InternacionalesLiga de los justos

Circular de febrero de 1847

Queridos hermanos:
Cuando nos hicimos cargo de la dirección de los asuntos de la Liga esperábamos que nos veríamos asistidos enérgicamente por todos; pero nuestras esperanzas han resultado fallidas: son varios los sitios de que hasta la fecha no hemos recibido una carta ni una comunicación. Es necesario poner remedio a este mal. En los momentos actuales en que el horizonte político aparece cargado de nubes, en que por todas partes se oye bramar al espíritu de los tiempos y en que todo indica que navegamos hacia una revolución gigantesca que decidirá probablemente por varios siglos de la suerte de la humanidad, no es hora de dormirse, no es el momento mas adecuado para hacer valer los personalismos; no, en estos momentos la humanidad exige de cada uno de sus militantes el cumplimiento de su deber.
Los demonios en figura humana que devoraron lo ultimo que quedaba en pie de la infeliz Polonia, unidos a ese monstruo que amenaza con destruir el espíritu de la libertad en el noble pueblo francés, se disponen ahora a abalanzarse sobre Suiza e Italia y reducir al silencio al pueblo de todos los países, con ayuda de cartuchos y bayonetas, en vez de darle la justicia por la que clama; cientos de miles de bárbaros rusos acampan en las fronteras de Alemania, dispuestos a arrollar de un momento a otro los países del centro y occidente de Europa, enviando a nuestros padres y hermanos a las estepas heladas de Siberia y deshonrando a nuestras mujeres y nuestras hermanas. ¡Hermanos! ¿Hemos de seguir contemplando impasibles esto? ¿Solo hemos de tener palabras con que atacarlo, sin energías con que combatirlo? ¿Hemos de doblar cobardemente la cerviz bajo el yugo? ¡No, os oímos exclamar a todos, o vencer o morir! Pues bien, hermanos, congregaos bajo la bandera de la humanidad, y si la lucha hubiese de comenzar ya esta primavera, colocaos en las primeras filas de los soldados de la justicia y demostrad que sabemos manejar el fusil con la misma firmeza que la palabra. Y a la par que hacéis eso, difundid por todas partes los principios del comunismo, predicadlos por dondequiera que vayáis, pues el pueblo recibirá con gozo esta magnifica doctrina que le asegura el remedio definitivo de sus males. Esto es lo que tenemos que aconsejaros, caso de que los tiranos se lancen ya al ataque esta primavera; en ese caso, vuestras funciones habrían terminado y nuestra ultima misión seria conseguir por la palabra y por el hecho que al gobierno provisional fuesen hombres que rindiesen culto a los principios del comunismo. Pero si nuestros enemigos no creyeran oportuno lanzarse este ano al ataque, deberemos concentrar todos nuestros esfuerzos en organizar convenientemente nuestro partido. El proletariado de Europa, y sólo él, es capaz de traer a la humanidad su salvación; por eso nuestro deber más sagrado es organizar nuestras fuerzas de lucha lo mas rápidamente posible y arrancar a los proletarios a la influencia de los vacuos liberales, que acaso se prestarían a colaborar en una revolución política, para, bajo el título de presidente, poder ocupar el trono vacante del príncipe, pero que sólo nos emanciparían de la tiranía de los príncipes para colocarnos bajo el despotismo del dinero.
En nuestra primera carta convocábamos a un congreso comunista para comienzos del mes de mayo, pero hoy, ante circunstancias inesperadas que han surgido y que hacen necesarias precauciones especiales, nos vemos obligados a aplazar ese congreso hasta el 1º de junio de este año.
Os invitamos, pues, a que elijáis sin perdida de momento vuestros delegados y les dotéis de los recursos necesarios para emprender el viaje. Los delegados deberán estar todos en Londres el 30 de mayo, para que las sesiones puedan comenzar el 1º de junio. Inmediatamente de abierto el congreso, rendiremos cuentas de nuestra labor y pondremos nuestros cargos a disposición de los delegados, invitándolos a que designen el lugar en que hemos de tener en lo sucesivo nuestra residencia. En seguida se procederá a una total revisión de la Liga. La humanidad progresa a pasos agigantados, la conciencia se desarrolla en todos los pechos y con ella la apetencia de libertad. También nosotros tenemos que sujetarnos a esa necesidad y no obligar a la gente a someterse a leyes que contradicen a su espíritu.
En tercer lugar, deberá procederse a redactar una breve profesión de fe comunista que se imprima en todos los idiomas europeos y se difunda por todos los países. Este es un punto muy importante y os rogamos que discutáis con la mayor atención las preguntas que, relacionadas con esto, formulamos más abajo, para que de una vez podamos saber claramente qué es lo que queremos.
En cuarto lugar, deberá deliberarse acerca de la creación de un periódico que represente a nuestro partido en todas las direcciones. Todos vosotros comprenderéis, seguramente, que no puede existir un partido sin un órgano publico de expresión; estamos convencidos, por tanto, de que haréis todo lo posible para que ese periódico pueda aparecer ya en el mes de junio. Todos los delegados deben saber cuántos ejemplares pueden colocar en su comarca.
En quinto y ultimo lugar, deberán nombrarse delegados que se pongan en camino a todas partes, para intervenir en la organización. Deberéis, pues, dar a vuestros representantes todas las direcciones que conozcáis de aquellas personas que se encuentren en Alemania y países escandinavos y que hasta ahora no hayan dado noticia ninguna de su actuación. Deliberad acerca de este y otros puntos que deseéis someter al congreso y dad a vuestros diputados las instrucciones necesarias.
Por lo que se refiere a la situación actual, podemos deciros que, aunque el numero de afiliados es muy grande, hay que reconocer, desdichadamente, que entre ellos no existe una cohesión firme ni una colaboración enérgica, sin las cuales jamás llegaremos a influir real y verdaderamente en la marcha de las cosas. Los comunistas no forman todavía, desgraciadamente, un partido firme, no tienen todavía bases fijas y concretas, y eso hace que propendan con harta frecuencia, allí donde no son fuertes, a confundirse con otros partidos, movidos del pensamiento de que también estos laboran por el progreso y de que no hay que ser exclusivistas. Es menester que esto cambie. Nosotros, que vamos hoy a la cabeza del movimiento, debemos tener una bandera propia en torno a la cual podamos agruparnos y no marchar a la zaga del gran ejercito de los filisteos. Cuando nos vean avanzar resueltos y decididos, en filas cerradas, ya nos seguirán; pero si nos dividimos entre los más diversos partidos, jamas seremos nada. Sigamos el ejemplo de los cartistas ingleses, que en Inglaterra van a la cabeza del movimiento. Los cartistas han proclamado los seis puntos de su Carta, y declarado: o con nosotros o contra nosotros, y aunque al principio toda la banda de los filisteos echaba pestes contra ellos, ya hoy empiezan a sumárseles, cada vez mas abiertamente. También nosotros debemos proclamar lo que queremos, nuestros puntos del comunismo, no apartándonos ni una tilde de ellos y discutiendo solamente en cuanto a los medios para conseguir lo más fácil y más rápidamente nuestras pretensiones; ya veréis cómo, si avanzamos, nos sigue el ejercito de los filisteos.
De Suecia recibimos noticias bastante alentadoras. Las ideas de comunismo hacen allí grandes progresos, si bien aparecen mezcladas todavía con algo de cristianismo, como a nosotros nos acontecía también en los primeros momentos; pero eso se evitará. Varios hermanos nuestros se proponen fundar en todas las comarcas de Suecia asociaciones públicas de proletarios, y en Estocolmo se han dado ya los primeros pasos para ello.
Por mucho que los príncipes y los clérigos se revuelvan contra nosotros, todo redunda en ventaja nuestra; ¡adelante, pues, y no cejemos! En Francia y en Bélgica hemos vuelto a organizamos provisionalmente. Confiamos en que París, que ha venido siendo hasta ahora nuestro centro de propaganda, lo siga siendo también en lo sucesivo. Y esperamos y exigimos de los hermanos de París que en adelante cumplan estrictamente con su deber y creen una escuela de militantes de la que salgan elementos que difundan nuestros principios por todos los rincones del planeta.
De Berna recibimos noticias favorables; nuestros hermanos de aquella capital van a fundar una revista comunista, y os invitamos a que hagáis todo lo posible por ayudar a este periódico.
Necesitamos incondicionalmente de un periódico que mantenga en Suiza la causa de nuestro partido. Desgraciadamente, en los últimos dos años surgieron allí una serie de lamentables discordias, que contribuyeron a desorganizar nuestras fuerzas. Los comunistas cristianos declararon una guerra sin cuartel a los no cristianos, a los llamados ateos, espoleados principalmente por Weitling, que pugnaba por crearse en Suiza un partido propio, ya que en otras partes todo le había salido mal. Esperamos que nuestros hermanos de Suiza hayan sabido comprender que para organizar las instituciones de la tierra no necesitamos acudir a remedios supraterrenales. De nuestros hermanos de L… hemos recibido noticias y sabemos que trabajan con arrojo, energía y éxito por nuestra justa causa. En Londres, las cosas marchan bien. Las dos asociaciones de los dos barrios londinenses no hacen más que ver aumentar su contingente de día en día, y cuentan ya con unos 500 afiliados. Los curas alemanes no hacen más que vomitar pestes contra nosotros desde los púlpitos, y no saben que con eso lo que consiguen es favorecer nuestra causa. Fuera de eso, se mantienen tranquilos dentro de sus asociaciones juveniles, medio adormiladas; esto proviene, sin duda, de que el piadoso Bunsen, cristiano-germano, no puede de momento prestarles ayuda, absorbido como está por la labor de cohonestar ante el gabinete inglés y la nación inglesa los manejos tramposos e infames de la diplomacia prusiana. En la próxima carta os informaremos acerca de la actuación de los cartistas ingleses y del plan agrario de O’Connor, con el que, dicho sea entre paréntesis, no estamos de acuerdo, sino que, lejos de ello, lo creemos un absurdo repugnante y una estupidez canibálica; pero no queremos alargar demasiado esta carta.
Ponemos a discusión las tres preguntas formuladas un poco más abajo y os rogamos que nos comuniquéis lo antes posible el resultado de vuestra discusión acerca de estos puntos y de las tres preguntas contenidas en nuestra primera carta, para que en nuestra próxima circular podamos daros ya un breve resumen de las diversas opiniones.
1. ¿Qué es comunismo y qué pretenden los comunistas?
2. ¿Qué es socialismo y qué pretenden los socialistas?
3. ¿De qué modo puede instaurarse el comunismo lo más rápida y fácilmente posible?
A modo de introducción, observamos lo que sigue: Como sabéis, el comunismo es un sistema según el cual la tierra debe ser propiedad común de todos los hombres, y todo el mundo debe trabajar, “producir”, con arreglo a sus capacidades y disfrutar, “consumir”, con arreglo a sus fuerzas; los comunistas pretenden, por tanto, echar a tierra toda la organización social del pasado y levantar sobre sus ruinas una nueva.
El socialismo, que deriva su nombre de la palabra latina socialis, o sea lo que afecta a la sociedad, estudia, como ya su propio nombre indica, la organización de la sociedad, las relaciones de unos hombres con otros; pero no erige ningún sistema nuevo, sino que se aplica predominantemente a poner parches en el viejo edificio, a taponar y ocultar a la vista las grietas abiertas por el tiempo, y a lo sumo, a levantar, como hacen los fourieristas, un nuevo piso sobre los viejos y carcomidos cimientos llamados capital; entre los socialistas pueden clasificarse todos los inventores de cárceles y correccionales, todos los fundadores de hospitales, comedores económicos y asilos de beneficencia; y precisamente por eso, porque el término de socialismo no tiene un sentido concreto y fijo, sino que puede significarlo todo y no significa nada, corren a agruparse bajo sus banderas e increpan a los comunistas, que no quieren perder el tiempo en apuntalar el viejo edificio y concentran todos sus esfuerzos en levantar otro nuevo, todas esas cabezas confusas, todos esos filántropos sentimentales, todas esas gentes a quienes gustaría hacer algo, pero que carecen de arrojo para hacer nada. A nadie que sepa razonar puede ocultársele que el entretenerse en remendar y repintar un sistema social totalmente podrido es perder lastimosamente el tiempo. Es necesario, pues, que nos aferremos a la palabra “comunismo” y la inscribamos audazmente en nuestras banderas, contando luego los militantes que se congreguen en torno a ella; no podemos callar cuando oímos, como tantas veces se oye en la actualidad, que el comunismo y el socialismo son en el fondo lo mismo, cuando se nos invita a cambiar el nombre de comunistas, que todavía asusta a tantos espíritus medrosos, por el de socialistas, sino que debemos levantar nuestra enérgica protesta contra semejante disparate. Por lo que toca a la implantación del comunismo, hay que saber ante todo, pues es la cuestión capital, si este puede implantarse inmediatamente o si hay que admitir un periodo de transición durante el cual se eduque al pueblo para él; y necesitamos además saber, caso de que sea así, cuanto habrá de durar ese período; en segundo término, hay que preguntarse si el régimen comunista puede y debe implantarse de una vez o si se deberá comenzar con pequeños ensayos; y, finalmente, ¿deberá implantarse por la fuerza o dejar que la transformación se desarrolle por la vía pacifica?
Con esto creemos haber encauzado suficientemente vuestras discusiones, y terminamos haciéndoos el requerimiento formulado ya en nuestra carta anterior: que en todas partes donde de señales de vida el fourierismo, cuyo fin no es otro que mantener en pie bajo una forma más endulzada la esclavitud del trabajo, aboguéis vigorosamente por nuestros principios. Asimismo os invitamos a que luchéis contra esa vacua filantropía sentimental que, desgraciadamente, parece haberse desatado entre los comunistas de una serie de sitios. Los tiempos son cada vez más duros; necesitamos de hombres fuertes y no de lunáticos y soñadores, de esos que, en vez de maldecir de la miseria de la humanidad y empuñar la espada, no saben más que derramar lágrimas como las mujeres. Y por último: guardaos de motines, conspiraciones, compras de armas y demás disparates por el estilo; nuestros enemigos se desvivirán por provocar revueltas callejeras, etc., y tomar de ahí pretexto para una represión encaminada a restablecer, como ellos dicen, el orden y a poner por obra sus planes demoníacos. Una actitud seria y serena obligará a los tiranos a quitarse la careta, y entonces ¡a vencer o morir!
Que os vaya bien, hermanos, y contestad pronto.


(1) Extraído de Marx y Engels, biografía del Manifiesto Comunista, Compañía General de Ediciones, México, 5ª edición, 1969, pp. 365-372.