El desarrollo del socialismo científico y la dialéctica de Róża Luksemburg: entre las masas y la vanguardia
Diego Farpón
Quienes, como Luksemburg, abrazamos “la idea de que es preferible precipitarse en la cascada del Rin y perecer en ella como una cáscara de nuez, antes de doblar, sumisos la cerviz” (1) nos encontramos ante el problema de la revolución pues si “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo” (2). Así, la cuestión teórica, para las/los comunistas, está lejos de ser una cuestión abstracta “cuando de lo que se trata, en realidad y para el materialista práctico, es decir, para el comunista, es de revolucionar el mundo existente, de atacar prácticamente y de hacer cambiar las cosas con que nos encontramos” (3).
Lo cierto es que transitado el periodo 2011-2014 parece que “una vez más, las masas han demostrado que son más conscientes que sus “jefes””(4). En el Estado español pese a haber protagonizado las mayores movilizaciones desde los años setenta el proletariado no ha logrado una salida a la crisis orgánica del capital que respondiese a sus intereses como mayoría social. Algo similar ha ocurrido en distintas zonas, fruto de las contradicciones crecientes del capitalismo. Grecia, donde el conflicto social ha sido más agudo y la movilización y esfuerzo del proletariado y de las masas han sido mayores debería ser un tema de debate candente dentro de las organizaciones del proletariado. Es necesario extraer conclusiones de la presente época y, comenzando por el principio, parece adecuado que nos preguntemos sobre el marxismo, antes de entrar a analizar otras cuestiones.
Así pues, y como hiciera Róża Luksemburg, preguntémonos sobre los motivos para el estancamiento y progreso del marxismo.
El “marxismo” dogmático: la práctica revolucionaria contra Marx
Cuando se trata de señalar que el marxismo ha sido superado por la historia y que ya no es válido para conocer la realidad actual y fijar posiciones políticas un argumento es especialmente relevante: “es un hecho que –aparte de uno o dos aportes teóricos que señalan un avance- desde el último tomo de El capital y los últimos escritos de Engels no han aparecido más que unas cuantas popularizaciones y explicaciones excelentes de la teoría marxista. La esencia de la teoría quedó donde la dejaron los dos fundadores del socialismo científico.
¿Se debe ello a que el sistema marxista ha impuesto un marco demasiado rígido a las actividades intelectuales?” (5).
Cuando Róża Luksemburg escribió este texto –en 1903- sólo hacía veinte años que Karl Marx había fallecido. Sin embargo, hoy, más de un siglo después, podemos afirmar, como hiciera Róża Luksemburg, que el desarrollo del marxismo ha sido limitado.
Parece legítima la pregunta que se hace Róża Luksemburg, y si “es innegable que Marx ha ejercido una influencia un tanto restrictiva sobre el libre desarrollo teórico de muchos de sus discípulos” (6) lo cierto es que, en el siglo XXI, no cabe culpar a Karl Marx del limitado desarrollo al que se ha visto abocado el socialismo científico. Naturalmente, y transcurridas tantas décadas ha habido un desarrollo del marxismo. La propia Róża Luksemburg o Lenin son, sin lugar a dudas, dos militantes destacados en la elaboración del marxismo desde la muerte de Karl Marx: no decimos que no haya habido un desarrollo del marxismo, sino que este ha sido muy limitado.
Los problemas que situaba Róża Luksemburg en 1903 han tenido un profundo recorrido y son, hoy, más graves que entonces: “los escrupulosos esfuerzos dirigidos a mantenerse “dentro de los límites del marxismo” han resultado tan desastrosos para la integridad del proceso intelectual como el otro extremo, que repudia totalmente el enfoque marxista y manifiesta la “independencia de pensamiento a toda costa”” (7).
Por un lado la elaboración en los países del llamado socialismo real no sólo ha sido ínfima sino que ha contribuido a la construcción de un límite del socialismo científico. La eliminación física de quienes contribuyeron a la toma del poder en 1917 (8), así como de todas/os aquellas/os teóricas/os que no comulgasen con los límites artificiales del marxismo impuestos por el estalinismo socavó las bases materiales para el desarrollo del socialismo científico.
Fruto de las desviaciones estalinistas se construyó una hegemonía ideológica en las organizaciones revolucionarias a nivel mundial que rompió el debate histórico del socialismo científico, convirtiendo el marxismo en una caricatura de lo que hasta entonces había sido: dejó de ser una herramienta para la emancipación del proletariado y pasó a convertirse en la herramienta para justificar la dirección burocrática estalinista.
Róża Luksemburg no quedó al margen de este proceso. Bien es cierto que la camarada Róża Luksemburg falleció en 1919, bastantes años antes de que la degeneración soviética comenzase la aniquilación sistemática de las/os teóricos del marxismo y de la vieja guardia leninista. Esta degeneración necesitaba además evitar el desarrollo de un socialismo científico que se pudiese oponer a sus intereses como burocracia en el poder. Para ello fue necesaria una revisión del marxismo desde sus propios orígenes, así como de la vida del propio Karl Marx (9): “por otro lado, quienes querían mantener a Marx encaramado en lo alto de un pedestal socialista se esforzaron durante años negando que él fuese el padre de Freddy, el hijo de Helene Demuth. En los archivos de Moscú había cartas en las que miembros del partido discutían sobre el nacimiento de Freddy, pero cuando Stalin supo de su existencia por David Riazánov, el director del Instituto Marx-Engels, lo consideró como un asunto insignificante y ordenó a Riazánov que “ocultase [aquellas cartas] en lo más profundo de los archivos”. Las cartas no serían publicadas hasta cincuenta años más tarde” (10). Otros documentos quizá fueron destruidos para siempre, como denunció Trotsky en referencia a una burda manipulación de Stalin con respecto a Luksemburg y Lenin: “¿Cuál ha sido la suerte de esta carta [escrita por Lenin a Radek]? ¿Se encuentra en los archivos de Stalin, entre los documentos comprometedores para sus colaboradores más próximos, o bien ha sido destruida como otros muchos documentos concernientes al pasado del partido?” (11).
Y finalmente aquello que no se pudo silenciar o destruir fue manipulado. Es, entre otros, el caso de Róża Luksemburg (12): “pero, lo que más ha contribuido a destruir la memoria política de esta revolucionaria de origen polaco, ha sido la condena que de sus ideas llevó a cabo el estalinismo. Las ideas marxistas, la auténtica tradición del bolchevismo, representaba el mayor peligro para el mantenimiento del poder político de la burocracia en la URSS. En esos años se vivió el capítulo más negro de la historia del movimiento obrero, cuando la Revolución rusa degeneró en líneas burocráticas tras una lucha titánica por mantener las conquistas de Octubre del 17. Las purgas, los procesos políticos, las deportaciones, encarcelamientos y ejecuciones de los enemigos políticos, incluía una posición oficial de quien era y quien no era “bolchevique”. En un arrebato de sectarismo difícil de haber previsto se elaboraban listas de libros y autores prohibidos. Róża Luksemburg tuvo el honor de verse pronto incluida en este proceso infamante” (13).
El “marxismo” heterodoxo: la teoría “marxista” contra Marx
En el otro lado, frente al estalinismo, “marxismos” que predican la libertad de pensamiento y el no encorsetamiento dentro de unos límites –autores como Harvey, Fernández Liria o Heinrich y Ramas-. ¿Pero qué límites? Estos “marxismos” reclaman poder ser reconocidos como marxismo al tiempo que rechazan frontalmente algunas de las principales tesis de Karl Marx. En última instancia tienen el común el rechazo a la revolución mientras reflexionan sobre la propia revolución y el socialismo científico.
Uno de sus pilares argumentales es que hay que completar a Marx, que hay que traer a Marx al presente, que hay que actualizar a Marx:
“Pero es sólo en el terreno económico que podemos hablar de un cuerpo más o menos acabado de doctrinas legadas por Marx. La más valiosa de sus enseñanzas, la concepción materialista dialéctica de la historia, no se nos presenta sino como un método de investigación, unos cuantos pensamientos geniales que nos permiten entrever un mundo totalmente nuevo, que nos abren perspectivas infinitas para el pensamiento independiente, que le dan a nuestro espíritu alas para volar audazmente hacia regiones inexploradas.
Sin embargo, incluso en este terreno la herencia marxista, salvo pocas excepciones, no ha sido aprovechada. Esta arma nueva y espléndida se herrumbra por falta de uso; la teoría del materialismo histórico está tan incompleta y fragmentaria como nos la dejaron sus creadores cuando la formularon por primera vez” (14).
Con todo encontramos distintas aportaciones en el terreno de la economía, como la de Isaak Rubin y sus ensayos sobre la teoría del valor o la de Grossmann y la ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista. Incluso en aquello que se podía considerar más o menos acabado el socialismo científico se han producido aportaciones al mismo. Así, “no puede afirmarse, pues, que la rigidez y el acabado de la estructura marxista sean la explicación de que sus herederos no hayan proseguido la edificación” (15), ni es un problema de capacidad teórica el que impide el desarrollo del socialismo científico, sino un problema de desarrollo del marxismo en la lucha de clases, fundamentalmente más allá del ámbito académico: “el problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado de la práctica- es un problema puramente escolástico” (16).
El problema de la incomprensión de la importancia del tercer tomo de el Capital: un problema en la época de Róża Luksemburg y un problema actual
Desde 1894, fecha en la que apareció el tercer tomo de El Capital hasta la actualidad han transcurrido 125 años. Debería haber diferencias notables en cuanto a la comprensión del mismo, fruto del tiempo que ha transcurrido para su estudio así como del tiempo que ha habido para acumular conocimiento en su entorno y seguir desarrollando el contenido del mismo, especialmente cuando, sabido es, Karl Marx no pudo acabar en vida su obra y Engels tuvo que enfrentarse con borradores ilegibles e inacabados.
Róża Luksemburg señala que “además, cuando el tercer tomo vio la luz, aunque llamó un poco la atención en los círculos cerrados de los expertos y suscitó algunos comentarios, en lo que concierne al movimiento socialista en su conjunto el nuevo volumen casi no impresionó en las grandes regiones donde las ideas expuestas en el primero se habían impuesto. Las conclusiones teóricas del tercer tomo no provocaron intento alguno de popularizarlas, ni lograron amplia difusión. Por el contrario, entre los mismos socialdemócratas solemos sentir los ecos de la “desilusión” que tanto expresan los economistas burgueses con respecto al tercer volumen de El capital; estos socialdemócratas demuestran así hasta qué punto habían aceptado la exposición “incompleta” de la ley del valor del primer tomo” (17).
¿Cuál ha sido la evolución de la crítica de la economía política? “Visto desde la perspectiva del análisis económico, el “debate soviético de los años veinte” constituye uno de los momentos más elevados que ha conocido la economía como ciencia” (18).
Desde entonces el desarrollo ha sido limitado. “¿Cómo explicar tan notable fenómeno?” (19). Luksemburg responde de la siguiente manera: “desde el punto de vista científico, hay que considerar que el tercer tomo de El capital completa la crítica de Marx al capitalismo. Sin este tercer volumen no podemos comprender la ley que rige la tasa de ganancia; ni la división de la plusvalía en ganancia, interés y renta; ni la aplicación de la ley del valor al campo de la competencia. Pero, y esto es lo principal, todos estos problemas, por importantes que sean para la teoría pura, son relativamente poco importantes desde el punto de vista de la lucha de clases [la negrita es mía, DF]. En lo que a ésta concierne, el problema teórico fundamental es el origen de la plusvalía, o sea la explicación científica de la explotación, junto con la dilucidación de la tendencia hacia la socialización del proceso de producción, es decir, la explicación científica de las bases objetivas de la revolución socialista.
Ambos problemas encuentran solución en el primer tomo de El capital, que deduce que la “expropiación de los expropiadores” es el resultado inevitable y definitivo de la producción de plusvalía y de la concentración progresiva del capital. Con ello queda satisfecha, en cuanto a teoría, la necesidad esencial del movimiento obrero. Los obreros, partícipes activos en la lucha de clases, no tienen un interés directo en la forma en que la plusvalía se distribuye entre los distintos grupos de explotadores; o cómo, en el curso de esta distribución, la competencia provoca ajustes en el proceso de producción.
Es por eso que, para la generalidad de los socialistas, el tercer tomo de El capital sigue siendo un libro cerrado” (20).
Por un lado “Marx, en su creación científica, nos ha sacado distancia como partido de luchadores (…) nuestras necesidades todavía no se adecúan a la utilización de las ideas de Marx” (21), por otro la realidad de la lucha de clases evitó el desarrollo de las ideas de Marx allí donde, en principio, pareciera que se daban las condiciones propicias para ello y tras el debate de los años veinte: la URSS, pues se convirtió el marxismo en “(…) un dogma, por no decir un catecismo, aquello a lo que ha sido reducido en la URSS a partir de finales de los años veinte con la concentración de todos los poderes en las manos de un aparato burocrático represivo y totalitario dirigido por Iósif Stalin. Desde entonces se impuso a todos la obligación coercitiva de reconocer y aplicar la interpretación oficial unilateral del marxismo, la del Estado (…) la transformación del marxismo en dogma de Estado esterilizó el desarrollo del pensamiento marxista durante décadas haciendo retroceder la idea misma de socialismo ante millones de trabajadores y trabajadoras, en el Este como en el Oeste, al asimilarse a esta monstruosa caricatura del socialismo que eran las sociedades burocráticas y totalitarias construidas en nombre del marxismo y del socialismo” (22).
El desarrollo de la lucha de clases: la vía para el progreso del socialismo científico
Es de la lucha de clases de donde surgió, primero, el socialismo utópico, y más tarde el socialismo científico. No es una elaboración teórica el motor de Karl Marx ni de Frederich Engels, sino la conciencia de la necesidad de transformar la realidad: la necesidad de la práctica.
Es en esta práctica en la que Róża Luksemburg elabora distintos textos de los que brota marxismo que, además, se insertan en la tradición del debate histórico del socialismo científico. De igual modo ocurre con la elaboración de Lenin y los dirigentes revolucionarios de 1917, o con Gramsci, Mariategui, Dalton o Kosík, por citar a algunos: no hay una elaboración del marxismo al margen de la lucha de clases, pues el marxismo florece en lo concreto, en lo histórico: “el proletariado sintió antes que sus dirigentes el cambio en las condiciones objetivas de la lucha y la necesidad de pasar de la huelga a la insurrección. Como siempre sucede, la práctica precedió a la teoría” (23).
Situemos un último elemento: “se nos suele decir que nuestro movimiento carece de personas de talento capaces de elaborar las teorías de Marx. Esa carencia es de larga data; pero la carencia en sí exige una explicación, y no puede plantearse como respuesta al interrogante fundamental. Debemos recordar que cada época forma su propio material humano; que si un periodo realmente exige exponentes teóricos, el periodo mismo creará las fuerzas necesarias para la satisfacción de esa exigencia.
¿Existe una verdadera necesidad, una real demanda de mayor elaboración de la teoría marxista? (24)”
A nuestro juicio, la necesidad del desarrollo del socialismo científico sólo puede ocurrir al calor de la lucha de clases, en la historia real, en los esfuerzos de la vanguardia por explicar la realidad a las masas y debatir colectivamente la dirección del movimiento popular, construyendo una hegemonía proletaria capaz de disputar el poder a la burguesía.
“Pero la creación de Marx, que como hazaña científica es una totalidad gigantesca, trasciende las meras exigencias de la lucha del proletariado para cuyos fines fue creada. Tanto en su análisis detallado y exhaustivo de la economía capitalista, como en su método de investigación histórica con su infinito campo de aplicación, Marx nos ha dejado mucho más de lo que resulta directamente esencial para la realización práctica de la lucha de clases.
Sólo en la proporción en que nuestro movimiento avanza y exige la solución de nuevos problemas prácticos nos internamos en el tesoro del pensamiento de Marx para extraer y utilizar nuevos fragmentos de su doctrina. Pero como nuestro movimiento, como todas las empresas de la vida real, tiende a seguir las viejas rutinas del pensamiento, y aferrarse a principios que han dejado de ser válidos, la utilización teórica del sistema marxista avanza muy lentamente” (25).
Romper con los viejos principios que ya no se corresponden con la realidad, es decir, con el marxismo como dogma y construir un pensamiento dialéctico al calor de la lucha de clases que se da en la realidad histórica y concreta es una necesidad. “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal (…)” (26). Es necesario, pues, partir del socialismo científico como herramienta, como método, con una crítica y autocrítica sin dogmatismos a las experiencias del proletariado en los siglos XIX y XX en su combate por emanciparse, y, al mismo tiempo, llevar a cabo dicha crítica sin ninguna concesión a quienes, bajo la apariencia de crítica lo que pretenden es invalidar el bagaje histórico del proletariado y renegar de la necesidad de la revolución social.
Róża Luksemburg y la salida a la crisis del socialismo científico: las barricadas contra los dogmas
El ejemplo de Róża Luksemburg, que no deja de luchar, reflexionar y extraer conclusiones incluso cuando el orden reina en Berlín (27), así como de otras/os teóricas/os consecuentes –como los ya citados- sitúa la posibilidad de desarrollo del marxismo en el ámbito de la lucha de clases, en la práctica por la destrucción del poder burgués y en la relación necesaria entre masas y vanguardia.
Y es que, si Karl Marx es, indudablemente, el gran teórico del socialismo científico lo cierto es que fue, antes que teórico, revolucionario (28): “para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente” (29).
Treinta años más tarde, en 1875, Karl Marx lo expresaría de otra forma, en una misiva escrita a W. Bracke: “cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas” (30).
De esta forma “si, pues, detectamos un estancamiento en nuestro movimiento en lo que hace a todas estas cuestiones teóricas, ello no se debe a que la teoría marxista sobre la cual descansan sea incapaz de desarrollarse o esté perimida. Por el contrario, se debe a que aún no hemos aprendido a utilizar correctamente las armas intelectuales más importantes que extrajimos del arsenal marxista en virtud de nuestras necesidades apremiantes en las primeras etapas de nuestra lucha. No es cierto que, en lo que hace a nuestra lucha práctica, Marx esté perimido o lo hayamos superado. Por el contrario, Marx, en su creación científica, nos ha sacado distancia como partido de luchadores. No es cierto que Marx ya no satisface nuestras necesidades. Por el contrario, nuestras necesidades todavía no se adecúan a la utilización de las ideas de Marx” (31).
Es en las barricadas donde brota el socialismo científico, donde se sitúan los problemas reales, los problemas que exigen análisis y desarrollo del marxismo, las preguntas que no son artificiales, que no tienen por objeto lograr un doctorado, vender libros o vivir de la política. Las preguntas, en definitiva, del proletariado y de su organización en la lucha por llevar a buen puerto la revolución.
“Feuerbach aspira, pues, como los demás teóricos, a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, mientras que lo que al verdadero comunista le importa es derrocar lo que existe” (32).
Es en la lucha de clases donde el socialismo científico florece: “toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica” (33). El marxismo late con y en el proletariado y en la organización y lucha del mismo: al fin y al cabo, se quiera o no “la revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido. Allí, la frase desbordaba el contenido; aquí, el contenido desborda la frase” (34). Sigue desbordando el contenido la frase: la revolución social del siglo XXI necesariamente tendrá que sacar su poesía del porvenir. No se trata, por supuesto, de hacer tabula rasa, pero sí de adquirir conciencia de que las preguntas a las que habrá que hacer frente para tomar el poder en el futuro sólo podrán encontrar las respuestas en las prácticas y en las luchas que están por llegar, y en la necesaria teoría que fruto de las mismas será necesario desarrollar.
“La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera” (35). Ningún partido ni ningún grupo de intelectuales puede ser el sujeto político de la revolución social. Sólo la clase obrera organizada y confiando en el conjunto de la clase, organizándose de forma independiente, puede emancipar el género humano. Sólo la clase obrera y su vanguardia pueden desarrollar hasta las últimas consecuencias el socialismo científico allí donde debe verificarse: en la lucha de clases, sólo la clase obrera organizada puede derribar el orden burgués que, pese a que parezca eterno e imponente no es más que “un castillo en la arena” (36).
1 Luksemburg, Róża, Cartas de prisión, Colección Papeles Políticos, Argentina, 1974, p. 34.
2 Marx, Karl y Engels, Friedrich, La ideología alemana. Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas, Grijalbo, Barcelona, 1970, p. 668.
3 Ibíd., p. 46.
4 Luksemburg, Róża, op. cit., p. 85.
5 Luksemburg, Róża, Obras escogidas. Tomo I, Editorial Pluma, Bogotá, 1976, p. 138.
6 Ibídem.
7 Ibíd., pp. 138-139.
8 Mandel, Ernest, La Historia del Partido Bolchevique. Treinta preguntas y respuestas, Schapire, Buenos Aires, 1974, pp. 19-20.
9 Esta tendencia implacable del estalinismo es anterior al mismo, y así con respecto a Karl Marx “inmediatamente después de su muerte en 1833, sus seguidores trataron de esterilizar su historial, eliminando las referencias a su pobreza, a sus borracheras, incluso al hecho de que tuviese un seudónimo –el Moro- con el que era conocido desde sus días universitarios”, Gabriel, Mary, Amor y capital. Karl y Jenny Marx y el nacimiento de una Revolución, El Viejo Topo, España, 2014, p. 52.
10 Ibíd., p. 53. A este respecto y en la misma obra pp. 288-295.
11 Andrade, Juan et al., Revista Comunismo (1931-1934). La herencia teórica del marxismo español, Editorial Fontamara, Barcelona, 1978, pp. 502-503.
12 En 1931 Stalin escribió un artículo que mereció la respuesta de Trotsky con el elocuente título de no coceéis a Róża Luksemburg: “no se debe dejar en silencio este documento, aunque sólo sea porque constituye una calumnia descarada y vergonzosa contra Róża Luksemburg”. Frente a la coherencia revolucionaria de Róża Luksemburg y su marxismo vivo era necesario manipular sus posiciones políticas para, de esa manera, quebrar el pasado histórico del socialismo científico y dotar de una falsa tradición al “marxismo” que, finalmente, fue puesto en un altar bajo el nombre de marxismo-leninismo en la construcción de una hegemonía ideológica al servicio mundial de la burocracia soviética. Ibíd., pp. 499-506.
13 Arregui, Alberto, A 80 años del asesinato de Róża Luksemburg. Un olvido injusto, disponible en http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/luxembr/s/luxemburgorsobre0008.pdf
14 Luksemburg, Róża, op. cit., p. 139.
15 Ibídem.
16 Marx, Karl y Engels, Friedrich op. cit., p. 666.
17 Luksemburg, Róża, op. cit., p. 140.
18 Arrizabalo, Xabier, Capitalismo y economía mundial. Bases teóricas y análisis empírico para la comprensión de los problemas económicos del siglo XXI, Instituto Marxista de Economía, Madrid, 2014, p. 273.
19 Luksemburg, Róża, op. cit., p. 140.
20 Luksemburg, Róża, op. cit., pp. 140-141.
21 Luksemburg, Róża, op. cit., p. 143.
22 Gill, Louis, Fundamentos y límites del capitalismo, Trotta, Madrid, 2002, citado en Arrizabalo, Xabier, op. cit., pp. 90-91.
23 Lenin, Obras completas. Tomo XI. Junio de 1906 – enero de 1907, Akal, Madrid, 1976, p. 177.
24 Luksemburg, Róża, op. cit., p. 139.
25 Luksemburg, Róża, op. cit., pp. 142-143.
26 Marx, Karl, Marx, Karl y Engels, Friedrich, Obras escogidas. Tomo I, Progreso, Moscú, 1974, p. 408.
27 El orden reina en Berlín es el título del último escrito de la revolucionaria Luksemburg. Elaborado la noche previa a su asesinato, este artículo se inserta, también, en la historia y la tradición del socialismo científico, extrayendo conclusiones de la derrota y planteando, nuevamente, la necesidad de organizar la revolución. Frente a la derrota la determinación hasta dar la vida por la victoria del proletariado: “la dirección ha fracasado. Pero debe y puede crearse una nueva dirección, por y a partir de las propias masas. Las masas constituyen el elemento decisivo, la roca sobre la cual se fraguará la victoria final de la Revolución (…)”, en Luksemburg, Róża, La Liga Spartakus. Dossier sobre la revolución alemana. 1918-1919, Anagrama, Barcelona, 1976, p. 100.
28 “Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quien él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos (…), Obras escogidas. Tomo III, Progreso, Moscú, 1974, p. 172.
29 Marx, Karl y Engels, Friedrich, La ideología alemana. Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas, p. 37.
30 Marx, Karl y Engels, Friedrich, Obras escogidas. Tomo III, p. 8.
31 Luksemburg, Róża, op. cit., p. 143.
32 Marx, Karl y Engels, Friedrich, La ideología alemana. Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas, p. 45.
33 Ibíd., p. 667.
34 Marx, Karl y Engels, Friedrich, Obras escogidas. Tomo I, p. 410-411.
35 Marx, Karl y Engels, Friedrich., Obras escogidas. Tomo II, Progreso, Moscú, 1973, p. 14.
36 Luksemburg, Róża, La Liga Spartakus. Dossier sobre la revolución alemana. 1918-1919, p. 100.