouteau (ya denunciado como delator por Rigault en Patrie en danger), por Landeck -que había dado su palabra al Sr. Piétri (véase el último juicio a los internacionalistas en París) de que se retiraría de la Internacional y de la política- y [por] gentuza similar en la que denuncian la Resolución de la Conferencia que declara que los obreros alemanes (que se manifestaron contra la anexión de las provincias francesas y, más tarde, por la Comuna, y muchos de los cuales están sufriendo en este mismo momento persecución a manos de Bismarck) han cumplido con su deber, ¡y aducen esto como prueba flagrante de «pangermanismo»!
Esto fue demasiado para los zanganos Theisz, Camélinat y Avrial. Se negaron a firmarlo. Como miembros del consejo de administración de Qui Vive!, también se pelearon con Vermersch por una novela inmoral que había publicado en el feuilleton. Vermersch, que ya no tenía ninguna utilidad para estos señores, procedió, sin dar nombres, a atacarlos en Qui Vive! Sus nauseabundos artículos también han provocado peleas con otros refugiados, y creo que ayer recibió una bofetada de Sicard. Ahora están decididos a relevarle de su cargo de redactor. ¡Ya veremos! Se cree que está pagado por Versalles para comprometer a los comuneros. Para abreviar la historia: en Londres la conspiración ha fracasado. La sección francesa nº 2 está en completo desorden (no hace falta decir que fue impulsada por Le Lubez, Bradlaugh, Besson, etc.). Se ha formado otra sección francesa, mucho más amplia, que está de acuerdo con el Consejo General.
En lugar de los que han dimitido, hemos nombrado miembros del Consejo a Ant. Arnaud, F. Cournet y G. Ranvier.
En Ginebra, la «Alianza», con André Léo, Malon, etc., publica una pequeña revista La Révolution sociale (dirigida por un tal Claris) en la que ataca abiertamente al Consejo General y a la Conferencia. El pangermanismo (intelectuales alemanes y bismarckianos), el autoritarismo, etc., etc. La «Federación del Jura» (que sigue siendo el mismo grupo de siempre, pero con otro nombre) ha celebrado un pequeño Congreso en Sonvilliers (Jura de Berna) en el que se ha resuelto invitar a todas las secciones de la Internacional a unirse a la Federación del Jura para conseguir que se reúna, lo antes posible, un Congreso especial en el que se revise la conducta del Consejo y se anulen las resoluciones de la Conferencia por ser contrarias al principio de autonomía que dichas resoluciones «infringen abiertamente». En particular, protestan contra las resoluciones II, 2, 3, IX (La acción política de la clase obrera), XVI y XVII. No se han aventurado a mencionar la resolución XIV, que desagrada especialmente a Bakunin porque revelaría a toda Europa las turbiedades de las que era responsable en Rusia.
La actitud del Consejo Federal de Madrid (manipulado por Bakunin y Bastelica) es muy sospechosa. Desde la partida de Lorenzo, Engels no ha recibido respuesta alguna a sus numerosas cartas. Están impregnados de la doctrina de la abstención en política. Engels les ha escrito y les ha dicho hoy que, si persisten en su silencio, se tomarán medidas. En cualquier caso, Toole DEBE ACTUAR. Le enviaré ejemplares en inglés y francés de la nueva edición, revisada y ampliada, del Reglamento y las regulaciones.
Nuestros adversarios son ciertamente desafortunados. Como ya he dicho, el primer secretario de la Sección disidente en Londres fue G. Durand, a quien desenmascaramos como agente de Versalles. Los bakuninistas Blanc y Albert Richard (de Lyon) se vendieron a Bonaparte. Estuvieron aquí para enrolar miembros bajo su bandera ya que ¡Bonaparte vale más que Thiers!
Por último, el corresponsal en Béziers de los refugiados hostiles en Ginebra -virtualmente su único corresponsal en francés- nos ha sido denunciado por la sección de Béziers como agente de policía (¡es secretario del superintendente de policía!).
Confío en tener pronto buenas noticias sobre el estado de salud de mi querido Schnapsd y de toda la familia.

Viejo Nick

En cuanto a Theisz, ha perdido toda influencia en París debido a los elogios que los periódicos de Versalles han dedicado a él y al viejo Beslay.
Bastelica es el jefe de los lamebotas de Bakunin.
También debo señalar que los ataques contra nosotros por parte de la Révolution sociale de Ginebra están redactados más o menos en los mismos términos que los del Journal de Genève (el periódico más reaccionario de Europa) y los de The Times, que os envío. El periódico mencionado en The Times es el Journal de Genève.