El aparato burocrático-stalinista no quiere a los bolcheviques en el partido
Diego Farpón
Hemos visto en escritos anteriores que la Oposición criticó duramente a los capituladores, en una explicación previa a la presentación de esta declaración. Sin embargo, muchos miembros de la Oposición vieron en aquellas explicaciones una capitulación. Puede que sea por ello que lo primero que publicó el boletín fuese, precisamente, la crítica a quienes habían capitulado (Radek, Preobrazhensky y Smilga).
Así, Pierre Broué, en Comunistas contra Stalin. Masacre de una generación, señala que “a la declaración de 1929 le sigue una lluvia de críticas desde la izquierda, algunas francamente izquierdistas, según las cuales Rakovsky no es más que el último representante de los <<capituladores>> en la Oposición. Él es consciente de ello, y probalbmente sufre, pero conserva una calma excepcional, limitándose a argumentar sin llegar a polemizar” (pág. 194).
Es cierto que en esta declaración destacados miembros de la Oposición piden al partido que se les permita la vuelta al mismo. Sin embargo, no hemos de olvidar que se encuentran fuera del partido porque han sido expulsados del mismo, es decir: la Oposición nunca quiso, voluntariamente, autoexcluirse del partido.
En cualquier caso, y frente a la vuelta incondicional de los capituladores, la Oposición incide en el elemento democrático en el seno del partido: en lugar de un retorno al partido la dirección burocrático-stalinista agudizará su furia sobre la Oposición. La respuesta del aparato fue enviar a Rakovsky a Barnaul; Trotsky se encontraba desde febrero en Prinkipo, tras haber sido expulsado de la Unión Soviética. La situación del resto no será mejor.
Al Comité Central y a la Comisión Central de Control.
Declaración
В. Kossior, M. Okudzhava, H. Rakovsky (1)
Después del XV Congreso, en el que se aprobó la resolución que nos expulsó del partido, se han producido una serie de acontecimientos importantes que han provocado una nueva reagrupación de fuerzas dentro del país y en el interior del partido.
Los más importantes de estos acontecimientos son: el paso a una ofensiva de la clase campesina contra la dictadura proletaria, la formación dentro del partido de una corriente de derecha que propone hacer concesiones al kulak y al comercio privado, las decisiones de la 16ª Conferencia del partido sobre la superación del peligro capitalista mediante la aceleración de la edificación industrial, el desarrollo de los koljoses y sovjoses, la lucha contra el kulak y contra el peligro de la derecha.
La nueva edificación socialista se inicia en unas condiciones difíciles. Estas condiciones son resultado de un retraso en el ritmo de la edificación, lo que ha permitido la movilización de los kulak y nepman. Esta edificación comienza con el aparato del Estado, de los sindicatos y del partido profundamente deteriorados, con una confusión considerable entre la clase media campesina y en parte entre los campesinos pobres, con una clase obrera insuficientemente preparada, cogida de improviso por la racionalización y el aumento de los precios de los productos básicos así como por su escasez. Esta situación se ve agravada por las divergencias ideológicas en el partido, una parte del cual, bajo la forma declarada de derecha, desconfía de la nueva construcción socialista, esperando que ésta fracase y permita el triunfo de sus ideas, mientras que otra parte, aún más significativa, si bien apoya esta construcción de palabra, la obstaculiza en la práctica.
Estas dificultades internas se ven intensificadas por una situación internacional cada vez más desfavorable.
La toma gansteril del ferrocarril de China oriental por parte de los reaccionarios nacionalistas chinos y las provocaciones que le siguieron dan testimonio del renacimiento de la política intervencionista del imperialismo internacional, con la colaboración activa de la socialdemocracia internacional, abiertamente convertida en un partido pequeñoburgués, que lleva tras de sí a millones de trabajadores descarriados.
Sería una ilusión muy dañina pensar que estas dificultades se superarán en un futuro próximo. Se derivan del antagonismo inevitablemente creciente y profundo entre nuestra producción socialista y el capital internacional, en plena descomposición, pero que sigue manteniendo firmemente el poder político, y sólo será eliminado con la victoria de la revolución socialista internacional. Hasta entonces, con breves intervalos de atenuación, el antagonismo se irá agudizando.
La eliminación de un desacuerdo tan grave entre los estados imperialistas sobre la cuestión de las reparaciones contribuirá a la creación de un frente financiero unido contra la URSS, y se intentará trasladarnos parte de la reparación.
Cada nueva etapa de la realización de los planes quinquenales reproducirá, en una determinada fase, a gran escala las dificultades económicas y políticas de la anterior. La aplicación de los planes quinquenales requerirá la movilización de enormes recursos financieros, que aumentarán de año en año, algunos de los cuales, como las asignaciones para la construcción de granjas estatales hasta que sean rentables, serán inevitablemente una forma pura de subvención estatal.
La movilización de estos grandes fondos requiere un enorme esfuerzo de las fuerzas productivas y de la capacidad de pago de impuestos de la clase obrera y de los trabajadores campesinos o un sobreesfuerzo de la emisión estatal con el consiguiente peligro de inflación y subida de precios. La compra de maquinaria fabricada en el extranjero exige el desarrollo de las exportaciones en la medida de lo posible, a menudo en detrimento del consumo interno, lo que conduce de nuevo a un aumento de los precios y a una reducción real de los salarios. Además de estas consecuencias, en parte inevitables en nuestras condiciones de construcción socialista, ésta provocará, y ya está provocando, una frenética resistencia de toda la pequeña burguesía, especialmente de los kulaks, apoyándose objetivamente en el entorno capitalista internacional.
El partido del proletariado va a pasar por un período de feroz lucha de clases.
El lugar de los bolcheviques-leninistas en estas batallas en la lucha por superar las dificultades presentes y futuras en el camino de la construcción socialista, está predeterminado por todo su pasado.
Creemos que la lucha por la aplicación del plan quinquenal representa, después de la guerra civil, la lucha más seria entre el partido comunista y el proletariado que lo respalda, y los campesinos pobres y el capitalismo ascendente. De su resultado puede depender el destino de las conquistas de la Revolución de Octubre. La aplicación de los planes esbozados reforzará considerablemente la posición del proletariado en la lucha contra el entorno enemigo interno y externo. Su fracaso allanaría el camino a la derecha, cuya aplicación consecuente de políticas conduce a la restauración del capitalismo y a la caída de la dictadura proletaria.
Al mismo tiempo, creemos que el plan quinquenal es la etapa más importante en el desarrollo de la lucha de clases, al fortalecer la dictadura proletaria, sólo si su aplicación está provista de garantías que aseguren que el proletariado y los campesinos pobres se unan en torno a él, bajo la dirección del partido comunista.
Junto con la mayoría del partido reconocemos que el peligro de la derecha dentro del partido es una amenaza directa para la construcción socialista. Al mismo tiempo, creemos que el movimiento de la derecha no se limita a unos pocos cientos o, en el mejor de los casos, miles de individuos que han defendido sistemáticamente las ideas de la derecha. Tampoco se limita a los errores o abusos que se exponen a diario en los periódicos bajo la rúbrica «el peligro de la derecha en la práctica», errores y abusos cometidos por miembros del partido que se consideran subjetivamente pro-CC y votan a favor de todas sus resoluciones, incluidas las dirigidas contra la derecha.
El peligro de la derecha que ha surgido repentinamente con tanta fuerza en el partido tiene causas más profundas y un pasado más largo. Las raíces ideológicas del peligro de la derecha en el partido residen en teorías incorrectas como la transformación automática de la economía campesina pequeña y privada en una economía socialista («la entrada del kulak en el socialismo»), el desarrollo ininterrumpido y sin conflictos de la economía socialista, el descuido de la diferenciación de clases en el campo («el pueblo reducido a una clase media»), teorías extendidas en el partido como resultado de la influencia duradera de la derecha. La base social del peligro derechista en el partido son los elementos pequeñoburgueses que han traído consigo una ideología hostil al proletariado y un estrato de comunistas que han perdido sus intereses ideológicos y para quienes el carnet del partido es un medio de establecer su bienestar personal y asegurar su carrera. Estos elementos fueron y son los conductores de la influencia del entorno pequeñoburgués en el partido.
La lucha contra el peligro derechista en el partido sólo puede ser válida si se depura el partido de estos elementos, que oponen al leninismo las teorías derechistas equivocadas.
Los métodos organizativos actuales en la lucha contra el peligro de la derecha no logran su objetivo. Dificultan la identificación del peligro de la derecha e impiden la división en el partido entre los verdaderos partidarios del plan quinquenal y sus opositores abiertos y ocultos.
La participación de las masas proletarias y trabajadoras en la lucha por la aplicación del plan quinquenal de industrialización sólo puede ser realista si se mejora continuamente su condición material.
El ritmo de aumento del nivel de vida de la clase trabajadora previsto en el plan quinquenal es teórico. El objetivo del plan de aumentos salariales se ve anulado en el primer año de su realización por el aumento de los precios de los productos de primera necesidad y el aumento de los gravámenes e impuestos directos e indirectos impuestos a la clase obrera.
Junto con el partido reconocemos la necesidad de la lucha por la elevación de la disciplina laboral y contra los sentimientos obreros, filisteos y sindicalistas entre los trabajadores, y la necesidad de suprimir resueltamente los intentos de los elementos hostiles a la dictadura proletaria de utilizar el descontento de los trabajadores para sus objetivos contrarrevolucionarios.
Al mismo tiempo, creemos que los métodos burocráticos de racionalización de la producción, que no tienen en cuenta la fuerza física ni la cualificación de los trabajadores ni el estado del equipamiento de nuestras fábricas y plantas, que son llevados a cabo por las direcciones de las fábricas sobreadministradas, con la restauración de los viejos métodos rechazados por la Revolución de Octubre para elevar la disciplina laboral, conducen a la separación de la clase obrera del partido y del poder soviético y amenazan con desbaratar la propia construcción socialista.
Junto con la mayoría del partido reconocemos que la construcción de granjas colectivas y estatales representa un medio real para superar el capitalismo agrario e introducir una forma de producción socialista en la agricultura. Junto con el partido reconocemos también que, manteniéndonos estrictamente sobre la base de la fórmula leninista -apoyándonos en los pobres y fortaleciendo la alianza con la clase media, que seguirá siendo un importante factor económico y político en nuestro país campesino, ayudándola (a la clase media) a elevar su economía a una base técnica superior- nuestra tarea principal y básica en relación con ella debe ser atraerla gradual pero persistentemente a la construcción agrícola colectiva, que es la única que crea una base firme para fortalecer el socialismo.
Al mismo tiempo, creemos que el nuevo plan de construcción de granjas colectivas cumplirá su tarea socialista sólo si se corrigen los errores del pasado, que han convertido las granjas colectivas en un medio para la siembra de pobres y el aburguesamiento de las clases medias a costa de las subvenciones estatales.
Creemos que la admisión de los kulaks en las granjas colectivas introduce un elemento de degradación en ellas y representa un intento de aplicar la teoría errónea del crecimiento del kulak en el socialismo.
Los kulaks vuelven a hacer el mismo intento, que fracasó durante la guerra civil, de derribar la dictadura proletaria, pero esta vez en un entorno más favorable para ellos.
Los kulaks son un estrato pequeño pero cohesionado del pueblo, enriquecido por la experiencia política y poseedor de una parte considerable de los excedentes de cereal y medios de producción, circunstancias que aseguran su influencia sobre cierta parte de la clase media e incluso de los pobres. A diferencia de la época de la guerra civil, ahora cuenta no sólo con las partes del aparato soviético, que había logrado degradar y someter, sino también con la corriente derechista del partido, que tiene sus representantes hasta el Comité Central.
Creemos que la tarea planteada por la XVI Conferencia de luchar contra la usurpación de los kulaks sólo puede cumplirse verdaderamente mediante la organización de sindicatos locales de campesinos pobres, que son los únicos capaces de movilizar a las amplias masas del campo para defender la economía socialista, crear un apoyo político para la clase media, que se encuentra en una encrucijada, asegurar la línea correcta en la construcción de granjas colectivas e impedir nuevas huelgas de cereal de los kulaks.
Se teme que los sindicatos locales de campesinos pobres puedan empujar a la clase media hacia los kulak. Por el contrario, la presencia de una fuerza organizada de los pobres en el pueblo liberaría a la clase media de la tutela política de los kulaks.
Otro temor que se ha expresado de que estos sindicatos se conviertan en una especie de sindicatos campesinos eseristas se basa en un malentendido, porque el eserista, tanto de derecha como de izquierda, promovió la organización de todo el campesinado, no de los pobres, y además, este argumento queda refutado por la experiencia ucraniana.
Creando una base política firme en el campo, la política del partido adquirirá un carácter sistemático y sostenido en la lucha contra el capitalismo agrario, evitando las vacilaciones entre las medidas administrativas de emergencia, con todas sus consecuencias políticas negativas, y las concesiones que proceden de un deseo subjetivo de ir hacia la clase media, mientras de hecho se fortalece al kulak. Así, por ejemplo, en virtud de la última ley fiscal prolongada, una parte considerable de las explotaciones de los kulaks escapa a la imposición individual, mientras que no cabe duda de que durante los dos últimos años de precios elevados de los productos agrícolas en el mercado libre la parte de los kulaks y de los agricultores privados en la renta nacional ha aumentado considerablemente.
Junto con el partido, reconocemos que la tarea más importante y urgente es la lucha decidida y despiadada contra la burocracia que prolifera enormemente y sus métodos de administración.
El mantenimiento de los gigantescos aparatos estatales, sindicales y de partido supone una pesada carga sobre los hombros de las masas trabajadoras, cuyo excedente de producto cubre todos los gastos del Estado. La drástica reducción de todos los aparatos, incluido el del partido, viene dictada por consideraciones financieras y políticas de suma importancia. Los limitados recursos financieros de nuestro país, con su atraso cultural y social al mismo tiempo, exigen imperativamente que se reduzca todo gasto improductivo.
El partido revolucionario debe tener en cuenta la experiencia de las revoluciones europeas, en particular la francesa, durante la cual uno de los medios demagógicos, pero también uno de los más populares y reales para desacreditar a los gobiernos revolucionarios fue acusarlos de ser caros. Pero la burocracia representa un peligro aún mayor, una verdadera calamidad nacional, que ha encontrado su verdadera ilustración en las escandalosas denuncias y abusos que se han ido revelando alternativamente en las páginas de nuestra prensa desde hace más de un año. Junto con el partido creemos que una verdadera lucha contra la burocracia requiere la participación activa de millones de trabajadores y obreros en el control de las acciones de los organismos estatales y públicos, incluidos los del partido.
Sólo bajo esta condición será posible eliminar la rapacidad y la mala gestión que duplican y triplican el coste de la construcción; la irresponsabilidad, la arrogancia y la arbitrariedad de los aparatos, cuya contrapartida es la chapuza, el envilecimiento y la impotencia de las masas trabajadoras.
El peligro de una burocracia excesivamente hinchada radica también en el hecho de que aleja gradualmente a las masas trabajadoras de la verdadera dirección del Estado, de los sindicatos y del partido.
Lenin ya señaló que no hay un verdadero control de las masas sobre el aparato sin su participación real y directa en el gobierno del país.
Por ello, creemos que sólo un aparato basado en la confianza de las masas, un aparato basado en la elegibilidad y la sustituibilidad y en el respeto a la legalidad revolucionaria, corresponde a los intereses de las masas trabajadoras y a las exigencias de la dictadura proletaria.
En el entorno capitalista la dictadura proletaria se ejerce a través del partido comunista con la ayuda de los sindicatos. Por necesidad, una gran proporción del poder permanecerá durante mucho tiempo concentrada en manos del partido y de su dirección y, como poder elegido y reemplazable, debe estar sujeto al control vigilante y a la libre crítica de todo el partido. Tal y como está previsto en el programa y en los estatutos, confirmado por las resoluciones de los congresos y de los plenos y, en particular, por la resolución de diciembre de 1923 –DEMOCRACIA DEL PARTIDO– basada en la autodeterminación del partido y de la clase obrera, debe aplicarse plenamente.
Compartiendo la nueva línea de la Comintern sobre la lucha contra el peligro derechista, reconociendo que su tarea esencial es la lucha contra la socialdemocracia y que en esta lucha hay que apoyar a toda la clase obrera, incluida su parte no organizada, consideramos, sin embargo, que la dirección de la Comintern no ha salido de un período de vacilación ideológica.
También creemos que los métodos burocráticos de dirección imperantes en la Comintern están alejando a las masas trabajadoras de los partidos comunistas, impidiendo al mismo tiempo la separación real del comunismo revolucionario del oportunismo. En general, la forma clerical de definir las divergencias conduce inevitablemente a errores y deja a los comunistas revolucionarios, junto con la indudable derecha, fuera de la Comintern, al tiempo que permite que se refugien muchos elementos indudablemente oportunistas.
Creemos que la solidaridad internacional básica de la clase obrera es una de las proposiciones básicas del movimiento revolucionario proletario, planteada por los fundadores del socialismo científico y defendida continuamente por Lenin, que una organización completa de la producción socialista sólo es posible a escala internacional. También creemos que la teoría de que las formas de producción socialistas y capitalistas pueden coexistir durante mucho tiempo está en contradicción directa con el marxismo y el leninismo.
De estas dos afirmaciones se deduce que sólo la victoria de la revolución socialista en algunos grandes países capitalistas crea las condiciones para la completa estabilidad del orden socialista en nuestro país.
Todas las afirmaciones contrarias, que contribuyen a separar al proletariado ruso del movimiento obrero revolucionario mundial, crean las más dañinas ilusiones, conducen a subestimar las mayores dificultades que se presentan en el camino de la construcción socialista, y dejan así al partido y al proletariado sin preparación para superarlas.
Hemos expuesto en esta declaración todas las cuestiones importantes en las que la valoración de la oposición ha convergido con la de la mayoría del partido, sin ocultar al mismo tiempo a ésta y a su dirección los desacuerdos restantes.
Todo bolchevique-leninista tiene el deber directo de ayudar plena e incondicionalmente al partido y al Comité Central en la realización de los planes de la construcción socialista, participando directamente en esta construcción y ayudando a los órganos del partido a superar las dificultades del camino.
El propio curso de la lucha de clases, su agravamiento, el señalamiento de la corriente derechista en el partido con los peligros que de ello se derivan para la revolución proletaria, ha eliminado en parte las barreras que separaban a la oposición bolchevique-leninista del partido.
Estas nuevas circunstancias deben conducir también a una atenuación de la agudeza creada en las relaciones entre la oposición leninista y la dirección del partido, agudeza que surgió como resultado de la acción de nosotros mismos en el período en que la política de la nueva construcción socialista sólo se estaba formalizando, y como resultado de la represión emprendida por la dirección contra la oposición.
En particular, este agravamiento se intensificó con la expulsión de la Unión Soviética de L D Trotsky, hecho que consideramos el mayor error político de la dirección del partido.
Declarando que, por nuestra parte, nos esforzaremos por eliminar la aspereza en las relaciones con la dirección del partido, hacemos un llamamiento al Comité Central, a la Comisión Central de Control y a todo el partido para que nos faciliten el regreso al partido mediante la liberación de los bolcheviques-leninistas, la eliminación del artículo 58 a los exiliados y el regreso del exilio de L D Trotsky.
Consideramos que las restantes diferencias entre nosotros, cuya corrección será verificada por la vida, no sólo se enmarcan en el programa y los estatutos del partido, sino que responden a las exigencias planteadas por el propio desarrollo de la construcción socialista.
Estas diferencias no pueden justificar que nos quedemos fuera de las filas del partido.
Creemos que la existencia de facciones entre los comunistas, ya sea dentro del partido o fuera de sus límites legales, es igualmente perjudicial.
Amenaza al partido con divisiones, disminuye simultáneamente su autoridad a los ojos de las masas trabajadoras y socava los fundamentos de la dictadura proletaria.
Al esforzarnos por eliminar las causas generales que conducen al fraccionalismo, tal como se establece en la resolución del Comité Central de diciembre de 1923, declaramos nuestra plena disposición a renunciar a los métodos de lucha fraccional y a someternos enteramente a los estatutos y a la disciplina del partido, que garantizan a cada miembro del partido el derecho a defender sus opiniones comunistas.
La reincorporación de los miembros del partido es necesaria, en nuestra opinión, no sólo por las consideraciones prácticas de utilizar las fuerzas de miles de comunistas comprometidos, partidarios decididos de la construcción socialista, sino también por los intereses políticos vitales del partido y de la clase obrera.
La unificación de todos los comunistas que se apoyan en el terreno del leninismo revolucionario, estrechamente unidos por la unidad de voluntad y la fe común en el éxito de la construcción socialista y la superación del peligro capitalista, provocará una nueva oleada de energía revolucionaria en las filas del partido y de la clase obrera.
Al enviar esta declaración, estamos convencidos de que encontrará la simpatía y el apoyo de la inmensa mayoría del partido y de las masas obreras.
Saratov, 22 de agosto
(1) El Boletín de la Oposición (bolcheviques-leninistas) señala: “Según la información de que dispone la redacción, unos 500 opositores, repartidos en 95 colonias de exilio y centros de aislamiento, se sumaron a esta Declaración a mediados de septiembre. Entre los que se unieron: N. Muralov, B. Mdivani, L. Sosnovsky, Kavtaradze (los cuatro en nombre de los reclusos de la prisión de Chelyabinsk), Dumbadze, V.. Kasparova, V. Vilensky-Sibiryakov, Rafail, K. y R. Grunstein, Lazko, E. Solntsev, B. Livshits, Palatnikov, Nechaev, Malyuta y otros”.